«Bueno, pues a ver qué tal funciona».
Respiré hondo, y le di a enviar. Ya no había vuelta atrás (es lo que tienen las newsletters, que no hay Ctrl+Z).
Esta escena se produjo hace algunas semanas, cuando mandé el mail en el que hablaba de «La rueda de la vida». Pero no hablaba solo en general, sino que ofrecía mis servicios para un «Programa de Acompañamiento»: unas sesiones 1 a 1 para hacer el ejercicio de evaluación vital con esa herramienta (hablo de este email).
Vamos, que estaba vendiendo (¡dios mío, ha dicho «vender»!).
Nunca he sido un flipado (al menos no en esto), y no esperaba de repente vender centenares de sesiones.
Pero sí quizás un puñado de ellas.
Al menos recibir un par de correos pidiendo más información.
¿Pero sabes cuántas peticiones me llegaron?
C-E-R-O.
La nada más absoluta.
Y te voy a contar una cosa: de alguna manera, eso me hace feliz.
«Pues Raúl, no es un resultado como para sacar pecho», dirás.
Ya, ya.
Pero déjame que me explique.
Verás, tenía la idea de sacar ese producto desde hace meses, más bien años. Pero siempre lo retrasaba, una y otra vez.
Me ponía mil excusas, pero la puñetera realidad es que sólo había una razón: el miedo.
El miedo a lanzar algo, y que no funcionara. El miedo a no despertar interés, a recibir un golpe de realidad, un mensaje de «lo que ofreces no lo quiere comprar nadie».
El miedo a que pasara justo lo que ha pasado.
Y estoy feliz por dos motivos: el primero es que, en primera instancia, conseguí (¡por fin!) vencer al miedo y lanzar ese email a pesar de tenerlo ahí taladrándome el cerebro.
No solo eso, sino que sucedió el peor de los escenarios que yo imaginaba… y eso me ha permitido comprobar que «no pasa nada». ¿Esto era todo lo que me detenía? ¡Menuda chorrada!
De este «fracaso» saco dos conclusiones:
- Una: el planteamiento que hice no ha tenido éxito. Ahora puedo investigar por qué (por cierto, si tú tienes algún feedback al respecto… ¡soy todo oídos!), puedo darle una vuelta, puedo cambiar el enfoque… Pero lo importante es que si no lo hubiera lanzado todo seguiría en mi cabeza, sin contraste con la realidad. ¡Y ahí no me permite aprender nada!
- Dos: el miedo que tanto tiempo me frenó no estaba justificado. Incluso produciéndose «la peor de las consecuencias», no es para tanto. Es algo que me voy a recordar una y otra vez en el futuro, para reírme un poco más de mis miedos y para dar más pasos hacia adelante. Porque la mayor parte de las veces, incluso si sale mal… estaré bien.
PD1.- Justo estos días estoy leyendo el libro «El método«, de Barry Mitchels y Phil Stutz donde, precisamente en el primer capítulo, se habla del miedo. Phil Stutz es, por cierto, el protagonista del documental «Stutz» que ha realizado el actor Jonah Hill (que por ahí gusta mucho, aunque a mí me ha resultado un poco meh).
PD2.- Otra cosa que me daba un poco de miedo: enviar este email. «¿Qué pensará la gente de mí?» «¿Qué imagen estaré dando al contar mi fracaso?». Pues mira, miedo, lo voy a enviar igualmente :).
PD3.- A lo mejor, con este enfoque, empiezo a hacer más cosas diferentes… también con la newsletter. Pero todavía le tengo que dar una vuelta.