Cuando afrontas una situación, ¿juegas a ganar? ¿o juegas a no perder? En este artículo hablaré de estas dos estrategias y de cuándo es más adecuada una que otra.
Fue mi amigo Alberto el que me habló en su día de estas dos estrategias. En realidad eran hay alguna más: aparte de «jugar a ganar» y «jugar a no perder» también podemos «jugar a perder» o incluso «jugar a no jugar». Pero desde el primer momento fueron las dos primeras las que mejor entendí, y que más me llamaron la atención.
Qué es jugar a ganar
Imaginemos un equipo de fútbol jugando una eliminatoria de Copa. Ha perdido el primer partido. Su única opción de pasar a la siguiente ronda es ganar éste. No le vale otro resultado. Así que tendrá que hacer un planteamiento al ataque. Asumir riesgos. Probar cosas diferentes. Exponerse. «Poner toda la carne en el asador», o «salir a tumba abierta», o «ir a pecho descubierto».
Jugar a ganar implica fijarse sobre todo en el beneficio que puedes conseguir, sin darle tanta importancia a los riesgos que asumes o a la posibilidad de que las cosas salgan mal.
Qué es jugar a no perder
Imaginemos la misma eliminatoria, pero pongámonos en la piel del otro equipo. Ganaron el partido de ida. No tienen que ganar este partido, les basta con no perder. Así que plantearán un partido prudente, defensivo. Quizás no tiren ni una sola vez a puerta; no es lo que necesitan.
Jugar a no perder implica evitar los riesgos, aunque eso te aleje de conseguir los beneficios que obtendrías de ganar. «Cubrirse las espaldas», «nadar y guardar la ropa».
Jugar a ganar o jugar a no perder en la vida real
La metáfora de los equipos de fútbol es útil para ilustrar el concepto. Pero el verdadero interés está en la aplicación práctica en situaciones del día a día. Y es algo que podemos aplicar en nuestra vida profesional como en la personal.
Imagina por ejemplo que tienes que hacer una presentación en público. ¿Cómo harías si «jugaras para ganar»? Querrías aprovechar esa oportunidad para lograr un gran impacto. Y para ello posiblemente buscarías alguna fórmula arriesgada de hacer la presentación. Quizás elijas un formato novedoso, que llame la atención. Darás participación al público, aunque eso te haga perder el control. O puede defiendas algún punto controvertido, para generar polémica. Asumirás el riesgo de que haya gente a quien no le guste, pero no querrás pasar desapercibido.
¿Y si jugaras para no perder? Te preocuparían las críticas, hacer el ridículo. Seguramente optes por un formato clásico y convencional. No defenderás una tesis muy arriesgada, ni pisarás ningún callo. No vas a salir a hombros, pero tampoco te van a tirar tomates. Cubrirás el expediente, y ya está.
Piensa en cualquier situación de tu día a día: el enfoque de un proyecto, una primera toma de contacto con un cliente, una conversación con tu pareja, la elección de tu destino de vacaciones, un evento familiar, una reunión de trabajo. ¿Cómo sería si «juegas para ganar»? ¿Y cómo sería si «juegas para no perder»?
Una estrategia para cada situación
Hay un riesgo, cuando se contemplan estas estrategias… es el de creer que «jugar para ganar» es mejor. Que es de valientes. Y que «jugar para perder» es de cobardes. Así que siempre tendremos que «jugar para ganar»… ¡pero no es así!
Hay situaciones en las que «hay mucho que perder, y poco que ganar«. Seguro que puedes pensar en más de una y más de dos. En esas situaciones, «jugar a no perder» es lo adecuado. ¿Para qué correr riesgos, si la potencial ganancia es poca o ninguna?
Por contra, hay situaciones en las que «hay mucho que ganar, y poco que perder«. Aquí tiene sentido «jugar a ganar». Si pones en la balanza el riesgo y la ganancia, te das cuenta de que merece la pena.
¿Tu prefieres jugar a ganar o jugar a no perder?
El caso es que cada uno tenemos un cierto sesgo hacia una u otra. En inglés hablan de promotion-focused vs. prevention-focused. Hay personas que se centran con más facilidad en «lo que podrían conseguir» antes que en «lo que podrían perder». Y otras se centran (nos centramos, que yo soy una de ellas) más en el riesgo que en la ganancia.
Lo importante aquí es que, aunque tengamos una preferencia, podemos elegir. Porque como decía más arriba, hay situaciones donde una estrategia es más recomendable que otra. Y si siempre nos dejamos llevar por nuestra inercia, podemos estar cometiendo un error.
Así, si eres de los «promotion-focused», puede que estés asumiendo riesgos innecesarios, exponiéndote en situaciones que no merecen la pena. Y que acabes sufriendo las consecuencias. Igual que un «prevention-focused» estará dejando de aprovechar oportunidades por ser innecesariamente prudente.
Se trata de ser conscientes de que estas estrategias están en nuestra mano. Y hacer el ejercicio de elegir aquella que más se ajuste a la situación que se nos presente.
En cierto modo, tiene relación con los seis sombreros de pensar de los que hablaba hace poco: podemos tener una tendencia natural (como la mía, al sombrero negro), y eso es razón de más para hacer el esfuerzo consciente de «ponernos los otros sombreros».
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