La importancia de disponer de un curriculum online

Ayer me llegó, a través de un contacto, una oferta de trabajo bastante maja. Me preguntaba este contacto si conocía a alguien a quien le pudiera encajar, y él y yo coincidimos en ponerle la cara de un conocido común (conocido para él, amigo para mí). Así que quedé encargado de ponerme en contacto con esta persona para pedirle un curriculum que poder enviar.
Resulta que esta persona está de vacaciones, sin conexión. Por lo tanto, no vió mi email. Pero sí contestó a mi llamada posterior. El problema es que no tenía forma de hacerme llegar un curriculum. Al final la mejor solución que se nos ha ocurrido es que él me diera sus claves de Infojobs, y lo que he hecho ha sido crear un curriculum breve con la información de Infojobs y mandarla…
Todo esto se hubiera solucionado de forma mucho más fácil si mi amigo hubiese tenido una copia actualizada de su CV disponible online. No necesariamente «expuesta al público», pero sí accesible a través de un link para el que lo necesitara, en una de esas páginas de alojamiento gratuito… Evidentemente no podría ser un CV muy específico (de esos que todas las guías recomiendan adaptar a cada oferta de trabajo), sino uno genérico pero que al menos permitiese salir del paso.
No estoy hablando de tener una página web o un blog con la información del CV (eso puede sonar a «chino» o a «friki» en muchos departamentos de selección), sino un documento Word o un PDF que sea fácilmente adjuntable en un email, o imprimible para enviar por correo ordinario (sí, todavía hay de esos 😉 ).
Las herramientas de contratación online (como la propia Infojobs) o de redes sociales (como eConozco o LinkedIn) ofrecen la posibilidad de crear un CV automáticamente a partir de la información existente en sus bases de datos. Pero tienen dos problemas, a mi juicio, que invalidan esta opción: una es que la información la agregan de forma poco «inteligente», es decir, el aspecto del CV es totalmente robótico, con campos sin rellenar, con demasiada información simplemente porque consta en su base de datos… Por otro lado, insisten en «marcar» esa copia del CV con el logotipo de la empresa. Y eso arruina, en mi opinión, el aspecto del mismo… si pensasen en el usuario (y no en ellos mismos y en su autopromoción), permitirían hacer un CV más personalizado en cuanto a contenido, y desde luego «aséptico» en cuanto a la imagen.
Por cierto que, aunque esta no sea una prioridad en este momento, debería aplicarme el cuento… 🙂

Corbata y verano, combinación aberrante

Llega el verano, la ola de calor… y aquí seguimos, con la corbata al cuello. La verdad es que en todos los sitios en los que he trabajado he tenido códigos estrictos respecto a la vestimenta: riguroso traje. Sólo en contadísimas ocasiones se autorizaba un «business casual» que al final venía a consistir en otro uniforme compuesto de pantalones de algodón y camisa a rayas (y si era con el caballito en el pecho, mejor :D). Pero vamos, ya digo que en muy raras ocasiones: reuniones especiales o cursos de formación. El resto del tiempo, corbata que te crió.

Me cuentan un amigo que el otro día se recibió un mensaje por parte de RRHH en el que se decía que se había observado a personas que no respetaban el código de vestimenta al no ir con americana y corbata por la oficina, y que ese no era el comportamiento esperado por parte de la empresa… ahí, ahí, preocupándose de las cosas importantes del negocio.

Lo cierto es que, allá por finales de los 90 y con el auge de las .com y su rollo «afuera las corbatas» discutí largo y tendido con un amigo que trabajaba en uno de esos sitios que tenían playstation, futbolines y buen rollito a tutiplén (y que luego acabaron vendiendo las mesas a los empleados). Él me decía que no, que las corbatas eran una opresión del sistema y no sé cuántas cosas más por el estilo. Yo le decía, por el contrario, que la imagen era importante y que si como empresa quieres transmitir determinados valores (rigor, seriedad, etc.) no está de más que la imagen acompañe.

Supongo que, como en casi todo, ni calvo ni con tres pelucas.

PD.- Por cierto, que este amigo ahora es un funcionario de pro que va con su trajecito y su corbata como un campeón… ¡y es que al final el sistema acaba oprimiéndonos a todos si queremos pasar por el aro!

PD2.- ¿Y cómo voy a hacer yo la transición de encorbatado a blogger? No me va a ser tan fácil, no… me voy a sentir desnudo sin corbata.

Tiempo de evaluaciones

Se acerca el mes de agosto, y es tiempo de evaluaciones. Tiempo de alegr�as y decepciones, de expectativas cumplidas y de frustraciones, de agravios comparativos, de cabreos, de clamar por las injusticias cometidas, de listas con nombramientos, de envidias soterradas, de subidas de sueldo y de congelaciones.
Creo que la evaluaci�n es un proceso dif�cil, pero necesario. A nadie nos gusta oir lo que otros tengan que decir de nuestro trabajo, y tendemos a no aceptar demasiado bien las cr�ticas. Tampoco es f�cil evaluar a tus colaboradores, y ponerte en el brete de decirles a la cara lo que en el fondo piensas de ellos. Pero para las organizaciones es bueno separar el grano de la paja. Aunque a veces se cometan errores, aunque los procesos dejen huecos para peque�as o grandes injusticias o arbitriariedades, obviar las evaluaciones es negativo en s� mismo. Lo que hay que hacer es mejorar al m�ximo los procesos para intentar que esas injusticias sean las menos.
En mi caso, este a�o, estoy viviendo el proceso de evaluaci�n con un l�gico desapasionamiento. Es como esos viajes astrales, donde dices que eres capaz de salirte de tu cuerpo y verte a t� mismo. Soy un «muerto viviente», ni eval�o ni me eval�an, no hay subida de sueldo para m�. Y todas las pasiones que se desatan a mi alrededor («a �ste le han nombrado y a m� no», «la subida de este a�o es una mierda», «pues a Fulanito le han dicho que mejor que se vaya») me resbalan.
Qu� cosas, tantos a�os viviendo las evaluaciones como algo consustancial a mi trabajo, y ahora ya no lo son.

En casa con el peque�ito

Este fin de semana mi peque�ito ha estado malito, con fiebre y esas cosas que tienen los beb�s. Esta ma�ana, como todav�a tiene un poco y ha pasado una noche regular, me he quedado yo con �l en casa.
La verdad es que en ese sentido no puedo decir que no haya tenido suerte. Para m�, es lo m�s natural decir «hoy no voy a la oficina, me quedo cuidando al ni�o». Para mi mujer, sin ir m�s lejos, es algo casi impensable. Tendr�a que coger un d�a de vacaciones, justificarlo ante no s� qui�n…
Lo mismo con los horarios del d�a a d�a. Los m�os son flexibles, pero para bien y para mal. Puedo permitirme llevar al ni�o a la guarder�a a las 9 y despu�s ir para el trabajo, y nadie pone malas caras. Para mi mujer, llegar 10 minutos m�s tarde del horario ya supone un problema.
En fin, supongo que son dos formas distintas de entender la relaci�n empresa-empleado. Yo tengo muy claro cu�l es la que mejor funciona… para m�

T� a Boston, yo a California

Esta semana hablaba con una persona. Su mujer vive y trabaja en Mallorca. �l vive y trabaja en el Pa�s Vasco. Los fines de semana, coge un avi�n y va para la isla. Me consta que no es un caso aislado, que hay bastantes parejas que viven una situaci�n similar: alejadas por sus trabajos durante la semana, tratando de sostenerse en los fines de semana.
�Menuda conciliaci�n! Yo me imagino una situaci�n as�, y francamente, no s� si le ver�a sentido. S� quiz�s para un plazo corto de tiempo, y siempre que la compensaci�n (econ�mica, de desarrollo profesional, de lo que sea) fuese muy evidente. Pero vivir en esa situaci�n sin tener una perspectiva de cu�ndo finalizar�, habituarse a ella… no, creo que no podr�a. Es muy dif�cil construir nada s�lido as�.
Aunque, como siempre, para gustos los colores. Y si a los dos les parece bien… pues nada. �Y los hijos? Para ellos s� que tiene que ser duro (en este caso, no s� si los hay o no). De todas formas, hay muchos matrimonios que aun viviendo en la misma ciudad ven poco o nada a sus hijos, as� que estar�an en las mismas.

La puntualidad

Aunque a veces parece que es un valor «demod�», a m� hay cosas de la formalidad que me gustan. Formalidad entendida como «ser cumplidor». Como que si hemos quedado a las 10, llegar a las 10. Y si no vas a llegar a las 10, al menos avisar. Y si no avisas, al menos pide disculpas y haz como que te importa, aunque sea mentira. Pero no seas pat�n y digas con voz sarc�stica «igual me estabas esperando» cuando llegas 52 minutos tarde.
Dir�a que yo soy hombre de palabra. Los compromisos son importantes para m�, hago lo que puedo por cumplirlos y me siento enormemente culpable cuando no lo hago, tanto cuando es por mi culpa como cuando es por factores ajenos.
Y la verdad es que me molesta observar (con demasiada frecuencia) como no todo el mundo es as�. C�mo la gente desprecia los compromisos, y ni siquiera se siente un poco culpable por hacerlo. Me siento, la verdad, un «pringao». Lo peor es que no s� jugar de otra forma. Por mucho que sepa que alguien «no es de fiar» en ese sentido, yo sigo creyendo que lo va a ser, y actuando en consecuencia. Por mucho que sepa que alguien es impuntual, y me lo haya demostrado ya con creces, yo seguir� procurando llegar a la hora a las citas, y se me pondr� un nudo en el est�mago si llego un poco m�s tarde.
Ojo, no se me malinterprete: soy consciente de que hay factores que a veces dificultan esa «formalidad», de hecho a m� tambi�n me pasa y me impiden cumplir mis compromisos, como a todos. Quiz�s lo que m�s me moleste sea la ligereza con que algunas personas se toman estas cosas de los compromisos, porque en el fondo demuestran una falta de respeto enorme por el tiempo y las energ�as de los dem�s.
Y ya, ya me he desahogao.
PD.- Se podr� decir de m� lo que se quiera, pero no que soy inconsistente: hace m�s de un a�o ya me quejaba de cosas parecidas aqu� y aqu�. Lo peor es que me sigue fastidiando igual, no he aprendido nada :).

Diez consejos para hacer una buena propuesta

Destacar siendo diferente

La importancia de una buena propuesta

La elaboración y presentación de una propuesta es uno de los pasos más importantes en el proceso de venta de servicios de consultoría, y en general de cualquier tipo de venta «no estándar». Por supuesto, viene precedida de una labor de marketing más o menos segmentada, y de un acercamiento inicial al cliente que ya resultan bastante determinantes. Pero la propuesta es «la hora de la verdad», el momento en el que todas las conversaciones y acercamientos previos se tienen que plasmar en un documento que va a servir para que el cliente tome la decisión sobre contratarnos o no.

¿Qué es una buena propuesta?

Podemos darle muchas vueltas a una definición: pero al final, una buena propuesta es aquella que le proporciona al cliente toda la información relevante para que tome una decisión, y que lo hace de la manera más eficiente posible. Se trata de hacer una presentación que inspire a la acción.

Diez consejos para hacer una buena propuesta

Derivados de mi experiencia, éstos son algunos consejos para hacer una buena propuesta.

  • Sé visual: la propuesta tiene que hablar por sí misma por lo que, además de cuidar el contenido, debemos cuidar el continente. Nada de párrafos y párrafos de texto abigarrado: usa fotos, colores, cuadros, espacios en blanco… Se trata de que resulte agradable de leer y de generar buen recuerdo en el lector.
  • Sé conciso: posiblemente haya varias personas que tengan que decidir sobre la propuesta. Directivos con poco tiempo y pocas ganas de leer «tochos». Así que sé lo más directo que puedas. Trata de dividir la propuesta en una parte «ejecutiva» y, si tiene sentido, incluye anexos para quien quiera profundizar.
  • Sé comprensible: haz que la propuesta se entienda por sí misma. Piensa que habrá quien la lea (y quien tenga que decidir sobre ella) que no tiene por qué tener profundos conocimientos técnicos al respecto. Así que trata de utilizar un lenguaje lo menos técnico posible, explica los acrónimos y evita entrar, en la medida de lo posible, en detalles técnicos sin relevancia.
  • Personaliza: la propuesta es para un cliente concreto, no una propuesta genérica. Personalízala al máximo: introduce el logo del cliente, nómbralo con frecuencia, utiliza fotos que se refieran al cliente y a su negocio, si pones ejemplos adáptalos a su negocio… cualquier cosa que evite que el cliente piense que está leyendo «una propuesta estandar».
  • Contextualiza: dedica tiempo (y espacio en el documento) a contextualizar el proyecto. A explicar por qué tiene sentido para este cliente concreto en este momento concreto, y en qué le va a ayudar a conseguir sus objetivos. Háblale de su negocio, de sus necesidades, y de cómo el proyecto encaja con todo ello. Si consigues darle contexto, será mucho más fácil que lo compre.
  • Ajusta el precio: siempre hay un margen de negociación entre el precio que ponemos en la propuesta y el precio final. Pero debe ser un margen acotado. Si resulta que durante el «regateo» llegas a un precio sensiblemente inferior al que planteas en la propuesta, estarás trasmitiendo un mensaje de «te estaba intentando engañar» que no te deja en muy buen lugar.
  • No abuses de metodologías: es difícil, por no decir imposible, que un cliente se lea la descripción prolija de todas las fases, subfases y tareas que piensas incluir en tu proyecto. Se supone, para eso eres profesional, que es cosa tuya. Además, todos sabemos (nosotros y ellos) que las metodologías saltan por los aires en el minuto 1, así que no tiene mucho sentido hacernos fuertes con algo que luego no va a responder a la realidad.
  • No mientas (demasiado): en una propuesta podemos tener tendencia a engordar artificialmente los recursos que vamos a dedicar, la experiencia de los consultores, las referencias utilizadas, la dedicación de los socios, la infalibilidad de la metodología… evita hacerlo en la medida de lo posible. Primero, porque se nota. Y segundo porque, si luego la realidad no responde a lo prometido, estaremos generando una experiencia muy negativa en el cliente. Quizás ganemos esta propuesta, pero nos estaremos poniendo una zancadilla a nosotros mismos para el futuro.
  • No seas reglamentista: no trates de convertir la propuesta en un contrato con todo tipo de cláusulas y articulado. Las relaciones cliente-consultor y la evolución de los proyectos siempre superarán la mejor de tus previsiones y no quedarás cubierto, mientras que al cliente le puedes estar poniendo una barrera; ¿tú no has sentido rechazo cuando te ponen delante un contrato con montones de letra pequeña?. Además, ¿y si el cliente dice, simplemente, «no me gustan estas cláusulas?. No hay mejor contrato que una relación de confianza entre cliente y proveedor.
  • No te des autobombo: la propuesta no es el sitio en el que contar las excelencias de tu empresa, el abanico de tus servicios o los clientes tan guays que tienes (total, al final todos siempre ponemos los mismos). Eso ya lo has debido hacer en el proceso de acercamiento previo, por eso te piden una propuesta. Ahora céntrate en el proyecto y en cómo tu empresa va a abordarlo. Todo lo demás es accesorio. Si quieres, entrégale otra presentación o brochure. Pero no mezcles churras con merinas.

Una habilidad que se aprende

Como casi todo en esta vida, la elaboración de propuestas es una habilidad susceptible de ser desarrollada. ¿Te interesa saber cómo? ¡Apúntate al curso gratuito Aprender Mejor: Las claves del aprendizaje y el desarrollo eficaz de habilidades!



Ser formador

El otro día hablábamos de lo mal que se plantea a veces la formación por parte de las empresas. En uno de los comentarios, Jerónimo venía a decir que, dado que la formación tal y como está planteada es un negocio, ser formador sería una salida estupenda para emprendedores frustrados…
Que no digo yo que, en el sentido puramente económico del término, no sea un negocio «rentable»: el factor «productivo» esencial son las horas de uno mismo, que se suelen pagar a buen precio. Si se consigue hacer un curso más o menos estandar, los costes fijos (diseño de la formación) se diluyen, y entonces te conviertes en una máquina de ganar dinero…
Pero aquellos que hemos experimentado en nuestras carnes eso de «ser formador»… uf, creo que es una forma dura de ganar dinero!!!. Sí, probablemente haya trabajos más duros, pero éste también tiene lo suyo…
Para empezar, la movilidad: todos los domingos por la tarde a hacer la maleta y a coger un medio de transporte para poder estar a las 9:00 del lunes en vete tú a saber que sitio. Bueno, a las 9:00 no, porque un formador medianamente apto sabe que tiene que estar un buen rato antes para tomar «posesión» de su sala y solucionar los n inconvenientes que pueden surgir (ejemplos verídicos:»¿curso? ¿qué curso?» o «las llaves las tenía Fulanito, pero hoy no ha venido…» o «hemos puesto el proyector de diapositivas tal y como nos pidieron»…).
No hablemos de los inconvenientes logísticos: mesas distribuídas «en anfiteatro» cuando lo que tú querías eran «grupos de trabajo», faltan sillas, o sobra gente, o «¿dónde cuelgo yo mis papelotes?, habrá que quitar ese cuadro», o «el material del curso no ha llegado» o hace mucho frío, o hace mucho calor, o la sala huele sospechosamente parecido al baño que hay al lado, o…
Metamos además a un grupo de personas que, probablemente, desearían estar en cualquier sitio antes que ahí (incluso en sus puestos de trabajo). Que van a soportar «un rollo» sobre el que nadie les ha consultado. Que, en el mejor de los casos, se olvidan de todo y se dedican a participar, pero que en el peor, tratan de boicotear (pasivamente=a bostezos, o activamente=protestas contínuas) el desarrollo del curso.
A eso le metemos una jornada de unas 7-8 horas de pie, en el «candelero», manejando un grupo, sin poder mostrar debilidad ni cansancio, intendando además ser amable y simpático, con el añadido en muchos casos de tener que comer con los asistentes y no poder desconectar ni ese ratito…
¿Y todo para qué? Para en el transcurso de un día, o de una semana si el curso es largo, reiniciar el proceso y recibir a un nuevo grupo de personas que en el fondo es igual que el anterior, repetir las mismas palabras, las mismas anécdotas, responder las mismas preguntas, mantener las mismas conversaciones intrascendentes en los descansos…
¡¡¡Vamos, un verdadero chollo!!!

La cultura de los monos

Todo un cl�sico…
Metieron a cinco monos en una jaula, con una escalera en el centro y, sobre ella, un mont�n de pl�tanos. Cuando un mono intentaba subir la escalera para coger la fruta, se lanzaba un chorro de agua fr�a sobre los que permanec�an en el suelo. Pasado alg�n tiempo no hicieron falta m�s chorros de agua fr�a, los propios monos arremet�an a golpes contra el que intentaba alcanzar las bananas. Se sustituy� a uno de los monos. Lo primero que hizo fue lanzarse a la escalera, inmediatamente fue apaleado por los otros monos. Un segundo mono fue sustituido, ocurri� lo mismo y el primer sustituto particip� con entusiasmo en las palizas al novato. Un tercero fue cambiado, y el hecho se repiti�. Finalmente, el �ltimo de los veteranos fue sustituido, quedando un grupo de cinco monos que, a�n cuando nunca hab�an recibido un ba�o de agua fr�a, continuaban golpeando a aquel que intentaba llegar a las bananas. Si hubiera sido posible preguntar a alguno de ellos por qu� pegaban al que intentaba llegar a las bananas, con certeza la respuesta ser�a: «No s�, aqu� las cosas siempre se han hecho as�».

Esta historia se suele contar cuando se habla de cultura empresarial… y da que pensar, �no? �Cu�ntas veces somos nosotros igualitos que los monos?