«Se busca chica rubia, pelo largo, complexión delgada, aproximadamente 20 años, inglesa nativa». Imaginemos que reza así una búsqueda de una agencia de casting. E imaginemos que me presento yo, cuarentón con barba y principio de alopecia, de complexión «fuerte» (por ser generoso), castellano viejo. ¿Qué probabilidades tengo de obtener el papel? De hecho, ¿qué probabilidades tengo de que me admitan a la audición? Exacto; ninguna. Cero.
Y sin embargo…
Me comentaba ayer un conocido los problemas que estaba teniendo como reclutador en un proceso de selección. Habían definido la posición a cubrir con mucho detalle, haciendo referencia a las condiciones imprescindibles para aspirar al puesto: determinados conocimientos técnicos, necesidad de mostrar ejemplos de trabajos previos, una localización geográfica concreta… Y sin embargo no dejaban de llegarle candidaturas que simplemente no cumplían los requisitos: gente que vive en otros lugares, gente que se declara experta en tecnologías que no son las que se piden, etc.
Como en el caso del casting, las probabilidades de estos candidatos son cero patatero. Si juegas a la lotería, al menos tienes una probabilidad; infinitesimal, sí, pero mayor que cero. Presentar tu candidatura a una posición para la que simplemente no das el perfil es perder tu tiempo y hacérselo perder al reclutador (quizás pienses que el reclutador a ti te la pela… y creo que no es un buen primer paso). No vas a conseguir una entrevista, ni mucho menos el trabajo.
¿Y por qué la gente lo sigue haciendo, echando CV a diestro y siniestro, a ver si «suena la flauta»? Supongo que comparte un punto de irracionalidad con los juegos de azar, «sé que tengo muy pocas probabilidades (en realidad ninguna) pero bueno, por probar… a alguien cogerán… el no ya lo tengo… al fin y al cabo en el fondo están pidiendo una persona humana, y yo soy una persona humana». Y como las consecuencias negativas son inexistentes (nadie te va a meter en una lista negra de «candidatos irrelevantes») y el esfuerzo de mandar CV es limitado (copiar / pegar) pues oye, sigamos. Los spammers actúan de forma similar.
Y claro, también es una forma de apaciguar la conciencia. «Por supuesto que estoy buscando trabajo, ¿no ves la cantidad de CV que he echado?». Sostienes la ficción de que estás participando en varios procesos de selección («a ver si me llaman») cuando la realidad es que podrías haber tirado esos CV a una papelera y el resultado sería el mismo. Te descargas de responsabilidad («yo ya he hecho mi parte, ahora no depende de mí»), y te armas de razones para clamar contra la injusticia del mundo («no entiendo cómo no me llaman ni para una entrevista, con la de CV que he echado, mierda de sociedad»).
La alternativa pasa por:
- Empatía con el empleador: ¿qué está buscando? A veces el anuncio lo pone muy claro, otras un poco menos, pero siempre se puede sacar una idea de qué pretenden incorporar, qué tipo de empresa es, etc.
- Análisis autocrítico: ¿mi perfil encaja? Hablamos de un encaje más o menos natural, quizás no al 100%, pero razonable. Si vas a ser como las hermanastras de la Cenicienta, que tendrían que cortarse medio pie para que les entrase el zapato… mejor dejarlo.
- Personalización de la candidatura: haz un esfuerzo por presentar y destacar los aspectos que más encajan con el perfil demandado, no te pierdas en detalles que no vienen al caso, no presentes una candidatura genérica que huele a distancia. Pon un poco de cariño, sácate partido. El reclutador está deseando que le des una excusa mínimamente viable para profundizar.
Al final no es más que un poquito de lógica y de interés. El cuarentón barbudo tendrá que presentarse a castings donde pidan cuarentones barbudos, o algo medianamente asimilable; presentarse a castings de rubias «a ver si hay suerte» no es más que una forma tan válida como otra cualquiera de perder el tiempo.