Añadir información al contenido que compartes

Compartir contenidos interesantes

Hay algo que está pasando (y a mí estos días de confinamiento me está pasando con especial relevancia) y es que muchas veces hay gente que te comparte artículos interesantes que ha leído, un informe de no sé qué consultora, una charla interesante que ha visto no sé dónde… y simplemente te mandan un mensaje: por whatsapp, por correo electrónico…


«Échale un vistazo a esto que me ha resultado muy interesante»

Y claro, tú vas a hacer clic en el enlace y ves un documento de 80 páginas, una charla de una hora… contenidos que te exigen un montón de tiempo entrar a verlos sin saber realmente hasta qué punto te va a resultar interesante o no.

Por eso creo que sería interesante adoptar un par de buenas prácticas a la hora de compartir contenidos.

Añade un resumen ejecutivo

El primero: añade un resumen ejecutivo. Esboza en una frase o en un párrafo cortito cuáles son las ideas principales (y si me apuras la idea principal) que tú extraes de ese contenido.

¿Por qué? Por dos motivos: primero porque a mí me das contexto para saber si me merece la pena dedicar el tiempo que voy a tener que dedicar a consumir ese contenido. Y si por lo que se ha decidido no hacerlo pues al menos me puedo llevar una perlita de valor en forma de tu resumen. Si ya has dedicado una hora a leerte un documento no te cuesta nada dedicarle dos minutos a escribir tu conclusión relevante y compartirla con los demás.

Dale un toque personal

Y la segunda recomendación es que aproveches ese compartir ese documento para añadirle un toque personal. Y ese toque personal puede ser qué es lo que te ha aportado ese contenido a ti, por qué te ha resultado interesante, cómo lo estás aplicando… O también pensar en mí, decir «oye, he pensado que esto te puede resultar interesante para tu proyecto x o para cómo estás enfocando tu actividad comercial o cómo estás enfocando tu negocio o porque me dijiste en su día que estabas metido en este proyecto y he pensado que te puede resultar interesante».

Piensa que al compartir esa información estás teniendo una interacción, y es una excusa perfecta para para reforzar el nexo de vinculación personal que tenemos entre los dos. Y a lo mejor yo no acabo viendo el contenido, pero me quedo con la impresión de te conozco un poquito más a ti y/o que eres alguien que se preocupa por mí y me tiene en cuenta.

Así que nada, si quieres compartir contenidos adelante. Pero hazlo con un poquito de cabeza, porque los demás no tenemos tiempo para leer todo lo que nos sugerimos, y necesitamos criterios para decidir a qué le prestamos atención.

La recomendación de un sibarita

Una de las cosas buenas, fantásticas, que tiene esto del 2.0 es la posibilidad de que cualquiera pueda generar contenido en internet y ponerlo a disposición de quien quiera leerlo. Esto implica que, cualquiera que sea el tema que nos interese, podemos encontrarnos multitud de opiniones de la más diversa condición vertidas en la red.
Esto es aplicable, por ejemplo, cuando tenemos interés en adquirir un producto o servicio. ¿Es bueno, malo o regular? No hay más que teclearlo en Google e inmediatamente accederemos a una inacabable retahíla de opiniones. Aunque claro, como dicen en este post de Partigi, «un factor clave […] es la interpretación que somos capaces de hacer de un comentario» porque «leer comentarios que opinan sobre un tema concreto de una persona de la que no sabemos nada no es muy útil».
Y en este sentido uno de los perfiles más peligrosos a la hora de opinar son los sibaritas. Dice la RAE que son gente «que se trata con mucho regalo y refinamiento». O sea, aquéllos que no se conforman con nada menos que «lo mejor» en un determinado ámbito (porque uno puede ser muy sibarita para una cosa, y no para otra). Los que sólo comen en los mejores restaurantes, los que sólo beben los mejores vinos, los que sólo visten la mejor ropa, los que sólo compran los mejores coches, o los mejores ordenadores, o los mejores equipos de sonido…
Un verdadero sibarita (luego hay los que se las dan de entendidos pero sin tener ni idea, que ésa es otra) es un auténtico experto en su campo. Dedica mucho tiempo a profundizar con fruicción en la materia, está al día de todos y cada uno de los detalles y las novedades, y sobre todo tiene sus sentidos educados hasta tal punto que es capaz de apreciar sutilezas que se escapan al 99% de los mortales. Sus opiniones suelen tener, por lo tanto, un gran fundamento.
El problema es que, si tú no eres tan sibarita como él, su opinión se convierte en peligrosa. Porque te dirige hacia un mundo extraordinario que no estás en condiciones de apreciar. Un mundo que suele ser, además, enormemente caro. Por lo tanto, si sigues las recomendaciones de un sibarita, acabas gastando muchísimo dinero en un producto excepcional, cuando podrías gastar mucho menos en otro «menos bueno» que sin embargo colmaría más que de sobra tus más altas aspiraciones. Seguro que para el sibarita resultaría insuficiente pero, seamos sinceros, los demás difícilmente somos capaces de apreciar y valorar las diferencias.
En definitiva, las opiniones y recomendaciones de un sibarita son muy interesantes, en la medida en que tienen mucho fundamento detrás. Pero a la hora de tomar decisiones es importante no seguirlas a ciegas, y descontarles el «sesgo de sibaritismo» para evitar gastar dinero para nada.

Las recomendaciones, de una en una, ganan valor

Estaba leyendo este post de Scoble. En él, hace una recomendación de gente interesante para seguir sus blogs, twitters y demás (dentro del mundillo tecnológico).
Cuando he leído la introducción me he dicho «¡qué bien! Igual puedo renovar alguna de mis fuentes». Pero he seguido leyendo… y lo que plantea Scoble son decenas (calculo entre 130-160) de fuentes. Obviamente, demasiadas para verlas todas (ni siquiera para echarles un vistazo). Y puestos a elegir… ¿con qué criterio? Pero siendo sinceros, es que me ha dado pereza hasta leerme la lista entera a ver que encontraba.
Conclusión: si quieres hacer una recomendación, hazla. Mójate. Recomienda lo que te guste. Pero ve al grano, dale protagonismo a esa recomendación, no la entierres entre otras iguales. Porque si lo haces, no destacará, pasará inadvertida.

El valor de una recomendación

Nuestro prestigio y reputación están en juego, obviamente, con lo que hacemos y con lo que decimos de forma directa. Pero también se ven afectados de forma indirecta con lo que hacen y dicen aquellos a los que, de alguna manera, damos nuestro apoyo expreso. Si recomendamos a alguien que contrate con una empresa, y esa empresa hace un mal trabajo, no es sólo su prestigio el que cae, sino también el nuestro. Si «enchufamos» a alguien en algún sitio y no da la talla, también nosotros quedamos mal.
A mí me gusta, en términos generales, ser bastante precavido con mis recomendaciones. Sólo recomiendo con fuerza aquellas cosas y personas en las que creo de verdad.
Tengo la sensación de que hay gente que recomienda «por recomendar». Por ejemplo, gente que acepta en su perfil de red social a cualquiera sin conocerlo (yo sólo acepto a personas a las que conozca mínimamente, de las que sepa decir algo – bueno o malo – en caso de que me pregunten). El caso es que a veces se me genera una cierta «disonancia cognoscitiva»: ¿cómo es posible que esta persona, a la que yo valoro y respeto, recomiende semejante «bazura»?. Y es una sensación extraña, porque te hace dudar de tu propio criterio: quizás la «bazura» no lo es tanto. O quizás el valor y el respeto que le tienes a esa persona no es tan merecido…