Desde hace un par de años vengo enviando, de forma habitual, un correo (semanal) a mi base de suscriptores. Este formato de newsletter ha «sustituído» en gran medida al blog, o le ha abierto un canal complementario, o lo que sea.
Al final son todo formas diferentes de expresarme, y de lanzar «mensajes en una botella».
El otro día me pasó una cosa.
Cuando envié mi newsletter más reciente, una persona se dio de baja.
No pasa nada, es algo que sucede de manera habitual. Y está bien.
Lo que pasa es que dejó un comentario: «Esperaba algo mejor», dijo.
Y ahí mi ego se resintió un poquito. Sentí la tentación de ponerme en contacto con él, agarrarle de la solapa, y decirle «no me abandones, ¿cómo puedo ser mejor para ti?».
Es curioso observarse cuando la cabeza te lleva por sitios así.
El caso es que después, pensándolo mejor, me di cuenta de que estaba poniendo el foco en el sitio equivocado. Que esa persona que se marchaba porque «esperaba algo mejor» no era tan importante. Y que los verdaderamente importantes no son los que se van dando un portazo, si no los que están día tras día, semana tras semana, a tu lado.
Así que pensé que tenía más sentido preguntarles a ellos.
Por eso envié un correo a un «grupo selecto» de suscriptores: aproximadamente un tercio del total, personas que llevan ya tiempo conmigo y que semana tras semana abren mis correos y leen las cosas que mando.
El objetivo era doble: por un lado agradecer, y por otro indagar: ¿qué te gusta de esta newsletter, qué te aporta, para qué te sirve? Y si pudieras hacer algo para mejorarla… ¿qué sería?
He recibido un buen puñado de respuestas, muy cercanas y cariñosas, que me han hecho reflexionar bastante.
Aquí algunas ideas:
- De lo que más se repite: que «hace pensar». Que son pequeñas píldoras que remueven algo (obviamente no siempre, pero sí con frecuencia).
- Me gusta mucho que se perciba y valore la honestidad en lo que escribo, y es algo que se repite bastante. Para mí es un valor fundamental, y me agrada que se transmita así.
- También gusta el estilo: sencillo, cotidiano… muchas veces partiendo de una anécdota para llegar a una conclusión.
- El «factor sorpresa», en dos sentidos: por un lado, porque las reflexiones que suelo plantear no son «las habituales», y eso genera un efecto refrescante en muchas personas. Y por otro lado, porque yo mismo debo ser bastante variable… y eso genera el efecto de «a ver por dónde sale Raúl hoy». Esto último me ha hecho gracia :D.
- Hay una cierta «división de opiniones» respecto a los contenidos personales. Hay quienes los aprecian (como forma de establecer vínculo, compartir vulnerabilidad, etc.) mientras que a otros les «chirrían» un poco más y prefieren un poco más de distancia.
- También hay variabilidad en cuanto a una parte del estilo: hay quienes gustan más de enlaces y sugerencias, y otros que valoran más las «ideas sencillas y al grano». Supongo que es algo que se puede equilibrar.
Al final, después de este ejercicio, recordé algo que escribí hace ya muchos años, y que sigue plenamente vigente:
«Estos días estoy dejando de seguir a algunas personas en twitter. Una pequeña limpieza de contenidos que han dejado de interesarme. Una de ellas lo ha visto (gracias a qwitter, una herramienta que sirve precisamente cuando un follower deja de seguirte) y se ha puesto en contacto conmigo para saber si había algún problema…
¿Problema? No, ninguno. Simplemente, por el motivo que sea (que es MI motivo) lo que cuentas ha dejado de interesarme tanto como para dedicarle parte de mi atención y prefiero dedicársela a otras cosas.
Que alguien deje de seguirte no significa ni que le caigas mal, ni que tenga ninguna animadversión, ni que no le parezcas un buen tipo… Y perder un follower tampoco debería hacerte dudar sobre si lo que cuentas en tu twitter es interesante o no: cuenta lo que quieras que para eso es tuyo, habrá a quien le guste y habrá a quien no (no se puede gustar a todos), y ya está.
Pero nadie debería pedirme cuentas de lo que leo o dejo de leer, de a quién sigo o a quién no. Si lo hace, se arriesga a que le conteste lo que hay: leo lo que me interesa, sigo a quien me interesa, y lo que tú cuentas ya no entra en esa definición. ¿Puede resultar hiriente? Quiero creer que no, pero si alguien se lo puede llegar a tomar a mal… mejor que no pregunte.
Yo tengo muy claro que cada uno somos los dueños de nuestra atención, la empleamos como mejor nos parece y no tenemos que dar explicaciones a nadie por ello.»
Pues eso. Que de lo que se trata es de hacer lo que a uno le apetezca. Y, de manera natural, la gente afín se quedará (durante el tiempo que quiera, mientras le resulte útil o apetecible), y los que no encajen, o se cansen, o se aburran… se irán.
Y está bien así.
Hay otro factor sobre el que también he estado reflexionando, y tiene que ver con el carácter «marketiniano» de la newsletter. Es decir, «en teoría» aparte de ser un mero canal de expresión también me gustaría que sirviese como vía para vender(me). Que los suscriptores pudieran pasar, en algún momento, a ser «clientes».
Seguramente, si viniese a auditarme algún «experto», me diría que no lo estoy haciendo muy bien :D. Quizás hago mal por no tener un «buyer persona», y debería tener más el objetivo de la venta en mente, y buscar sus «necesidades ocultas», y eso me haría machacar más determinados contenidos y evitar otros, y fijarme en tasas de conversión, y blablabla…
Pero me voy dejando de pelear con eso.
Porque sigo otras newsletter que van de ese palo, y no me gustan: no puedo evitar la sensación del «vendedor de seguros» que finge ser tu amigo para endosarte, en cuanto puede, un seguro de vida.
Al final, lo que a mí me gusta es generar conexión con las personas que me leen. Ésa es su característica común: les gustan los temas que toco, les gusta la forma en que lo hago, aprecian a la persona que hay detrás. Creo que es algo que, para lo que yo hago (coaching, consultoría, formación) es esencial: no te lanzas en brazos del primer fulano que se te pone enfrente, necesitas confianza.
Y luego alguna de esas personas que me lee estará, además, en una posición en la que pueda acabar siendo cliente: porque le surge la necesidad y tiene el dinero, porque se mueve en un entorno corporativo con presupuesto disponible, o porque conoce a alguien así. Y entonces se acordará de mí, y hablaremos.
Mientras tanto, no pasa nada; seguimos cultivando la relación. Sin presión, sin prisa, sin un objetivo finalista. De persona a persona, no de proveedor a potencial cliente.
Me gusta que me guste escribir en mi newsletter. Creo que es lo que lo hace sostenible y satisfactorio. Del otro lado hay cada vez más gente con la que estoy convencido que disfrutaría de tomar un café largo hablando de mil cosas. Esas personas, a su vez, ven en mí a alguien cercano, sensato, de confianza.
Y eso es un fin en sí mismo, no hace falta que sea un medio para nada más.