La broma de Wyoming y los inocentes perpetuos

Antecedentes:
«El intermedio» es un programa de laSexta presentado por El Gran Wyoming. «Más se perdió en Cuba» es un programa de Intereconomía presentado por… no sé quién, y viene a dar igual. El caso es que los últimos (tirando a «derechosos») y los primeros (tirando a «izquierdosos») llevan enzarzados durante un tiempo, despreciándose públicamente con más o menos gracia a base de videos y puyazos cruzados. Unos y otros se desprecian, fundamentalmente, por lo que representan: a los «derechosos» no les gustan los «izquierdosos», y viceversa (así nos luce el pelo, por cierto).
Los hechos:
Hace unos días, el programa «derechoso» publica un video aparentemente grabado con un móvil durante unos ensayos en el programa «izquierdoso», en el que el Wyoming echaba una descomunal bronca a una becaria. En internet se distribuye como la pólvora, se debate si será verdad o no… y resultó que no, que era una treta preparada por los «izquierdosos» para hacer quedar mal a los «derechosos» (en la que cayeron de boca, todo sea dicho de paso).
Mi conclusión:
No me ha gustado la historia. No tiene nada que ver con si unos son «izquierdosos» y otros «derechosos», ni con el propio contenido del video, ni en si es denigrante ni nada por el estilo sino por el nivel al que se ha llevado la manipulación. Como dicen en este comentario, «esto rompe una barrera y a partir de ahora todo vale. No os extrañe que nos encontremos revienta-programas cada dos por tres con el afan de ridiculizar al contrario.» Y me explico.
El argumento:
La justificación que han dado los de El Intermedio para todo esto era que querían «cazar» a los otros con un señuelo para demostrar que no verifican sus fuentes, que vaya periodistas que están hechos, etc. Y esto es lo que a mí no me gusta, porque me parece un argumento retorcible hasta límites insospechados.
Si nos ponemos a crear señuelos para que otros piquen, y tenemos recursos suficientes… podemos crear un señuelo tan grande como sea necesario. Imaginemos que «los otros» en vez de lanzarse a poner el video (babeando de gusto por haber «pillado» a su archienemigo) se dedican a contrastar fuentes (más allá de un video que están viendo con sus propios ojos, que ya es contrastar). Imaginemos que buscan a la becaria… y ésta, que está en el ajo, ¿qué va a decir? «Es verdad, me humilló, fue horrible», y a seguir engordando el señuelo. Vale, no es suficiente, sigamos contrastando. Wyoming no contesta al teléfono, pero sí el director del programa, que también está en el ajo, ¿qué va a decir? «Fue un momento difícil, pero Wyoming tiene ese caracter de vez en cuando»… Vale, imaginemos que tampoco aun así se da por válido, se contacta con los directivos de la cadena que dicen que «están pensando en tomar medidas contra Wyoming». En este punto deciden que la información está suficientemente contrastada y publican, y en ese momento salen todos los de laSexta (el Wyoming, la becaria, el director del programa, el directivo de la cadena…) diciendo «¡ah, era un montaje y habéis picado!»
No sé si se me entiende por dónde voy. Si el objetivo es crear un señuelo para que otros piquen, no hay sistema razonable de verificación de fuentes que lo detecte, porque por cada verificación se puede poner engordar un poquito más el señuelo metiendo a más gente en el ajo. ¿Cómo funcionan las bromas de «Inocente, Inocente»? Creando un entorno artificial en el que todo lo que rodea al «puteado» (el escenario, la gente que le rodea que en realidad son todos actores, incluso sus propios amigos que actúan de cebo) está preparado para engañarle. Cada vez que el «puteado» cree que eso «no puede ser verdad» y busca algo a lo que agarrarse… allí está el productor metiéndole el señuelo más adentro. Hasta que al final acaba rindiéndose a las «evidencias» y dando por válida la versión artificial. Es verdad, luego hay «inocentes» que tragan con cualquier chapuza, y otros más incrédulos. Pero si se hace bien (con buena planificación y buenos recursos) cualquiera acaba cayendo.
Por eso, todo este tema me parece «tramposo», y no vale para sacar conclusiones como muchos están haciendo sobre si unos verifican más y otros menos. Es verdad que en este caso los «derechosos» pecaron de pardillos a los que les perdieron sus ganas de «cazar» (qué casualidad, justo les llega a ellos nada más un video tan jugoso); pero estoy convencido de que si no lo hubieran aceptado de buenas a primeras, alguien de laSexta habría colgado el video en youtube, se hubiera difundido por internet, lo hubieran publicado… y les acusarían de lo mismo. Y si hubieran hecho más contraste, hubieran contactado con la becaria… etc. Da igual hasta dónde hubieran llevado sus cautelas, que los otros hubieran seguido engordando el señuelo hasta cazarles, porque ése era el objetivo. La pieza ha caído fácilmente, de otra forma hubiese costado más. Pero era sólo cuestión de ver hasta dónde estaban dispuestos a presionar.
Es una senda que me parece peligrosa. Si ponemos de moda el crear señuelos para «hacer gracia» (y no me cabe duda que hay brillantes creativos capaces de hacerlo con gran verosimilitud; y gente con recursos y contactos que permitan montarlos a lo grande) nos deslizamos a una especie de «día de los inocentes» perpetuo, donde hay que estar permanentemente desconfiando de todo (¿este video será verdad, o es montaje? ¿lo que me dice mi amigo será cierto o está compinchado también? etc.) El 28 de diciembre puede tener su gracia (aunque a mí nunca me lo ha hecho) porque suelen ser chorradillas sin malicia y además ya estás con la mosca detrás de la oreja. Pero si se hace con objetivos más «tocapelotas» en cualquier momento del año… mal vamos.

Que se retire la marea

En casa estamos viendo El Ala Oeste de la Casa Blanca (The West Wing). Para quien no la conozca, es una serie que cuenta el devenir del gabinete de un presidente de los Estados Unidos a lo largo de dos legislaturas y que, incluso con sus fallos (que los tiene) me parece extraordinaria y absolutamente recomendable. El hecho es que el capítulo de hoy (5×19 – Talking points) me ha resultado una lección magistral de economía moderna condensada en apenas 40 minutos.
Hablan de globalización, de libre comercio, y del efecto que eso tiene sobre los empleos en Estados Unidos, y cómo algunos intentan frenarlo.
El Presidente Bartlet cuenta la historia del rey Canuto y de cómo, para demostrar a sus vikingos sus propias limitaciones, los reunió a todos en la orilla del mar y le pidió a la marea que se retirase. La marea, como es lógico, no se retiró. Y es que el poder de los gobernantes es mucho más limitado de lo que se quiere creer.
Y no puedo por menos que pensar en todos los que siguen insistiéndole a la marea para que se retire, convencidos (o intentando convencer a los demás) de que la marea les hará caso.

Malviviendo

Bueno, a estas alturas no sé si quedará alguien de por aquí que no se haya enterado de la existencia de esta «serie» (que por ahora es sólo un capítulo piloto). Se llama Malviviendo, y está hecha por un grupo de «amantes del audiovisual» en Sevilla.
El capítulo inicial mola bastante. A mí me recuerda un poco a «Barrio», la peli de Fernando León de Aranoa, aunque (de momento) con más gracia. Pero sobre todo es que está bien hecha: buen ritmo, buenos diálogos, buen montaje… vamos, que me gustó.

Malviviendo es un ejemplo de pura viralidad. Yo me enteré de su existencia no en la tele, ni en los periódicos. Ni siquiera en un blog (luego vi que lo habían publicado en algunos blogs muy seguidos, pero que yo no suelo leer habitualmente). Lo leí en el twitter de Luis Rull.
Así funcionan las cosas a día de hoy. Alguien ve algo que le resulta interesante, y lo cuenta a través de los medios que tiene a su alcance. La gente que le sigue (porque confía en su criterio) le da una oportunidad a algo a lo que, en otras condiciones, igual no se hubiera planteado dedicarle ni medio segundo (en el caso de que llegase siquiera a conocerlo). Y si te gusta, repites el ciclo. Y si no, se acabó.
A mí me ha gustado. Tanto como para suscribirme y estar pendiente del próximo capítulo. Tanto como para hablar de ello en el blog y recomendarlo.
Viralidad en estado puro.

Lo vuestro es de todos; lo mío no se toca

Curioso como en pocos días coinciden en el tiempo distintas circunstancias que te llevan a elaborar una idea. La última de ellas ha sido este post en el blog de Enrique Dans en el que experimenta un plugin para importar los comentarios de Meneame al blog en el que se encuentra la noticia original [Nota: si no has entendido demasiado de la frase, no te preocupes: cosas de frikis]. La paradoja es que el primer comentario importado es: «Quiero decir… si yo estoy comentando una entrada en menéame no quiere decir que quiera aperecer en los comentarios del blog que ha generado dicha entrada/noticia. He decidido aparecer en meneame, no en ese otro sitio»
O sea, que nos parece bien que Meneame recoja la información procedente del blog original para nutrirse. Pero luego nos parece mal que los comentarios que se hacen en menéame los coja a su vez dicho blog. Está bien tomar el contenido de otros, pero el mío no lo toques.
Otro ejemplo (veréis que bien voy a hilar esto) lo tenemos en las televisiones, como bien apunta la Chica de la Tele en este twitter referido al primer caso: cuando los llama «vasilitos» se refiere a Paolo Vasile, máximo directivo de Telecinco. Esta cadena ha denunciado tanto a Youtube como a La Sexta por usar sus contenidos… y mientras tanto, emite programas como «El coleccionista de imágenes» basados precisamente… en los contenidos de otros. O sea, yo puedo jugar con los contenidos de los demás, pero si los demás juegan, denuncio.
En este mismo blog vimos el otro día argumentos que defendían los feeds incompletos porque «mis contenidos no los doy gratis» o para evitar «agregadores que se dedican a copiar contenidos desde los feeds». Mientras tanto (y aquí mi argumento da un giro un tanto demagógico, lo sé), nos parece lo más normal del mundo que las canciones de cualquier artista o cualquier película o cualquier software se puedan bajar cómodamente desde redes P2P («la cultura es libre», o «que se busquen otro modelo de negocio», decimos), y nos soliviantamos cuando la industria intenta poner algún tipo de traba.
Al final da la sensación de que todos estamos muy cómodos con la idea de que el contenido de los demás sea accesible al 100%, con la cultura del «todo gratis»… pero que nos «escuece» un poco más cuando es lo nuestro lo que está en juego.