Inside Jokes: resumen y aprendizajes

Atraído por la comedia

Desde hace tiempo me siento atraído por el mundo de la comedia y, para ser más específico, con el stand-up (o «los monólogo» que diría Broncano). Aparte de que me resulta en general divertido de ver (¡hay gente muy ingeniosa!) me llama mucho la atención el proceso que siguen los cómicos. Porque parece que simplemente son «gente divertida» que agarra un micrófono y se pone a hablar y a hacer chistes… pero hay mucho más que eso.

Escribir humor es a la vez un arte y un oficio, y además implica todo un viaje desde una idea a la que se le va dando forma, que evoluciona, que se prueba y se cambia (a veces con detalles imperceptibles, pero que marcan la diferencia entre el silencio incómodo y la carcajada).

Y además es un ejemplo de autogestión. Porque eso de salir a un escenario sin más cobertura que un micrófono… uf, hay que tener mucha valentía, y mucha fuerza para vencer la inseguridad, y mucha resiliencia para aguantar cuando las cosas no salen tan bien como te gustarían (que suele ser con frecuencia).

Inside Jokes, una miniserie documental

Por eso, cuando descubrí una miniserie llamada «Inside Jokes» sobre «lo que hay detrás de los cómicos», me lancé a por ella. La serie sigue a un grupo de cómicos en su proceso de selección para la sección «New Faces» de un famoso festival de comedia en Canadá. Es una gran oportunidad, porque supone una puesta de largo ante gran parte de la industria (la que luego les contrata para grandes especiales en las cadenas de streaming, las que les ponen en contacto con estudios para películas y series…). O sea, «la gran oportunidad». Pero, como dice la biblia, «muchos son los llamados pero pocos los elegidos».

La serie recorre las semanas previas a la selección, y finalmente (para los escogidos) el momento de la verdad.

Ideas y aprendizajes de Inside Jokes

Y aquí van algunas ideas que me han resonado después de verla al completo:

  • La pasión de esta gente por hacer comedia. Para la inmensa mayoría es un «hobby» (es decir, se ganan la vida con otra cosa) al que le dedican horas y horas, mucho esfuerzo y sacrificio… pero hay algo dentro de ellos que les lleva a seguir y seguir.
  • Vinculado con lo anterior, la persistencia. Alguno de los aspirantes es la octava o novena vez que se presenta al proceso de selección, después de haber sido rechazados en años anteriores. Eso no les quita el empeño, y siguen intentándolo.
  • La obsesión por conseguir «stage time». Es decir, cuantas más actuaciones mejor. Y no por «hacer dinero» (la mayor parte del tiempo no cobran), sino por poder pulir y repulir su material. Practicar, practicar y practicar, una y otra vez, exponerse al público y sus reacciones…
  • La repetición. Una cosa que me fascina es que, en sus actuaciones, repiten una y otra vez su material. Y sin embargo consiguen hacerlo fresco, como si lo estuvieran casi improvisando en el momento. Es una habilidad que me parece impresionante (¡y que no les aburra me parece todavía más impresionante!).
  • La forma de trabajar el material, desde la idea inicial a la final, con múltiples evoluciones, pequeños retoques, descartes… son como orfebres trabajando con mimo y detalle una pieza de alta joyería. Y, sin embargo, desde fuera parece que «esto podría hacerlo mi primo».
  • La gestión de los nervios, la inseguridad, la angustia... esos momentos previos a la salida al escenario, las caras de concentración, las distintas estrategias que cada uno utiliza para llevarlo lo mejor posible… y la sensación de que, por muchas horas de vuelo que tengan, eso sigue ahí.
  • Lo que en el argot llaman «booming«, es decir, los días en los que el material no fluye, el público no entra a las bromas, y los cómicos quedan encima del escenario teniendo que remar contracorriente. Es algo tan impredecible, y a la vez inevitable de vez en cuando (hasta el mejor escriba tiene un borrón). El ver cómo gestionan esos días también es una lección interesante.
  • El glamour vs. el backstage. Un cómico de éxito puede parecer que tiene una vida estupenda, siempre en el escenario, aplaudido por cientos de personas… pero detrás hay alguien que se pasa el día viajando de acá para allá, muchas veces en soledad. Y eso por no hablar de la cantidad de sitios inmundos donde habrá tenido que actuar en su camino.
  • La competitividad de ese mundillo (o de cualquier otro, en realidad). Todos podemos tener la imagen de algunos cómicos de renombre. ¿Pero cuántos se han quedado en el camino? ¿Cuántos de los que llegaron al festival no han tenido continuidad? ¿Cuántos no llegaron ni a presentarse?
  • Y, en paralelo con la competitividad, la camaradería. Es verdad que unos triunfan y otros no, pero a la vez se pueden dar soporte unos a otros. Gestionar esa dualidad tiene su mérito.
  • Hay un tema interesante que tiene que ver con «encontrar tu propia voz». Es decir, utilizar la comedia no como un «artesano» (que lo mismo hace chistes de una cosa que de otra) sino como un «artista», alguien que utiliza ese vehículo para explorarse a sí mismo y para compartir su realidad, su forma de ver el mundo… con otros.
  • La importancia de «ser memorable». Cuando hay cómicos por centenares hay que buscar la forma de diferenciarse. Puede ser el tono de tus chistes, la forma de hablar, tu aspecto físico… pero claramente de todos los que vi hay algunos que recuerdo más, y otros que se quedan en el olvido.

En definitiva, un documental entretenido y que da para pensar en unas cuantas cosas.

El valor del self-service

Hace un rato he publicado en Digitalycia esta presentación: se trata de un esquema de trabajo para ayudar a las organizaciones a definir líneas de acción para adaptarse al entorno 2.0. O sea, uno de mis productos: yo ayudo a las empresas a definir, en base a mi conocimiento y experiencia, esas líneas de acción.

Digitalycia Plan De Acción 2.0

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El caso es que lo he comentado en Twitter y he recibido el comentario de Íñigo: «Es una presentación muy buena (y un poco self-service ¿no?)». Gracias por lo de «muy buena», por cierto. 😀
Cuando dice «self-service», entiendo dos cosas:
a) Un potencial cliente podría ver esta presentación y «cocinarse» su propio plan de acción, prescindiendo de mí. ¡Pues vaya una acción comercial!
b) Un potencial competidor podría ver esta presentación, «apropiársela», y utilizarla para vender y «robarme» clientes. ¡Otro movimiento brillante por mi parte!
Veamos. No desprecio esos «riesgos», es posible que suceda tanto lo uno como lo otro. Pero es que no creo que mi valor añadido resida en «retener» ideas (unas ideas que, por otra parte, tampoco son nada del otro mundo: vamos, que no soy un genio que se ha pasado años haciendo I+D para parir esto, ni salen del estudio de una realidad que sólo yo estoy viendo). Mi valor añadido reside por un lado en poner en práctica esas ideas, y por otro lado en mi capacidad para generar otras nuevas.
Así pues, con la publicación de la presentación, lo que quiero decir es «eh, aquí están estas ideas: si te gustan y quieres ponerlas en práctica, quizás te pueda ayudar» y también «mira, éstas son mis capacidades de análisis, síntesis, organización, creatividad… si te gustan, las puedo poner a tu servicio». Al final es como si publicas unas «instrucciones para aprender a conducir», consistentes en explicarte que hay que pisar el embrague, meter la marcha y soltar mientras pisas el acelerador. En teoría, con eso alguien podría efectivamente ponerse a conducir. Sin embargo, todos (los que conducimos) sabemos que para aprender a conducir hace falta mucho más que eso: hace falta la ayuda de alguien externo que te vaya indicando cómo se hacen esas cosas que vienen escritas, que te vaya explicando todos los matices, las excepciones, las cosas a tener en cuenta, que te acompañe en el proceso… sí, también lo puedes hacer solo, pero luego los resultados son los que son.
En definitiva, que yo no vendo el «how», sino el «know how». Regalo el «how» para mostrar que sé de lo que estoy hablando, y que merece la pena pagar por mi «know how». Si alguien prefiere quedarse sólo con el «how»… pues estupendo.
También es una forma de marcar el territorio, de hacerme notar: éste es mi argumentario, mi forma de ver las cosas. En el mundo de las ideas es absurdo pensar que puedes guardártelas en un cajón sin que nadie las vea. Las ideas fluyen, van de un sitio a otro, inspiran, se mezclan, se enriquecen. Yo lo hago con ideas de otros, y otros lo hacen con las mías. Y en este juego, prefiero ser «inspiración» y «referencia» para otros que pasar inadvertido (incluso asumiendo que parte de esos «otros» puedan jugar sucio; otros muchos jugarán limpio)

Hablar de la competencia

Digamos competencia, digamos gente del mismo sector, digamos gente del mismo mundillo… pero al final, cuando uno es un actor implicado en un mercado, hablar de otros actores implicados en el mismo es complicado, «sensible». De forma más o menos evidente, se pueden mezclar las opiniones razonables y sensatas con las «agendas ocultas» y los intereses creados. Y aunque uno procure maximizar todo lo posible el peso de lo primero y reducir a su mínima exprexión lo segundo, siempre habrá alguien que pueda interpretar lo que uno dice en términos equivocados y acusarte de lo que no es en calidad de «parte implicada».
Algo así me pasa cuando siento que tengo algo que decir en público respecto a temas relacionados con Weblogs SL. No tanto respecto a WSL sino al sector o mundillo. Sucedió cuando la tan traída y llevada fusión de Medios y Redes (o, para ser más exactos, con todo el chafardeo previo de «alguien me ha dicho que algo va a pasar…»). O me sucede hoy un poco al hilo de la presentación de Negocios Beta por parte de Hipertextual. Siento que hay cosas que me gustaría decir al respecto, y estoy seguro de que conseguiría aislar en gran medida el factor «agenda oculta» al dar mi opinión.
Pero tengo la sensación de que, indefectiblemente, alguien llegaría y trataría de buscarle tres pies al gato por el hecho de yo estar con WSL. Y empezaría a ver fantasmas donde no los hay. Y acabaría, a buen seguro, generando algún malentendido y ganándome alguna antipatía inmerecida con gente con la que probablemente no haya razón ninguna para enfrentarme.
Y uno pone en la balanza coste y beneficio potencial… y piensa «total, ¿qué gano yo metiéndome en esos charcos?. Cada cual a lo suyo». Pero no deja de ser una lástima no poder expresarse con naturalidad.
Aunque supongo que esto no es muy distinto de lo que sucede en el ámbito familiar o de amistades, donde a veces «te tienes que callar» porque puedes fastidiarla, o en el ámbito profesional donde, por ejemplo, no te metes en determinados «fregaos» con compañeros de oficina con los que tienes que lidiar al día siguiente. Coñe, si como dice Varsavsky, al final el mundo digital no deja de ser exactamente igual (con sus virtudes y sus defectos) que el mundo real.