Si yo fuera un cliente…

Hoy estoy revisando un trabajo realizado por un compa�ero para un cliente. Se da la circunstancia, adem�s, de que es un trabajo sobre un tema del que s�lo tengo una vaga idea, y del que mi compa�ero es experto.

El tener «s�lo una vaga idea» de algo supongo que me pone a la altura de un cliente-tipo. La mayor�a de ellos, cuando te llaman, son capaces de hablarte de su empresa, de c�mo la ven, de las cosas que pasan en ella… pero no de soluciones t�cnicas a los problemas que puedan tener. S�, es posible que sean tipos con un master estupendo, mucha experiencia, aficionados a leer revistas y libros del ramo… pero su d�a a d�a les aleja, inevitablemente, del conocimiento t�cnico especializado, y m�s cuanto mayor es su nivel directivo.

As� pues, leo como un cliente («like a client»… �har� Madonna una versi�n?) este trabajo que me pasa mi compa�ero. Y no entiendo nada. He tenido que dedicarle un buen rato de lectura «comprensiva» (radicalmente opuesta a la lectura «diagonal» que es propia del directivo), y s�lo as� he conseguido llegar a enterarme algo…

He cogido el boli rojo (arma de destrucci�n masiva donde las haya) y he empezado a sugerir cambios. Cambios que considero, honestamente, necesarios para que el documento sea legible para un cliente. Cambios que van desde el enfoque del documento («si yo fuera un cliente… �qu� inquietudes tendr�a?»), a su estructura («si yo fuera un cliente… �qu� ser�a lo primero que querr�a saber? �Y despu�s?»), a su lenguaje («si yo fuera un cliente… �entender�a esta frase? �dar�a por sabidas las cosas que no estoy poniendo?») o incluso a su formato («si yo fuera un cliente… �le prestar�a atenci�n a este documento?»).

Muchas veces, los consultores elaboramos documentos mir�ndonos al ombligo. El contenido «t�cnico» ser� impecable, no se duda. Y parece que, con eso, ya tenemos todo hecho. Sin embargo, nos olvidamos de que el cliente ya nos da por supuesto el conocimiento t�cnico, y lo que valora de nosotros es la capacidad que tengamos de hac�rselo entender a �l y de implantarlo en su organizaci�n. Y eso exige un esfuerzo de empat�a, de ponernos en su lugar y tratar de saber qu� quiere y c�mo lo quiere.

A veces, esto sucede por falta de empat�a… y otras, por puro miedo. Pensamos que, haciendo cr�pticos nuestros documentos, estamos salvaguardando nuestro conocimiento y aparentando que no s�lo sabemos mucho m�s de lo que realmente sabemos, sino que lo que decimos es m�s importante y solemne de lo que es en realidad. Pensamos que as� estamos fomentando que nos vuelvan a contratar, pero es dif�cil… lo que contratar�n ser� OTRO consultor para interpretar lo que nosotros les dijimos.

�Lo peor? Que no dudo de que cuando este mismo compa�ero coja un documento m�o y trate de leerlo… encontrar� en �l todos los fallos que yo he encontrado en el suyo. Y es que lo de ver la paja en el ojo ajeno se nos da tan bien…

Consultores en el Gobierno

Leo en Reflexiones de un Modernista un comentario acerca del Archivo de Salamanca y la pol�mica desatada por el comit� de «expertos» que, en principio, est� asesorando al Gobierno en esta materia.

Sin entrar en el tema del Archivo, que parece que cae por su propio pie (desde el punto de vista archiv�stico hacia un lado, desde el punto de vista pol�tico hacia otro), si me gustar�a hacer menci�n precisamente a este «Comit� de Expertos» seleccionado por el Ministerio para dar su opini�n al respecto.

Llama la atenci�n la forma en que un Gobierno recurre a «expertos» (veas� por ejemplo el tan cacareado Comit� de Sabios de RTVE) para ayudarle en la toma de decisiones. No porque est� mal recabar opiniones de quien puede saber m�s que t�, sino porque el tratamiento que se le da a las opiniones de los expertos es poco menos que vinculante… As�, los expertos m�s que aportar elementos de juicio, acaban tomando las decisiones ellos mismos. Porque los dict�menes de estos expertos, pese a ser consultivos y no vinculantes, est�n sometidos al escrutinio de la prensa. As� pues, si el Gobierno no hace lo que dicen los expertos, surgir� la duda de «ï¿½para qu� est�n los expertos si no se les hace caso?». Y si se les hace caso, surgir� la duda de «ï¿½para qu� pagamos funcionarios y pol�ticos, si luego las decisiones las toman unos externos?».

Este caso es, adem�s, m�s sangrante que su an�logo empresarial, que somos los consultores. A los consultores se nos puede presuponer un determinado conocimiento funcional o sectorial, que no haya en la empresa, y que justifique la consulta.

Sin embargo, llama la atenci�n pensar que en un Ministerio determinado no exista el conocimiento funcional o sectorial necesario para la toma de decisiones… �entonces qu� hacen exactamente la legi�n de funcionarios subvencionada por nuestros impuestos? �qu� requisitos se le pide a un pol�tico para hacerle ministro de algo, o director general de algo? Y, al margen de conocimientos… �qu� hay de la voluntad pol�tica? �Es que los Gobiernos no tienen nada que decir, al margen de la opini�n de los expertos?

Quiz�s la soluci�n sea la que emplean muchos de los clientes de consultor�a: contratan a un consultor, reciben sus consejos EN PRIVADO… y luego hacen lo que les sale de las narices, utilizando a los consultores en la medida que les interesa y obviando lo que les pueda molestar… que para eso ellos son los «jefes».

Los chamanes del siglo XXI

Hoy el Sr. Mart�nez (ESTRATEgA) ha tenido a bien dedicarnos a los consultores un magn�fico art�culo titulado «Chamanes».

Es de lectura imprescindible, por lo ingenioso, lo bien constru�do que est� y por las reflexiones que genera… y es que al final, nuestra profesi�n es antigua, mucho m�s de lo que nos imaginamos, y en el fondo no ha cambiado tanto en todos estos a�os.

Y qu� quer�is que os diga, sentirme por un momento un «cham�n» hace que la relaci�n amor-odio que tengo (tenemos) con nuestra profesi�n se incline, un poquito m�s, hacia el amor.

La nieve y las metodologías

Hay que fastidiarse con el temporal de frío polar… ¡¡al final iban a tener razón los de Protección Civil!!

Ayer mientras viajaba, contemplando la nieve que caía alrededor, no pude por menos que hacer una reflexión que hoy traigo aqui. Dicen los que saben de esto que es difícil, por no decir imposible, encontrar dos copos de nieve iguales. La estructura de cristales que los compone se forma de tal manera que la hace irrepetible. Así, cada copo de nieve resulta único…

Las empresas, en este sentido, son como copos de nieve. Lo que es cada empresa en la actualidad está definido por un número tal de factores que hace imposible encontrar dos iguales. Desde la personalidad de su fundador, pasando por las circunstancias históricas que haya atravesado, al impacto que cada una de las personas que se han relacionado con ella (trabajadores, clientes, proveedores, competencia), las decisiones estratégicas que se han tomado… son elementos que configuran un ente único, irrepetible, como es cada una de las empresas existentes.

Si uno asume esta realidad (lo difícil sería no hacerlo), resulta extraña una de las costumbres más arraigadas de los consultores: las «metodologías».

Casi todos los consultores del mundo dedican una ingente cantidad de recursos (tiempo de sus profesionales, dinero, materiales, instalaciones…) a la elaboración de metodologías. Las empresas más grandes, incluso, dedican recursos a tiempo completo a esta tarea, creando «El Centro para la Excelencia» y cosas similares. Todos estos esfuerzos cristalizan, en un momento u otro, en la plasmación de dicha metodología en un esquema más o menos sencillo, una especie de «receta» o «guiaburros» que promete, con la solvencia que le dan todos los expertos que hay detrás de su elaboración, una especie de «solución universal», una piedra filosofal que permita, por su mera alicación en una empresa, la resolución de los problemas que pudiesen aquejarla.

Estas metodologías se convierten así en la piedra angular de la labor de muchos consultores. La incluyen en todas sus presentaciones, propuestas, folletos de publicidad… habitualmente, la metodología es patentada y eso se proclama a los cuatro vientos como un elemento más que demuestra su exclusividad. Y si es exclusivo… tiene que ser bueno. Así, los consultores utilizan sus «inventos» como un presunto elemento de diferenciación, la demostración más palpable de que su trabajo va a ser mejor que el de otros. Y, en consecuencia y para ser coherentes consigo mismos, cuando abordan un trabajo lo hacen siguiendo su metodología contra viento y marea.

Pero… ¿no habíamos dicho que cada empresa es un ente completamente único? Entonces… ¿cómo es posible que los consultores insistan en vender y aplicar, como algo diferenciador, una metodología que se basa precisamente en eso, en un procedimiento «estándar»?.

Como cualquiera que se haya metido alguna vez en una cocina sabe, las «recetas» no determinan hacer un buen plato. Pueden ser una guía, sí. Pero lo fundamental, cuando se cocina, es la capacidad del cocinero, su sensibilidad para captar los matices de los productos, para ajustar las cantidades de los ingredientes, para alcanzar el punto exacto de cocción, para adaptarse a las características de su cocina o para dar ese toque adecuado para el comensal. La cocina es, en el fondo, un oficio artesano, y nunca un proceso industrial (regido por una «receta» que se aplica una y otra vez) podrá alcanzar los matices de un buen artesano…

En consultoría, en fin, pasa exactamente lo mismo. Aplicar una metodología es la forma «industrial» de abordar un proyecto. Es más sencillo, sí, ya que se trata de seguir unos pasos preestablecidos. Y más barato, y rentable por lo tanto, porque casi cualquiera puede seguir una metodología, incluyendo consultores con poca o ninguna experiencia. Sin embargo, la calidad de la solución nunca podrá ser la misma que la proporcionada por un consultor experto que, por encima de la metodología, es capaz de poner su sensibilidad, su conocimiento intrínseco y, en el fondo, su oficio, a disposición esa entidad única, irrepetible y maravillosa que es cada empresa.

Yo, desde luego, si fuera un copo de nieve pediría a mis consultores que me tratasen como tal.

¡Feliz Navidad!

Hoy es un d�a extra�o. La mitad de la gente est� de vacaciones. La otra mitad, hemos venido a cumplir el expediente (una vez m�s, «venir por venir», por el «qu� dir�n»), en una jornada reducida, llena de mensajes navide�os y con la cabeza puesta en la cena de hoy…

As� que dejemos que ese esp�ritu navide�o se cuele tambi�n en este Blog, para desear a todos que pas�is las mejores fiestas que pod�is tener.

�Feliz Navidad!

La cultura de "echar horas"

Me pide el Sr. Martinez (ESTRATEgA) que abunde un poco m�s en el tema de la larga jornada laboral.
Me gustar�a que comentaras en este tema: «Esas horas est�n ah�, muchas veces por necesidad y otras por mera (y triste) costumbre y/o apariencia social.» En cuanto estas �ltimas �Es apariencia frente al cliente, presi�n de los superiores o miedo a que piensen que tu proyecto no da de s� o que t� eres el que no da todo lo posible de ti? �Un poco de todo? Es decir, y descartando los workoholics que conocer�s, �coment�is entre los colegas que os exprime el cliente, que el jefe se pasa, que siempre hay mucho trabajo o la cultura es que no se mencione el tema ni en el propio equipo?
Quiz�s sea este uno de los ejemplos m�s brutales de «cultura de empresa», ese ente que sobrevuela y que hace que la «culpa», en el fondo, no sea de nadie. «Entre todos la mataron y ella sola se muri�».
La presi�n de los superiores es un factor. No presi�n directa («aqui se est� hasta las mil, y si no sufrir�s las consecuencias»), sino m�s sutil. Ejemplos: acostumbrarse a encargar cosas o revisar trabajos a las 20’30 h. (que es cuando vienen de visitar clientes y esas cosas), llamar por tel�fono a horas «raras» y sorprenderse de que no est�s en la oficina… o directamente, dando el ejemplo ellos de prolongar su jornada. �C�mo ve voy a ir pasando por delante del despacho del jefe?
Los compa�eros son otro factor. Entre risas a veces, pero ah� est� el t�pico comentario de «a �se se le cae el l�piz a las 19’00h» si alguien tiene por costumbre irse a su hora. Lo cual convierte la tarea de irse a casa en una especie de juego de «a ver qui�n cede antes». Porque el primero que se vaya, aunque sea dos horas m�s tarde de lo que deb�a, ser� considerado como «el que primero se va».
Los clientes… no dir�a que directamente. A veces s�, son exigentes en plan «quiero esto para ma�ana, que para eso pago a un consultor» y te obliga a echar horas. Pero no son de apariencia social, son de trabajo puro y duro. En general, al cliente le da igual las horas que eches, s�lo quiere resultados. Eso s�, le da un «morbillo» especial eso de contar con consultores que son capaces de hacer las horas que hagan falta por �l.
A veces es uno mismo el que «compra», con esas horas de m�s, la tranquilidad de poder tener un ritmo de trabajo m�s pausado (leer el peri�dico en internet, tomarse un caf� tranquilamente, llegar un poquito m�s tarde por las ma�anas, alargar la hora de la comida…). Aunque surge el dilema de qu� es primero: trabajo pausado y por eso me quedo m�s, o ya que me tengo que quedar voy a tom�rmelo con m�s calma.
La sociedad en general, que parece que valora los trabajos en los que «se trabaja duro» frente a los que cumplen sus horarios («buf, es que son como funcionarios, llega su hora y se van»).
La carrera profesional es otra preocupaci�n, y esto s� es lamentable. Parece que existe una norma no escrita que dice que si quieres progresar en la empresa, tienes que darle tu vida, y eso incluye cuantas m�s horas mejor independientemente de lo que diga tu contrato. Yo he presenciado una reuni�n de evaluaci�n, donde a una persona se la consideraba una «A» en todos los aspectos, pero alguien dec�a «a gerente no se le puede promocionar, que este llegan las 19’00h y se va». Es decir, da igual si eres un crack en tu trabajo, si tienes a los clientes contentos, si t�cnicamente eres impecable… si pretendes tener una vida propia, no puedes seguir adelante.
En cualquier caso, creo que es un tema de presi�n cultural, no soy capaz de segmentar. No conozco a nadie que cuando le preguntan «qu� tal va el trabajo» no conteste «uf, con mucho l�o, la verdad, mucho l�o. Te dejo, que no sabes c�mo estoy…». Nadie contesta «pues aqu�, mareando la perdiz». Es mejor ir corriendo por los pasillos, aunque no tengas nada que hacer, que ir andando tranquilamente. Es mejor ir con papeles en las manos que con las manos en los bolsillos. Es mejor irse bebiendo el caf� por el pasillo que tom�rselo tranquilamente en la cafeter�a, charlando con alguien. Es mejor coger la cartera cuando se va uno a casa, aunque dentro solo lleve el peri�dico. Y es mejor quedarse un rato m�s que irse a la hora.

Si no, la gente pensar� que no trabajas lo suficiente… y que no te ganas el sueldo.

En mi opini�n, todos los que est�n en este negocio lo saben. Nadie habla de ello, y si se le pregunta directamente, lo negar�. Pero estoy convencido de que cualquiera con un poco de honradez se reconocer� a s� mismo en muchas de las cosas que comento…
�Esta es la ventaja de ser «Consultor An�nimo»!

La cultura de «echar horas»

Me pide el Sr. Martinez (ESTRATEgA) que abunde un poco m�s en el tema de la larga jornada laboral.

Me gustar�a que comentaras en este tema: «Esas horas est�n ah�, muchas veces por necesidad y otras por mera (y triste) costumbre y/o apariencia social.» En cuanto estas �ltimas �Es apariencia frente al cliente, presi�n de los superiores o miedo a que piensen que tu proyecto no da de s� o que t� eres el que no da todo lo posible de ti? �Un poco de todo? Es decir, y descartando los workoholics que conocer�s, �coment�is entre los colegas que os exprime el cliente, que el jefe se pasa, que siempre hay mucho trabajo o la cultura es que no se mencione el tema ni en el propio equipo?

Quiz�s sea este uno de los ejemplos m�s brutales de «cultura de empresa», ese ente que sobrevuela y que hace que la «culpa», en el fondo, no sea de nadie. «Entre todos la mataron y ella sola se muri�».

La presi�n de los superiores es un factor. No presi�n directa («aqui se est� hasta las mil, y si no sufrir�s las consecuencias»), sino m�s sutil. Ejemplos: acostumbrarse a encargar cosas o revisar trabajos a las 20’30 h. (que es cuando vienen de visitar clientes y esas cosas), llamar por tel�fono a horas «raras» y sorprenderse de que no est�s en la oficina… o directamente, dando el ejemplo ellos de prolongar su jornada. �C�mo ve voy a ir pasando por delante del despacho del jefe?

Los compa�eros son otro factor. Entre risas a veces, pero ah� est� el t�pico comentario de «a �se se le cae el l�piz a las 19’00h» si alguien tiene por costumbre irse a su hora. Lo cual convierte la tarea de irse a casa en una especie de juego de «a ver qui�n cede antes». Porque el primero que se vaya, aunque sea dos horas m�s tarde de lo que deb�a, ser� considerado como «el que primero se va».

Los clientes… no dir�a que directamente. A veces s�, son exigentes en plan «quiero esto para ma�ana, que para eso pago a un consultor» y te obliga a echar horas. Pero no son de apariencia social, son de trabajo puro y duro. En general, al cliente le da igual las horas que eches, s�lo quiere resultados. Eso s�, le da un «morbillo» especial eso de contar con consultores que son capaces de hacer las horas que hagan falta por �l.

A veces es uno mismo el que «compra», con esas horas de m�s, la tranquilidad de poder tener un ritmo de trabajo m�s pausado (leer el peri�dico en internet, tomarse un caf� tranquilamente, llegar un poquito m�s tarde por las ma�anas, alargar la hora de la comida…). Aunque surge el dilema de qu� es primero: trabajo pausado y por eso me quedo m�s, o ya que me tengo que quedar voy a tom�rmelo con m�s calma.

La sociedad en general, que parece que valora los trabajos en los que «se trabaja duro» frente a los que cumplen sus horarios («buf, es que son como funcionarios, llega su hora y se van»).

La carrera profesional es otra preocupaci�n, y esto s� es lamentable. Parece que existe una norma no escrita que dice que si quieres progresar en la empresa, tienes que darle tu vida, y eso incluye cuantas m�s horas mejor independientemente de lo que diga tu contrato. Yo he presenciado una reuni�n de evaluaci�n, donde a una persona se la consideraba una «A» en todos los aspectos, pero alguien dec�a «a gerente no se le puede promocionar, que este llegan las 19’00h y se va». Es decir, da igual si eres un crack en tu trabajo, si tienes a los clientes contentos, si t�cnicamente eres impecable… si pretendes tener una vida propia, no puedes seguir adelante.

En cualquier caso, creo que es un tema de presi�n cultural, no soy capaz de segmentar. No conozco a nadie que cuando le preguntan «qu� tal va el trabajo» no conteste «uf, con mucho l�o, la verdad, mucho l�o. Te dejo, que no sabes c�mo estoy…». Nadie contesta «pues aqu�, mareando la perdiz». Es mejor ir corriendo por los pasillos, aunque no tengas nada que hacer, que ir andando tranquilamente. Es mejor ir con papeles en las manos que con las manos en los bolsillos. Es mejor irse bebiendo el caf� por el pasillo que tom�rselo tranquilamente en la cafeter�a, charlando con alguien. Es mejor coger la cartera cuando se va uno a casa, aunque dentro solo lleve el peri�dico. Y es mejor quedarse un rato m�s que irse a la hora.

Si no, la gente pensar� que no trabajas lo suficiente… y que no te ganas el sueldo.

En mi opini�n, todos los que est�n en este negocio lo saben. Nadie habla de ello, y si se le pregunta directamente, lo negar�. Pero estoy convencido de que cualquiera con un poco de honradez se reconocer� a s� mismo en muchas de las cosas que comento…

�Esta es la ventaja de ser «Consultor An�nimo»!

Consultores en Protección Civil

Leo en El Mundo: «La direcci�n general de Protecci�n Civil y Emergencias ha avisado a todas las delegaciones y subdelegaciones del Gobierno, excepto Canarias, ante la previsi�n de vientos fuertes, nevadas y descenso acusado de las temperaturas que causar� la masa de aire polar que entrar� el d�a de Navidad. Ante esta situaci�n, Protecci�n Civil recomienda no viajar en coche si no es imprescindible

No he podido por menos que reirme… veamos, estamos hablando de una de las cumbres de las fechas navide�as. Fechas para las que, seg�n el mismo peri�dico, «La DGT pone en marcha un plan especial ante los 23 millones de desplazamientos previstos«.

De verdad, yo me pregunto: �a qu� lumbrera se le habr� ocurrido, ante la evidencia de los desplazamientos navide�os, dar como mejor de sus recomendaciones «no viajar en coche si no es imprescindible»?

Vamos, me ha sonado totalmente a informe de (mal) consultor, uno de esos en los que, pas�ndose por el forro todo el an�lisis de la empresa, sus circunstancias, sus necesidades… se acaba concluyendo que la soluci�n recomendada es la m�s peregrina e inaplicable.

El mundo est� lleno de consultores frustrados…

La batalla

La jornada laboral de un consultor suele ser larga. A veces por contrato, pero la mayor�a simplemente a base de horas extras no pagadas. Vamos, muy del gusto del Estatuto de los Trabajadores («ï¿½qu� es eso?» dir� alguno de los m�s ingenuos… s�, s�, hay una ley que en teor�a tambi�n nos deber�a proteger a nosotros!!!). Esas horas est�n ah�, muchas veces por necesidad y otras por mera (y triste) costumbre y/o apariencia social.

El hecho es que, por ostes o por mostes, la jornada laboral se alaaaaarga. Si a eso se le suma la «suerte» de vivir en una gran ciudad, con sus distancias y sus problemas de tr�fico, ocurre que cuando uno quiere darse cuenta se ha ido todo el d�a y no ha hecho nada diferente del trabajo. No ha podido dedicar tiempo a su familia, si es que ha tenido ocasi�n de formarla. No ha podido dedicar tiempo a sus hobbies, si es que alguna vez pudo tenerlos y no se vieron relegados a�os ha al ba�l de los recuerdos. No ha podido, en fin, abrir una ventana por la que entre algo de aire fresco a su vida.

La soluci�n f�cil es la de la bandera blanca. La rendici�n consistente en dejar que el trabajo invada todos los �mbitos de tu vida. Disfrutas (o dices disfrutar) de tu trabajo, tus hobbies est�n relacionados con tu trabajo, tus lecturas versan sobre tu actividad, tu c�rculo social con los que tomar una hipot�tica ca�a, jugar al (tan en boga) paddel o cenar un s�bado son tus compa�eros del trabajo, que al fin y al cabo comparten tus problemas y tus �inquietudes?. Finalmente, el que ondea esta bandera acaba haciendo a�n m�s horas en la oficina porque… �para qu� va a ir a casa? �para ver a una familia que no le entiende? �para darse cuenta de lo vac�a que es su vida fuera del periodo laboral?

La soluci�n dif�cil es, como casi siempre, la de la pelea. Trabajar hay que trabajar, el dinero no llueve del cielo (excepto para el 56.200 ese, y tampoco es tanto). Y este es un trabajo que, con sus cosas, est� bien, incluso muy bien en ocasiones. Pero hay que resistir al impulso de dejarse devorar por �l. Quiz�s robando un poco de tiempo en la oficina para «vagabundear» por otros mundos, aunque sea por internet. Aprovechando los huecos (las comidas, los viajes) para quedar con los viejos amigos, aquellos que te conocen desde antes de ser lo que ahora eres. Leyendo en el autob�s un libro que no tenga nada que ver con empresas, ni dinero ni management. Observando a la gente con la que te cruzas, aquellos que tienen una vida diferente. Fingiendo una reuni�n para ir a buscar a tus hijos al colegio y poder llevarlos al parque. Comprando de camino a casa, al se�or que est� recogiendo su puesto, una flor para tu mujer.

O robando minutos al sue�o para poder alargar la jornada, pero no la laboral, si no la otra, la importante.

Moda editorial

Leo en estos d�as el archiconocido «C�digo Da Vinci», de Dan Brown. De �l he o�do de todo, desde «c�mo engancha» hasta «no pierdas el tiempo con �l». Y como me pasa con la mayor�a de cosas, he decidido que antes de opinar tendr� que conocerlo…

Sin embargo, el «C�digo Da Vinci» es no solo un libro, sino un fen�meno editorial. La otra tarde, en la pausa de la comida, me acerqu� a una librer�a, o mejor dicho, a uno de los nuevos supermercados del libro/prensa/m�sica/videojuegos, poco que ver con la cl�sica librer�a. El caso es que me sorprendi� el mont�n de libros «sospechosamente» parecidos al ya mencionado. Desde «ï¿½ngeles y demonios» del mismo autor (y de pr�cticamente autoplagiada portada), a «El �ltimo Cat�n», pasando por «El �ltimo Merovingio», «La hermandad de la S�bana Santa», «La sombra del Templario», «El secreto de la Mona Lisa», «El Club Dante»… Todos ellos comparten una mezcla de misterio milenario, organizaciones secretas, claves ocultas en arte o arquitectura… todos ellos resultan tan parecidos…

Evidentemente, estamos ante una moda editorial. Una m�s, supongo. Lo que me lleva a comentarla es la clara relaci�n con una de las caracter�sticas m�s evidentes del mundo de la consultor�a: las modas.

Si avanzamos hacia atr�s en el tiempo, podemos recorrer los �ltimos a�os en t�rminos de modas de consultor�a: la movilidad, el CRM, el coaching, el ebusiness, los ERP, supply chain, el euro, la adaptaci�n al 2000, la reingenier�a de procesos… la consultor�a funciona a impulsos. En un momento determinado, parece que proveedores, clientes, acad�micos y prensa se ponen de acuerdo para encumbrar un nuevo concepto, una nueva metodolog�a, un nuevo enfoque… y se convierte as� en la nueva moda, en la que todo consultor que se precie se tiene que sumar para no estar «fuera de onda». Y no digamos las empresas, cualquier empresa que se precie de serlo tiene que implantar la nueva soluci�n, so pena de ser el hazmerreir de sus contrapartes, y eso a pesar del impacto presupuestario que suelen suponer.

Sin embargo, uno va observando como pasa el tiempo, y c�mo afecta la introducci�n de esas modas en las empresas. No llegar� a decir que el �xito es independiente de su adopci�n, algo se supone que ayudan. Pero he alcanzado el convencimiento de que todas estas cosas no son m�s que herramientas. Herramientas que una empresa puede necesitar… o no. Que una empresa puede utilizar bien… o no. Que, en definitiva, dependen del criterio y la capacidad de las personas para generar el rendimiento que se les supone. Lo que me lleva a concluir que lo definitivo para el devenir de las empresas no son las t�cnicas de gesti�n, o las herramientas tecnol�gicas… lo definitivo es otra cosa.

A pesar de todo, seguiremos provocando esta vor�gine. No en vano, es el pan de nuestras familias. �Qu� ser�a de los consultores si no tuvi�semos algo nuevo, cada cierto tiempo, para vender? �Y de la prensa especializada, si no pudiese exprimir esa novedad para rellenar sus revistas y art�culos?. Igual las empresas se dan cuenta de que no somos tan necesarios… y eso no vamos a permitirlo, �verdad?

ACTUALIZACI�N: movido por el acertado comentario de Eduardo, he decidido cambiar el t�tulo del post de «Moda literaria» a «Moda editorial». M�s adecuado, porque de literario parece que tiene poco…