Como sabréis los habituales, soy aficionado a la fotografía. Me atrevería a decir que, como todos, hay una etapa (que normalmente es bastante larga, si no permanente) en la que nos puede el ansia: nos suscribimos a mil y un blogs de fotografía, compramos libros, descargamos libros, compramos revistas, leemos artículos, comparativas. Qué cámara es mejor, qué objetivo es mejor, qué flash es mejor. Tutorial para no se qué efecto en photoshop, diez consejos para hacer mejores fotos en invierno, cinco ideas para tus fotos familiares. Vemos videos de un fotógrafo famoso, fantaseamos con cómo sería nuestra vida con un equipo diferente, mejor, más grande. Posiblemente muchas de estas cosas las apuntamos para leer después, «tengo que poner esto en práctica», las retuiteamos. A veces incluso dedicamos un rato a probar a hacer alguna de ellas, «a ver cómo queda», sólo para instantes después pasar al siguiente elemento que nos llame la atención.
En definitiva, nos lanzamos con avidez a todo lo que tenga que ver con la fotografía. Pero lo hacemos de forma superficial. ¿Cuántas de todas esas ideas ponemos realmente en práctica? ¿A cuántas dedicamos realmente el tiempo y el cariño suficiente como para dominarlas? ¿Cuánto tiempo dedicamos realmente a hacer, a ejecutar, frente al que dedicamos a «informarnos»? ¿Sacamos el jugo a nuestro equipo, o nos pasamos la vida pensando en lo que podríamos hacer el equipo que no tenemos?
He empezado con la fotografía, pero obviamente quiero extrapolar la idea. Pensemos por ejemplo en técnicas de gestión… ¿cuántas horas dedicamos a leer libros, artículos, revistas, blogs… sobre cómo delegar, sobre cómo gestionar proyectos, sobre emprendedores, sobre productividad, sobre trabajo en equipo, sobre reuniones eficaces, sobre liderazgo, sobre desarrollo personal…? Muchas ideas que nos gustan, que marcamos como favoritas, que retuiteamos… y nada más. Tenemos la sensación de que «hacemos mucho», pero al final ¿cuántas de esas herramientas ponemos realmente en práctica, con la consistencia suficiente como para que tenga un impacto real?
Al final, nos evadimos al mundo del presunto «conocimiento» (porque es más cómodo, más falsamente gratificante, más estimulante para nuestro cerebro siempre ávido de novedades) y dejamos de lado la realidad de la ejecución, que tiende a ser más exigente, más aburrida, más arriesgada. Llegar a aplicar bien una herramienta, o una técnica, exige tiempo, dedicación, perseverancia, foco, enfrentarse a los inconvenientes de la realidad. En la fantasía se vive mejor.
Por supuesto, no desprecio el valor del conocimiento, de tener siempre un ojo abierto en búsqueda de las novedades. Pero creo que, del total de nuestra dedicación, deberíamos poner mucho más énfasis en la aplicación real, consistente y persistente, de un número limitado de herramientas frente al conocimiento superficial de un número ilimitado de ellas.
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Totalmente de acuerdo. Es varios órdenes de magnitud leer sobre algo, que enfrentarse a la dura realidad de aplicarlo y encima tener que cambiar hábitos o formas de actuar.
Bueno, Raúl, has tocado una de mis obsesiones actuales: el poner en práctica las ideas y los principos y ensuciarse con el fango de lo real.
Creo que es un problema de equilibrios: no podemos movernos sin teorías (aunque sean malas), pero no podemos interiorizar y comprender su sentido sin experimentar de mil formas.
Nuestra educación formal ha puesto el énfasis en la acumulación de conocimiento y poco en los proyectos, la experimentación y en el ensayo-error deliberado.
Yo tengo un lema: un gramo de teoría, un kilo de intuición y una tonelada de experiencia y experimentación. Estas creo que son las proporciones de cada ingrediente (la intuición sería el saber tácito difícil de verbalizar o formalizar).
Creo que filosofías educativas como las de «hack your education» y el aprendizaje a través de proyectos, o métodos de gestión como el scrum o la lean startup, minan nuestro estúpido formalismo acartonado; pero uno no se recupera de su educación tan fácilmente. Yo llevo lustros intentándolo.
Es curioso Raúl que este post coincida tanto con la que supongo una de tus obsesiones «aprendiz de mucho, ¿maestro de nada?» pones en la cabecera del blog. Y por lo que veo a muchos nos pasa lo mismo.
Aunque yo discrepo de Minimus en echar la culpa a la educación, tengo otra teoría, la culpa es de la enorme disponibilidad de recursos, unida a nuestra tendencia genética a como dices tú buscar la novedad. La combinación es explosiva, como ocurre en tantas otras ocasiones en que un cerebro preparado para el pasado se encuentra en una realidad totalmente distinta.
Bueno. En cierto modo estás yendo un poco por el camino de soterrar uno de los lemas de tu bio: «aprendiz de mucho…»
Tú sabes mucho mejor que yo la realidad del curriculum actual: acumulación de cursos, destrezas, aptitudes, experiencias… ¡herramientas!, cuantas más mejor y en todo tipo de órdenes.
Especializarse es vivir al margen del CV y de los head hunters, jugársela a una o dos cartas.
Enfoque puramente de mercado laboral, no se me tenga muy en cuenta 🙂
Lo del «aprendiz de mucho» y la dispersión es otro post que tengo en cola… 🙂
No, en este caso no lo veo tanto por ahí. Creo que es bueno ser «aprendiz de mucho». El problema es que, en muchos casos, no llegamos ni al nivel de aprendiz: leemos, retuiteamos… pero ni interiorizamos ni incorporamos a nuestra «bolsa de herramientas». Damos la apariencia de aprender de mucho, pero realmente no aprendemos, solo pasamos de puntillas y gracias.
Es muy curioso, pero creo es un ‘mal’ endémico en los que nos gusta esto de la exploración.
Yo mismo tengo una carpeta en Evernote de todo aquello que me llama la atención en redes sociales, sobre herramientas, diseño, etc. Carpeta sobre la que habré vuelto 1 o 2 veces en años.
Creo que la cuestión radica en que profundizamos poco en aquello que nos gusta, pero que no constituye la base de lo que hacemos. Pero no creo que sea malo, sino al contrario, porque sobrevolar sobre muchos temas, amplía nuestra perspectiva de las cosas y nos ayuda a hibridar en las disciplinas en las que si profundizamos.
Otra historia es la forma en que asignamos el tiempo y dedicamos la mayor parte a la exploración y poco a la experimentación. Al final o lo hacemos de forma deliberada, o vamos por rachas…
Espero con ganas ese post en cola sobre generalistas, un tema que me fascina. Yo tengo uno pendiente sobre su aplicación en el desarrollo en ‘T’.