Los matices de una foto

El otro día estuve haciendo unas fotos para Triopic, intentando sacar decentemente uno colgado en la pared a modo de «demostración». No me di cuenta en el momento de sacarla, pero luego revisándolas caí en que esta foto en concreto tiene muchos matices especiales para mí. En una misma foto está mi proyecto, están mis raíces, está mi herencia, y está mi futuro. Triopic es mi más reciente proyecto; está dando sus primeros pasos, poco a poco, pero confío mucho en sus posibilidades. Está mi futuro, mi hijo Pablo, que ya dejó atrás lo de los primeros pasos y crece cada día en todos los sentidos. Están mis raíces, Salamanca, mi ciudad de origen; por mucho que haga 15 años que no vivo allí, sigue siendo «mi ciudad». Y está mi herencia porque la foto que ilustra este Triopic la hizo mi padre.
En fin, ya veis que tontería, cómo una foto intrascendente se convierte en algo con significado.

Momentos gloriosos de la UDS

He de reconocer que ayer, con el partido del Athletic, sentí una punzadita de envidia. No demasiada, porque aunque sea «de rebote» (7 años en Bilbao hacen que algo, aunque sea un poquito, se te pegue; y una mujer «del Athletic» también ayuda) y en la lejanía, disfruté de esa especie de éxtasis colectivo: ver esa comunión tan perfecta entre ciudad-club-equipo y encima con el resultado soñado… en fin, eso, emocionante, vibrante, espectacular.
Pero hablaba de envidia… y no he podido por menos que acordarme de algunos momentos asimilables que yo he disfrutado; más que con el Atlético de Madrid (que también ha habido alguno, pero bueno, lo vives a título individual y no compartido con el resto de tus conciudadanos) con la Unión Deportiva Salamanca.
Y es que como decían en este comentario, todos los equipos pueden vivir situaciones similares aunque no sea ganando un título o metiéndose en una final. A veces vale un ascenso, o un partido contra un grande, o un derbi…
Y me he acordado, por ejemplo, de aquel gol de Edu Alonso frente al Atlético de Madrid que suponía, en el minuto 89, un 5-4 en el Helmántico (y que celebré en el estadio abrazando efusivamente a un señor desconocido que se sentaba al lado… y eso que yo soy del Atleti!). O de aquel 6-0 al Valencia que también disfruté, incrédulo, en directo. O de la noche de Reyes en la que vimos por televisión como el Salamanca remontaba en los últimos minutos un 1-3 al mismísmo Barça para terminar 4-3.
Pero si me tuviera que quedar con uno, sería con éste:

25 de junio de 1995. El Salamanca, en Segunda división y con Juanma Lillo en el banquillo, accede a jugar la promoción de ascenso que, en aquella época, significaba cruzarse en doble partido a uno de los equipos procedentes de Primera, en este caso el Albacete de Benito Floro, con Molina en la portería y con gente como Zalazar o Dertycia. El partido de ida, en el Helmántico, un desastre. 0-2 para el Albacete. Y sin embargo, la ciudad entera quería soñar con volver a Primera y la cita era en el Carlos Belmonte.
Recuerdo estar escuchando el partido por la radio con mi hermana. El Salamanca hizo el 0-1 en la primera parte, esperanza. Pero el partido avanzaba, y a pesar del entusiasmo, se nos iba. Minuto 90, y nada. Yo ya había abandonado la esperanza, lo habíamos tenido tan cerca… y de repente, cuando ya pasaban varios minutos del tiempo reglamentado… sucedió. Un tal Urzáiz («un jugador con etiqueta de trotamundos, con olor al banquillo de muchos equipos» dice la crónica) se eleva en el área y marca de cabeza el 0-2. Recuerdo, justo antes de ese gol, mi hermana y yo escuchando el partido por la radio, ella todavía en tensión absoluta y yo ya diciéndole “bah, déjalo, ya es igual, ha estado cerca pero se acabó”. Y de repente GOOOOLLL!!!!! Y la gente gritando por las ventanas, bufandas y banderas al viento. Y ya en la prórroga llega el 0-3, y es el paroxismo, y más gritos, y más bufandas, y más banderas, y más gente en las ventanas coreando al unísono con otras decenas de desconocidos. Luego llegaron, en pleno delirio, el 0-4, y el 0-5, y el Salamanca estaba otra vez en Primera después de 11 temporadas.
Recuerdo terminar el partido, bajar mi padre mi hermana y yo a la calle, bajar por Sancti Spiritus hasta la Gran Vía, cerca ya de la medianoche, y cientos de personas exultantes, coreando himnos, saltando…
Pues eso, que han pasado 14 años, y ves el video y no puedes evitar sentir escalofríos. Son esas tonterías del fútbol.

Detalles de los Dominicos

El monje y el barril

Una de las cosas que más me gustan de esto de la fotografía es la posibilidad que te da de mirar la realidad con otros ojos. Especialmente la realidad que ya conoces, por la que has pasado cientos de veces sin fijarte. Los teleobjetivos ayudan a eso, porque permiten aislar detalles del conjunto y ver con mucha más profundidad.
La semana pasada coincidió que estaba por Salamanca cuando se había organizado un paseo fotográfico. Estuvimos dando una vuelta por la Plaza Mayor, calle San Pablo, Dominicos y Plaza de Anaya. En la fachada de la iglesia de San Esteban (los Dominicos) me entretuve, con la casi perfecta luz que incide a esas horas, en sacar algunos detalles.
Lo que digo, otra forma de ver las cosas.
Me queda complementar esta visión con algún recurso bibliográfico que me dé más pistas respecto al origen y significado de todos esos detalles. Probablemente, haya que buscarlo en una biblioteca «de las de antes».

Salmantinos en internet

Dice Arturo en un comentario que «cuanto salmantino (y/o descendientes) bueno en la red» (Darco gusta de relacionarlos en SalamancaBlog). Pues imagino que a puñaos. Es curioso como el «terruño» nos sigue tirando aunque vivamos en la diáspora. Y especialmente ocurre con los «hijos de emigrantes»: gente que ha nacido ya fuera de la tierra, pero sigue emocionalmente ligada a ella gracias a la familia, a los veranos en el pueblo…
Esto me ha hecho recordar una anécdota. Fue el año (temporada 97/98) en el que el Athletic de Bilbao se clasificó segundo en la liga y accedió por méritos propios a la llamada desde entonces «Champions Luis» (por Luis Fernández, el «francés de Tarifa» que logró semejante éxito). ¡La que se lió en Bilbao aquel día! Ocurrió que ese mismo día la Unión Deportiva Salamanca consiguió salvarse del descenso en el último partido (con victoria espectacular en el Nou Camp, 1-4, de hecho). Mi amigo MA (salmantino también, y compañero en el Colegio Mayor) y yo salimos a la calle con las bufandas de la Unión, y nos metimos en el barullo (había tanta gente que en Pozas no había forma de salirse de la riada humana para entrar en un bar…).
Pues bien, fueron varias veces a lo largo de la noche (y ayudados con el lógico efluvio alcohólico: el de los otros y el nuestro) que acabamos abrazados con desconocidos que nos gritaban «¡Hala Unión! !Qué fuerte, es que mis padres son de [pueblo de la provincia], yo voy casi todos los veramos!». En fin, auténtica exaltación de la amistad y del orgullo de tierra chica.

Atardecer en Salamanca

Atardecer en Salamanca

Unos días en el hogar familiar en Salamanca fueron la segunda etapa de nuestras vacaciones.
No es porque sea mi ciudad, hay que reconocer que Salamanca es una ciudad realmente fotogénica. El sol del atardecer realza los colores de la piedra de Villamayor y provoca ese dorado tan especial, y tan reconocible.
Aunque también es el momento ideal para sacar la silueta de las catedrales, la nueva y la vieja, que son el símbolo de la ciudad. El truco para fotografiar siluetas, como en el caso de las puestas de sol, hacer la medición de la luz en la zona del cielo, para que todo lo demás quede subexpuesto (o sea, oscuro). En este caso, además, he alterado un poco el balance de blancos (para darle un color más cálido al atardecer), y he toqueteado un poco con la herramienta «filtro degradado» del Lightroom 2.

Salamanca, desde el río

Salamanca. Mi caaaasaaaaa. Aunque ya hace un buen pico de años que no vivo allí (desde los 18 en los que me fui a estudiar a Bilbao), allí sigue mi familia y muchos de mis amigos. Y allí vamos regularmente, claro.
Esta situación de estar lejos pero a la vez estar cerca me genera una extraña sensación, ya que sintiéndola mía la veo a la vez con los ojos de un turista. Lo cual, creo, me deja lo mejor de los dos mundos: ni estoy tan acostumbrado a ella como para «darla por hecha», ni la veo con la superficialidad que puede verla un turista ocasional.
Pues claro que presumo, ¿no os parece buen motivo para presumir? Podéis ver más fotos de Salamanca en mi flickr.