Yevadme al G20, por fabor

No suelo meterme mucho en cuestiones políticas. Pero no he podido evitarlo. El papel que está haciendo nuestro Gobierno a cuenta de su no inclusión en los grandes centros de decisión y consenso internacional para avanzar en la resolución de la crisis es sencillamente patético. Todavía siguen con el soniquete de lo influyentes que somos, y de lo importantes que somos a nivel internacional… y lo cierto es que a cada ocasión que se presenta, el resto del mundo nos vuelve a ignorar.
Y ahí tenemos a «toda la diplomacia española» mendigando de un lado a otro un huequito en esas reuniones, aunque sea en el gallinero, aunque sea para poner los cafés. Todo sea con tal de salir en la foto y sacar pecho ante los ciudadanos. ¿Y si resulta que, a última hora, nos dejan ir? Todavía nos venderán que hombre, por supuesto, que no podíamos faltar, que se les debía haber traspapelado la invitación.
Es la diferencia entre ser influyente de verdad, y pretender que se es influyente. Al influyente de verdad no le hace falta mendigar por las esquinas un poquito de atención.
En fin, siempre resulta un tanto vergonzante ver como nos intentan vender la moto a los ciudadanos, cómo nos toman por idiotas sin caérsles la cara de vergüenza.. Antes fue el «no hay crisis, y quien hable de crisis es un antipatriota», la «champions league de la economía», etc. Ahora es el «somos un país influyente, aunque el resto del mundo no lo sabe».
Mi duda es si son tan rematadamente lerdos como para creérselo de verdad, o tan rematadamente manipuladores como para creer que nos lo tragaremos.
PD.- Ahora son éstos porque son los que gobiernan. No me cabe la menor duda de que «los otros» harían tres cuartas de lo mismo.
PD2.- La foto original que ha servido como base al montaje es ésta.

Rajoy sigue, ¿bueno o malo para el PP?

En fin, los últimos días estoy muy político, pero imagino que la situación lo requiere.
Después de la derrota del pasado domingo (por mucho que se quiera vender la burra, es una derrota; no una debacle, pero desde luego no un triunfo), la gran incertidumbre era qué iba a pasar con el PP. Bueno, lo sigue siendo. Pero con una incógnita menos: Rajoy no se va, quiere volverlo a intentar.
¿Es esto bueno, o malo? Pues (haciendo honor al galleguismo del personaje) «depende». Depende de qué Rajoy sea el que intenta esta nueva aventura, de qué planteamientos hace, de qué equipo se rodea. Desde que Aznar le designó como el «heredero», siempre tuve simpatía por este hombre. Pensé que, de su mano, el PP podría retomar el discurso centrista / moderado que tan buenos resultados le dio en el periodo 1996-2000 (que acabó con una rotunda mayoría absoluta) y que abandonó en gran medida en el 2000-2004. Pensé que, de su mano, desaparecerían los Acebes, Zaplanas y demás rostros «duros» (que no caraduras, ojo :P) que representaban la imagen y el discurso más «derechista» y que serían sustituidos por la «nueva hornada» (Ana Pastor, Núñez Feijoo, Gallardón, etc.) de corte más moderado.
Pero aquéllo no pasó. Acebes secretario general, Zaplana portavoz. El discurso del PP, lejos de centrarse, parecía cada vez más escorado a la derecha. Incluso el bonachón Rajoy interpretaba ese papel. Pero, a decir verdad, nunca le vi cómodo en ese ambiente crispado.
Siempre he interpretado que a Rajoy le tocó lidiar con huesos duros de roer dentro de su propio partido. Que sus inquietudes centristas, dialogantes y moderadas fueron frenadas por los sectores más conservadores del partido. Y que en aras de mantener la «unidad interna» (al menos de puertas para afuera) Rajoy tuvo que hacer concesiones y jugar a un juego que no quería.
Su decisión de volverlo a intentar yo la interpreto como un gesto de orgullo. De decir «si he de perder y marcharme, que sea por haber puesto sobre la mesa mis ideas y mis equipos y, no como ha sucedido ahora, por haberme visto obligado a jugar el juego de otros». Por eso intuyo que el equipo que presentará al congreso del PP será bastante distinto al que ha tenido durante estos cuatro años, y bastante parecido al que yo hubiera querido en un primer momento.
Por supuesto, de ser así, no lo va a tener fácil. Hay muchos en el PP que daban por amortizado su puesto y que ya estaban preparándose para el asalto al liderazgo, y a quienes esta decisión les habrá chafado los planes. Y ahora tienen dos opciones, la primera empezar con zancadillas internas de todo tipo (incluyendo los «mensajitos» a través de los medios afines, que ya desde ayer empezaron con la labor de zapa). Y la segunda, la guerra frontal: plantear candidaturas alternativas y a ver quién prefieren las bases populares. Lo que no creo que vaya a hacer Rajoy es presentar un equipo «de consenso»; eso ya lo ha hecho, y ya sabe qué resultado va a obtener.
Claro, que también puedo estar equivocado… :). Quizás sea solo un gesto para aplazar el anuncio de su marcha (y poder hacer una transición ordenada). En todo caso, se presenta (y me alegro) un inicio de legislatura movidito para el PP. Lo necesitaba el partido, y lo necesitaba el país.

UPyD; no todos los votos son iguales

Sabía que iba a ocurrir ya desde el mismo momento en que me planteé votar UPyD. Sabía que mi voto iba a contar menos que el de otros votantes. Algo que me parece tremendamente injusto, y que debería llevar a cambiar el sistema electoral en España. Ahora, cuando ya está casi todo el pescado vendido y hay datos fehacientes, es el momento de ponerlo encima de la mesa.
Dicen que la democracia es lo de «un hombre, un voto». Y sí, es verdad, se cumple en nuestra democracia. Pero luego resulta que no todos los votos valen lo mismo, así que… ¿no todos los hombres valemos lo mismo? Yo no lo entiendo.
UPyD ha reunido, grosso modo, 300.000 votos en España. Ha conseguido 1 diputado. Ese diputado a Nafarroa Bai le ha costado la quinta parte de votos. Con prácticamente los mismos votos (unos 300.000), PNV ha conseguido 6 diputados. ERC, con menos votos (unos 280.000 votos), consigue el triple de diputados.
Honestamente, me parece una vergüenza. Este sistema es profundamente injusto, porque hace que mi voto valga menos que el de otros. E introduce un sesgo incomprensible, ya que provoca que los partidos que se presentan en toda España tengan una seria desventaja respecto a partidos que se presentan en un par de circunscripciones (normalmente, nacionalistas). Es decir, que el partido que se preocupa sólo «de lo suyo» está encima mejor tratado que el partido que se preocupa por «lo de todos».
Circunscripción única ya.

Elecciones 2008; pensamientos a vuelapluma

Bueno, pues ya están las elecciones casi finiquitadas. Queda todavía algo por escrutar, pero la suerte está echada. Realmente ninguno de los escenarios me iba a satisfacer demasiado: el PSOE no me gustó en esta legislatura, y no quería que repitiera. Pero el PP tampoco me pareció que estuviera a la altura como para ser la alternativa. Así que, ganara quien ganara, me iba a quedar con la sensación de «no era esto lo que quería»…
En fin, algunas reflexiones a vuelapluma:

  • El PSOE gana, incluso crece… pero tampoco arrasa (como por ejemplo hizo el PP en 2000, tras su primera legislatura). Me gustaría (aunque dudo que lo hagan) que alguien en el PSOE se plantease por qué su gobierno no ha concitado un apoyo más unánime. Y no, no vale «la culpa es del PP», que esa canción ya nos la sabemos. Yo en su situación, desde luego, me preguntaría «qué no hemos hecho bien».
  • El PP pierde… pero crece respecto a 2004, gana votos, gana diputados… la verdad, puestos a perder yo hubiera preferido una derrota mucho más contundente, un fracaso en toda regla. Algo que hubiese provocado una catarsis, una fuerte autocrítica, una renovación. Estos resultados, sin ser buenos, son lo suficientemente «decentes» como para que no haya cambios. Y creo que el PP los necesita si quiere volver al gobierno
  • Los nacionalistas «de toda la vida» siguen ahí: CiU y PNV siguen siendo fuerzas importantes. Aun cuando parece que se pueden ver afectados por otros nacionalismos más radicales, ellos se mantienen. Y ya puestos a que haya nacionalismos en el Congreso (algo dicutible en mi opinión, pero hoy es lo que hay), prefiero que sean de éstos que, con sus cosas y sus gestos «de cara a la parroquia», tienden a ser razonables (no en vano son «conservadores»)
  • Castañazo de ERC: pues me alegro. Siempre me han parecido una gente muy pintoresca, pero poco seria. Así que cuanta menos influencia tengan, mejor.
  • IU sigue su lento camino a la desaparición: siento cierta lástima, porque creo que es interesante una fuerza de izquierdas (entre otras cosas, para ocupar ese hueco y facilitar que el PSOE se fije más en el centro). Pero IU juega demasiado a las utopías… y así les va. Creo que la gente quiere votar ideas y partidos «razonables», y en IU sacan los pies del tiesto con demasiada facilidad
  • UPyD entra en el Congreso. Me alegro mucho. Es lo que yo he votado, las razones ya las expliqué. Conseguir representación parlamentaria era como lograr una «bola extra», recibir un espaldarazo mínimo como para ganarse cuatro años de tranquilidad y una cierta visibilidad para construir un partido. Espero que lo sepan hacer bien y que dentro de cuatro años se hayan ganado el derecho a seguir creciendo como alternativa

Isaías, uno de los nuestros

Es duro. Y lamentablemente, inevitable. Matar es demasiado fácil, un cobarde con una pistola no necesita mucha infraestructura para matar, ni un plan elaborado que se pueda destruir. Sacar pistola, disparar, correr.
Dicen por ahí que «los únicos culpables son los que aprietan el gatillo». Pero yo no estoy de acuerdo con que hay un único responsable, el que apretó el gatillo. Ni en ampliarlo, de forma genérica, a «ETA». Hay muchos más. Los que le ayudaron. Los que le protegen. Los que le esconden. Los que miran para otro lado. Los que, en su fuero interno, piensan que Isaías “se lo merecía”. Los que piensan que éste no, porque era “un trabajador”, pero que si hubiese sido un Guardia Civil, o un militar… o un político… o uno que viva en otro sitio, no “en nuestro pueblo”….
El problema del terrorismo es un problema no por los pistoleros. Si solo fuera eso, sería un problema de delincuentes, de mafiosos, como hay tantos. El problema del terrorismo son todos los demás. Todos los que no disparan, pero que tampoco rechazan a quienes lo hacen. Y lamentablemente son más de los que creemos. Es contra éstos contra los que hay que pelear, contra los que de hecho pelean a diario las gentes como Isaías, ejemplos cotidianos de grandeza, de valentía, de dignidad. Puede sonar raro, pero no es la lucha de policías contra pistoleros la que nos debe preocupar, porque ésa por descontado que la vamos a ganar (aunque tengamos la «desventaja» de que nosotros respetamos el estado de derecho – es una desventaja operativa, pero es lo que nos permite identificarnos sin ningún género de duda como «los buenos»). La crucial es la lucha de la sociedad sana, democrática (con sus discrepancias, claro)… contra esa parte de sociedad enferma. Ése es el cancer que tenemos que curar. Los pistoleros son sólo el síntoma.
En cuanto al impacto político, es inevitable. Este atentado pone el foco, a última hora, sobre uno de los asuntos relevantes en la agenda política. E inevitablemente nos trae a la cabeza cuál ha sido el comportamiento de unos y otros a lo largo del tiempo. Por mucho que los políticos se hayan esforzado transmitir una imagen de unidad. Porque todos sabemos que esa unidad no es real, y que todos han tenido que hacer un esfuerzo para aparentarla (porque no puede ser de otra manera; y aun así, se ven las «fisuras»). Pero siguen existiendo divergencias de base que no se curan de un día para otro: el fin es el mismo, pero los medios no. Y tampoco hay voluntad de consenso: cada uno de los grandes partidos quiere que el consenso suceda sin moverse de su posición, esperando que sea “el otro” el que “desista”. Ésa es la realidad (de la que tan responsables son unos como otros), lo que acabará aflorando tras la apariencia de unidad. Hacen falta muchas cosas (entre ellas, una altura de miras que nadie ha demostrado hasta ahora; y tiempo, mucho tiempo) para que esa herida restañe.
Mientras tanto, a votar. Y a seguir luchando para que los que forman esa parte enferma de la sociedad sean cada vez menos, para que ningún niño crezca con esa concepción del mundo, para ganarles terreno en las calles, para conseguir que den cuenta de lo equivocados que están y de lo repugnante de su posición, para conseguir que se avergüenzen y nos pidan perdón, para conseguir que den el salto a nuestro lado de la sociedad, para marginarles en la vida cotidiana si no lo hacen. Y a seguir gritando a nuestros políticos que se olviden de partidismos y hagan un esfuerzo real de consenso, de centrarse en lo que nos une a todos por encima de sus divergencias partidistas. Que no nos merecemos menos.

UPyD … ¿y por qué no?

Hoy en el Beers&Blogs ha estado Rosa Díez. Curioso, por cierto, que su presencia me haya generado infinitamente menos rechazo (vamos, nulo en realidad) que el que me generó la visita de Miguel Sebastián hace unos meses (y Rosa Díez no deja de ser una periodista política en campaña… aunque con menos gorilas y menos cohorte de periodistas). No sé, será que he asumido la normalidad de estas situaciones. O que Rosa Díez tiene su blog «de verdad» (y no uno de pinypon como el del candidato Sebastián). O que Rosa Díez me parece de largo mucho más honesta y menos dada a meramente «salir en la foto» (sensación que me ha confirmado en el rato que ha estado por allí). O pura incoherencia por mi parte, qué le vamos a hacer. Pero bueno, éste no es el tema, si no su partido, Unión, Progreso y Democracia (UPyD)
Se acercan las elecciones… y mi voto por decidir. Yo soy uno de ésos que, teniendo unas ciertas nociones políticas, no se casan con nadie a priori: PP o PSOE, he votado a los dos en el pasado. Y para ser honestos… no tengo ganas de votar a ninguno de ellos en esta ocasión. A unos porque me han dejado la amarga sensación de que no merecían la confianza que les dí, y a los otros porque no han hecho nada por recuperar la confianza que dejé de tener en ellos.
La abstención no es una opción. Y no por aquello de «si no votas, luego no te quejes» (que me parece un argumento ridículo), sino porque ya ha quedado demostrado que la abstención (a pesar de alcanzar unas cifras escandalosas, y cada vez peores) es algo que los políticos ni sienten ni padecen: aunque vote el 10% del electorado y el 90% se quede en casa, con ese 10% se hace el reparto de poder y a llenar el parlamento como si tal cosa, sin cuestionarse qué legitimidad pueden tener con esas cifras.
Creo firmemente que en España hace falta un tercer gran partido nacional. Un partido equilibrado ideológicamente, que rompa el binomio formado por unos PP y PSOE empeñados cada día más en convertir la política en una lucha «contra el otro» en vez de una pelea «a favor del ciudadano». Un partido con una cierta representatividad que haga el papel de árbitro en la lucha de poder y se lo quite a partidos de corte nacionalista que no se preocupan en absoluto del bien de todos los españoles, sino única y exclusivamente del de su región, y que sesgan de forma desproporcionada la acción de unos Gobiernos que se ven obligados, pactos mediante, a gobernar más a favor de unos españoles que de los demás.
Es evidente que la consolidación de una opción de estas características es difícil. Es una cuestión de historia (los grandes partidos tienen una masa de votantes ya hecha, un nuevo partido nace de cero), de recursos económicos (los partidos grandes parten con mucho dinero y una gran infraestructura para promocionarse, los pequeños no), de apoyo mediático (los medios apoyan a los partidos con posibilidad de gobernar: son los que luego les dan las noticias, y el dinero a través de innumerables campañas institucionales) y de una ley electoral que castiga a quien obtiene «muchos poquitos» frente a quien obtiene «pocos muchos» (ganar un diputado para un partido de corte nacional requiere muchos más votos porque quedan repartidos entre todas las provincias resultando insuficientes para ganar el diputado en esa provincia, aunque en conjunto sean muchos más votos que los que, concentrados en una única provincia y por lo tanto dando acceso a la plaza, puede recibir un partido de corte nacionalista).
Visto así, podría pensarse que el voto para UPyD es un voto «inútil». Pero quizás, por encima de conseguir representación parlamentaria o no, lo que está en juego es transmitir un mensaje. Mensaje de que hace falta alguien que ocupe ese espacio político. De que sobra crispación y falta equilibrio. Quizás si se juntan unos cuantos miles de votos alguien empiece a pensar que otra política es no sólo posible, sino también demandada por parte de la sociedad. Quizás con esos miles de votos se consiga poner el foco de atención sobre este germen de alternativa, se atraigan más recursos, más personas… y se le dé aire a la iniciativa para que dentro de otros cuatro años tenga más cuerpo y esté más cerca de jugar un papel más importante.
Así que… ¿por qué no?
PD.- Obviamente, no llego a estas conclusiones porque Rosa Díez haya ido al B&B. La alternativa de un partido nacional «distinto» es algo que siempre he manejado como idea atractiva, y me interesé por UPyD hace ya unos meses (incluso valorando, pero muy superficialmente, una posible afiliación). No cabe duda de que es un partido todavía por hacer, con muchos posicionamientos ideológicos por definir, en el que surgirán inevitablemente vicios propios de este tipo de organizaciones (luchas por el poder, ambiciones, tejemanejes, etc.)… pero hoy por hoy es, al menos, una alternativa distinta. A este PP ya lo conozco, y no me gusta. Y a este PSOE también, y tampoco me gusta.

Los políticos y los votos en internet: un futuro negro

Pasa cada vez que se acercan las elecciones. Vemos a políticos (perdón: a equipos de campaña de políticos) que diseñan acercamientos a internet: ahora un mitin en secondlife, ahora un beers&blogs, ahora un perfil en facebook, ahora una cuenta en flickr, ahora un blog… todo vendido con la fanfarria de «internautas, mirad qué modernos y cool somos, votadnos a nosotros».
Pero lo cierto es que la mayoría, por no decir el 100%, de estos intentos, son torpes y burdos. Son acercamientos con un enfoque tradicional, de «yo hablo y vosotros escucháis», un intento de conseguir un puñadito de votos exactamente igual que cuando se acercan a un mercado. Me dejo ver, estrecho un par de manos, y a otra cosa mariposa.
Pero internet es otro mundo. Normalmente hablamos de un perfil crítico de partida, que gusta de darle vueltas a las cosas, que necesita algo más que un slogan y un caramelo para decidir un voto. Un perfil inquieto que busca argumentos y justificaciones, que está acostumbrado a las relaciones «uno a uno», que discrimina los contenidos que quiere consumir, que exige ser escuchado y no sólo asistir a un «besamanos» digital.
«Trabajarse» al internauta requiere de un gran esfuerzo. Por contra, trabajarse a la «masa» cuya percepción del mundo se forma a base de titulares de periódicos y slogans repetidos en radios y televisiones no requiere tanto. Unos mensajes simples y hala, a repetirlos a diestro y siniestro. ¿Resultado? Millones de personas adoctrinadas y movilizadas (¿manipuladas? sí, manipuladas), con un coste limitado. En el otro lado, un puñado pequeño de votantes internautas que encima son un hueso duro de roer. Y como un hombre, un voto… pues está claro dónde está el caladero de votos interesante.
Por eso creo firmemente que nunca vamos a ver, sobre todo en la política nacional, políticos que se tomen en serio eso de ser «internautas» de verdad. En un análisis coste-beneficio, no les sale rentable. Seguirán «apareciendo» (guiados de la manita por algún iluminado de su equipo de comunicación) por distintos sitios de internet, a ver si pescan algo sin mucho esfuerzo y también a ver si consiguen que esas apariciones sean magnificadas por la prensa tradicional. Pero no nos engañemos: mientras haya millones de ciudadanos acríticos, que votan a toque de corneta («que os quitan las pensioneeeeeees» «que se rompe Españaaaaaa» «el del bigote es malooooo» «la derecha ultramontanaaaaa» «la izquierda radicaaaaaal»….), los políticos no tendrán ningún interés en un grupúsculo de ciudadanos críticos.

Políticos mediocres

Me tranquiliza, y me apena, ver que hay más gente que opina como yo de los políticos…

Desde hace algún tiempo vengo manteniendo la tesis de que la gente mejor preparada huye de la política y se dedica a otros campos de actividad […] Nuestro sistema político tiene un problema adicional que nos ha convertido en el reino de los mediocres. Si hacemos cuentas y sumamos diputados, senadores, diputados autonómicos, alcaldes y concejales que viven de ello, miembros de los gobiernos nacionales y autonómicos y altos cargos políticos de todas esas administraciones, el resultado es una cifra espectacular. Quiere ello decir que, aunque sólo fuera por razones estadísticas, el número de alelados que se dedica a la política por fuerza tiene que ser ya alto. Si a ello unimos mi primera consideración, el panorama es desolador. Así les tienen que hacer señas con los dedos para que sepan qué votar y algunos hasta así se equivocan. Estamos gobernados por una clase política que malviviría si se tuviera que ganarse la vida con su profesión que, en muchos casos, no se sabe ni si tienen.

Javier Capitán