No tienes por qué hacerlo

Leo en el blog de Andrés un interesante post sobre las necesidades que tenemos (o que nos creamos) y cómo al mundo de la empresa le cuesta cada día más satisfacerlas. Al final, después de todo el rollo, Andrés acaba con 10 preguntas que voy a trasladar aquí y a responder… la verdad es que leyéndolas y contestándolas, algo dentro de mí se remueve diciéndome que estoy en el buen camino.

  • ¿De verdad necesitas meterte en una hipoteca a los 25? En mi caso no fueron 25, sino 26. La hipoteca, una carga para 30 años, una barrera para moverte, para tomar decisiones, un factor que favorece quedarse donde uno está. Afortunadamente, cuatro años y pico después, estoy a punto de liberarme de la hipoteca.
  • ¿De verdad necesitas vivir en Madrid, Barcelona, Caracas o Buenos Aires? Noooooo!!! Desde hace un par de meses vivo en Aranda de Duero, pueblo de unos 40.000 habitantes a unos 160 kilómetros de Madrid. Y se vive muy bien.
  • ¿De verdad crees que no puedes hacer algo más valioso en tu vida que aguantar a un imbecil maleducado que te pone a parir por teléfono porque el auténtico responsable de la cagada está cinco plantas por encima en un despacho con moqueta? Odio dar la cara por los demás y cargar con responsabilidades que no son las mías… mi situación actual no es perfecta, pero he mejorado bastante.
  • ¿De verdad necesitas comprar un iPod a un hijo al que apenas ves? ¿No preferiría un iPapá? Tengo la absoluta confianza de que es así. Espero que dentro de muchos años mi hijo (y los que vengan) me recuerden por el tiempo que pasamos juntos (ahora le veo levantarse, desayunar, comer, paseamos todas las tardes, le baño todos los días…) y no por la cantidad de chismes que tienen en el trastero
  • ¿Necesitas esas vacaciones en las Maldivas o lo que te realmente te gustaría es irte al pueblo con una pila de libros y DVDs? Llevamos «gorroneando» vacaciones a los padres años. Yo no necesito más que un techo, mi mujer y mi hijo. A quien le guste viajar bien, pero para disfrutar del tiempo libre no hace falta gastar miles de euros.
  • ¿Tienes que salir todas las santas noches desde el jueves al domingo para presumir de «pibita» y de SEAT León tuneado? Si lo que de verdad importa está en casa… ¿dónde vas a estar mejor que allí?
  • ¿De verdad quieres un puesto de más responsabilidad? No. No quería ser gerente de consultoría. No creo que me hubiese compensado ni la dedicación ni los malos ratos. Quien lo quiera, para él. A mí me tocaba por inercia, y quise cambiar el rumbo
  • ¿Cuanto crees que falta para que te sustituyan por una máquina, un sistema experto o una subcontrata en Varsovia, Nueva Delhi o Medellín? ¿Crees que se acordarán de esos «esfuerzos adicionales» que te pedían con cara compungida? Cuestión de tiempo… la única solución es tomar uno las riendas y provocar el cambio antes de que éste te sobrevenga
  • ¿Para quién trabajas? ¿Para tí? ¿Para mantener una imagen? ¿Para que tus padres/suegros crean que por ir con corbata a ese gran edificio de cristal fantaseén pensando que eres el puto CEO? Cada día un poquito más para mí. La imagen nunca me importó, y aun así fui uno de esos de corbata que entraban al Windsor o a Torre Picasso, que iban en avión con un portátil… Muchos símbolos externos que no significaron nada, al final eres un «pringao» con cierta apariencia, pero «pringao» al fin y al cabo
  • Anexo. Podrá parecerte una tontería, a mi desde luego no, ¿Harías tu algo como lo de Rodrigo Gaudenzi? Este chico si que sabe… A dios rogando y con el mazo dando…

Fortalezas

Siguiendo la ruta del autodescubrimiento personal, y teniendo en cuenta lo que decía Drucker de que «cuesta bastante más energía pasar de la incompetencia a la mediocridad que de la primera categoría a la excelencia», hoy me gustaría reflexionar sobre mis fortalezas, esas que se supone deben constituir la base sobre las que construir mi futuro profesional.
Antes de que mis críticos se lancen, quede claro que también hablaré otro día de mis debilidades (o, dicho más soft como suele gustar, «áreas de mejora»).
Todo esto surge de la reflexión personal, de ver a lo largo del tiempo qué hago bien y qué no, de compararme con otras personas de alrededor. Pero no dejan de ser mis visiones sobre mí mismo, seguro que los que me conocen pueden matizar más cosas (e incluso contradecirme) .
Vamos a ello (sin orden demasiado específico):
Me relaciono bien con la tecnología: sin ser un técnico, me siento cómodo con la tecnología a nivel de usuario y también a nivel conceptual. Integro, por lo tanto, dos visiones que creo importantes ahora mismo; la tecnología y el negocio. Habrá quien no lo considere muy especial, pero si miro alrededor creo que sí es un valor diferencial.
Conciencia de que la empleabilidad prima sobre un empleo fijo: conozco mucha gente que sigue anclada al modelo de «empleado para toda la vida». Creo que, en los tiempos que corren, es una ventaja al menos saber que eso ya no existe.
Inteligencia: quizás suene poco modesto, pero qué le vamos a hacer. Académicamente siempre fui bueno, y no he perdido esas habilidades en el mundo laboral. Tengo una buena capacidad de análisis y sobre todo de síntesis; consigo extractar «lo importante» de un tema, «visualizar soluciones» o estructurar un argumento de una forma que me resulta natural, sin esfuerzo. Simplemente, «lo veo».
Curriculum: tengo un curriculum bastante aparente; buena universidad, buenos resultados académicos, buenas empresas, continuidad en los empleos… un CV solvente.
Conciencia de la importancia del networking: hay gente (no hay más que ver el poco éxito que tienen algunas invitaciones genéricas a sistemas de redes sociales) que no cree que esas cosas sirvan para nada. A mí me parece que tener, cuidar y desarrollar tu red de contactos es la mejor garantía de que «pasen cosas».
Generalista: tengo múltiples intereses, no me considero en absoluto un especialista. Eso me permite relacionar mundos distintos, tener una visión amplia de las cosas y defenderme más que bien en distintos entornos.
Autoconfianza: confío mucho en mí mismo, sobre todo a nivel de ideas. Si yo estoy convencido de algo, defiendo mi postura pese a quien pese y, además, suelo tener razón (¿no he dicho ya lo de la autoconfianza?).
Estabilidad: no me suelo mover en los extremos en ningún ámbito de la vida. Si todo el mundo está eufórico, yo seré el contrapunto de tranquilidad. Si todo el mundo está pesimista, yo seré el contrapunto de optimismo. Siempre haciendo contrapeso para que las cosas se mantengan centradas. No es esperable de mí arranques de furia, o de histeria, o de euforia, ni bandazos de ningún tipo. Siempre centrado.
Eficiencia: creo que en mí se cumple la norma de Pareto; con el 20% del esfuerzo consigo el 80% del resultado, lo cual me hace bastante eficiente para conseguir resultados más que aceptables.
Coherencia: vinculado a la autoconfianza y a la estabilidad; suelo tener mis criterios y actuar según los mismos, y además tiendo a mantenerlos a lo largo del tiempo (o, en su caso, a que evolucionen poco a poco o de forma justificada). No soy de «hoy A, mañana B», y es difícil (que no imposible) pillarme en un renuncio.
Solvencia: o fiabilidad. Si alguien confía en mí para algo, (y yo le digo que sí) sabe con el 99% de seguridad que no le dejaré en mal lugar.
Compromiso: si me comprometo con algo, estoy al 100%. Nunca he sido de mirar el reloj «que ya me tengo que ir» cuando hay cosas por hacer.
Versatilidad: me muevo con comodidad en distintos ambientes, a distintos niveles, con distintos roles. Valgo, en muchos terrenos, «lo mismo para un roto que para un descosido».
Aprendizaje rápido: ante situaciones y planteamientos novedosos, mi curva de aprendizaje es corta, al menos para llegar al punto en el que soy capaz de dar unos resultados aceptables (otra vez Pareto).
Comunicación: creo que utilizo bien el lenguaje, tanto escrito como hablado. No tengo un estilo de escritor, ni mucho menos, pero sí tengo un lenguaje funcional que me permite transmitir lo que quiero decir, además de que mi capacidad sintética me permite estructurar bien los mensajes.
Empatía conceptual: sé ponerme en el lugar del otro. Quizás no tanto a nivel sentimientos, pero sí a nivel de argumentos; entiendo lo que otros quieren decir, y además puedo entender los motivos por los que lo dicen.
Trato fácil: creo que tengo un trato fácil, me gusta la conversación… creo que soy alguien con quien es cómodo relacionarse, y con quien es difícil «llevarse mal» (lo cual no quiere decir que no le pueda caer mal a la gente, claro).
Bueno, la modestia no la he puesto, ¿no? 😉 Insisto, otro post para las debilidades.