Pasando de los gastos en metálico

Hace ya tiempo confesaba lo poco que me gusta pagar en metálico. Me parece incómodo, y además pierdes en gran medida el control sobre «a dónde va tu dinero» (os invito a que reviséis cuánto habéis sacado del cajero en el último mes… y a ver si sabéis en qué os lo habéis gastado).
Durante mucho tiempo he tratado de llevar un control de mis gastos en metálico. Cada vez que hacíamos una compra en metálico, procuraba quedarme con el ticket. Los tickets se iban acumulando, y una vez cada x tiempo (un mes, dos meses…) dedicaba un buen rato a «picármelos» en el ordenador. Y a pesar de ello, siempre se me «perdía» una cantidad (digamos un 20%) en gastos sin justificante.
Pues bien; he decidido dejar de hacerlo. ¿La razón? El proceso en un coñazo (tanto el andar pendiente todo el día de los tickets, como el sacar fuerza de voluntad para dedicarse a una tarea tan aburrida como picarlos), y la realidad es que a lo largo del tiempo no me ha servido absolutamente de nada. Sí, tengo registrados los gastos en metálico de los últimos años… ¿y qué? ¿He hecho algo al respecto? ¿He modificado en alguna medida mis patrones de comportamiento en función de esos datos? La realidad es, simple y llanamente, que no. Y es normal que así sea, ya que por lo general no hacemos gastos «raros», simplemente los gastos corrientes que son los que son y sobre los que tampoco caben grandes decisiones.
Así que, poniendo en una balanza el coste de controlar los gastos en metálico, y los beneficios derivados de hacerlo… he tomado la decisión. Y estoy convencido de que no pasará nada. Me limitaré a tomar nota (vía extractos bancarios) del dinero que vamos sacando del cajero, y si acaso de algún gasto extraordinario que podamos tener. Pero eso de andar recopilando cada ticket de la frutería, se acabó. Que una cosa es tener cierto control sobre tus finanzas, y otra autoimponerse un «castigo» que no lleva a ningún sitio.
Foto: Luz Bratcher

La vida y la gasolina

Lo leí en un tuit de Jeroen Sangers, que citaba a Tim O’Reilly:

El dinero es como la gasolina durante un viaje; no quieres quedarte sin ella en el camino, pero no planificas el recorrido buscando gasolineras.

Me gustó, me hizo pensar. Cuando uno planifica un viaje lo hace pensando qué quiere ver, dónde quiere ir, qué quiere hacer. Ésos son sus objetivos. Luego, claro, necesitará gasolina (mucha o poca) para llegar allí. Pero la gasolina es algo instrumental, al servicio de los objetivos, y no al revés.
En la vida también deberíamos hacer lo mismo. Plantearnos nuestros objetivos vitales, qué queremos hacer, qué experiencias queremos, qué estilo de vida buscamos. Y en función de eso, necesitaremos dinero para cumplir esa visión. Pero, de nuevo, el dinero es instrumental y al servicio de los objetivos. Sin embargo, en demasiadas ocasiones nos encontramos atrapados en una dinámica perversa en la que «conseguir dinero» es lo primordial, y organizamos nuestra vida entorno a ello aunque eso suponga «vivir mal» (en horarios, preocupaciones, ausencia de tiempo, dejar de lado lo que nos gusta, a nuestros amigos, a nuestra familia, nuestros hobbies…). Nosotros solos nos metemos en la «carrera de la rata» y al final acabamos preocupándonos más de las gasolineras que de ir a donde queríamos ir.
Foto: Svadilfari

Dinero en metálico: el pozo sin fondo

No me gusta nada el dinero en metálico. No me gusta pagar en metálico, no me gusta llevar dinero encima. Alucino con esa gente que va por ahí con fajos de billetes, y de hecho tengo un caso bastante cercano que simplemente no tiene tarjetas de débito, ni de crédito, ni nada: cuando tiene que hacer alguna compra (no importa la cantidad) se baja a su entidad financiera, pide billetes fresquitos… y se va con ellos en el bolsillo a hacer la transacción.
No entiendo qué sentido tiene ese tipo de comportamiento. Es mucho más incómodo, más arriesgado… y encima es una fuente relevante de gasto. Y me explico.
Yo procuro pagar siempre con tarjeta. Así hay un registro claro de cuándo, dónde y cuándo me gasto el dinero, lo que me permite hacer un seguimiento de mis finanzas personales mucho más acotado. Aun así, por supuesto, llevo dinero en metálico: porque hay pequeños gastos que no tiene sentido hacerlos de otra forma, o porque a veces hay imprevistos (como en un restaurante hace poco, donde «se les había estropeado el datáfono»… aunque a mí me olió a «no queremos pagar la comisión, paga en metálico»).
De todas formas, procuro llevar un registro (mediante los tickets de compra, o apuntando los gastos en un papelito) de dónde se ha ido gastando ese dinero en metálico. Y el problema es que, a pesar de este intento de control, siempre tengo un desfase: si he sacado X del cajero, sólo puedo «justificar» con lo que tengo apuntado una parte (importante, pero no completa) de ello. Teniendo en cuenta que mi hijo todavía no tiene edad para sisarme… la conclusión es que inevitablemente, por mucho cuidado que ponga (obviamente, no soy un obseso del tema), hay unos cuantos euros al cabo del mes que «no sé dónde han ido».
Lo más probable es que se traten de «pequeños gastos» (un día compras el periódico, otro día le compras unos gusanitos al enano, etc.) que te olvidas de apuntar. Pero no deja de resultar frustrante, cuando estás intentando mantener un cierto orden en la economía doméstica, tener ese «agujero negro».

Billetes de 500, ¡existen!

Que sí, que sí que existen. Que yo he visto uno. He aquí la prueba gráfica.

Billete de 500 euros

Ocurrió el otro día, en una comida con amigos. Llegada la hora de la cuenta, empezamos a sacar todos nuestras miserias de 20 o de 50 euros para pagar a escote. En ese momento, uno de ellos dijo «traed, que me viene bien tener cambio». Y apareció el billete de 500, así, tan nuevecito (únicamente con las arrugas derivadas de las dobleces).
Casualmente, su propietario se dedica a la promoción inmobiliaria. Y es originario de las Rias Baixas.
Lo que yo digo; casualidades.
PD.- Sí, ya sé, este post me deja como un pobretón que no «maneja lana». Lo cual no dista mucho de la realidad :). Pero es que, además, nunca jamás he sido de ir con dinero en metálico. Como para ir con billetes de quinientos en quinientos.