Mi individualidad

Soy individualista. Lo sabe cualquiera que me conozca. También egocéntrico, autosuficiente, un punto prepotente… supongo que van en el lote. Pero a lo que iba. Que me gusta ser considerado como individuo, por mí mismo, por mis propias acciones, mis propias palabras, mis propios pensamientos. No me gusta que me asignen los de otros.
En general, no me gustan los colectivos. Para formar parte de cualquier colectivo, tienes que pagar un peaje en forma de renuncia a tus propias ideas. Obviamente, con algunos colectivos el nivel de solape es mayor (y es más fácil encajar) y con otros es directamente imposible. Pero por mucho solape que haya, siempre tienes que renunciar en parte a tu individualidad para integrarte en el colectivo. Y no me gusta.
Por eso no me gustaría estar en un partido político, por ejemplo, por mucho que ideológicamente pudiera estar cercano a mi forma de pensar. Porque al final, seguro que habría cosas que no me gustan, que no coinciden con como yo pienso. Y cuando eso sucede, primero me siento a disgusto y segundo lo tengo que decir. Me ha pasado siempre, en las empresas en las que he estado, en todos los sitios: lo de ser un miembro calladito y sumiso del colectivo nunca se me ha dado bien. Defender causas a ciegas tampoco.
Por eso me gusta esta «sociedad en red» que se está formando: puedo mantener mi individualidad sin perderla en favor de ningún colectivo, y a la vez ir creando lazos con otros individuos con los que encuentro afinidad. Relaciones más estrechas o más casuales, pero siempre siendo uno el que lleva el timón y el que decide en cada momento con qué individuos (y no con qué «colectivos») se vincula.
Y sin embargo… al ser humano le gusta etiquetar. Etiquetar es fácil, y así es más sencillo interactuar con el entorno. En vez de conocer a los individuos y tratarles como tales, preferimos asignarles etiquetas y tratarles de acuerdo a «lo que se supone que deben de ser». Aquél es un pijo, el otro es un facha, el de más allá es del Atleti…
Esa es una tendencia que puede conmigo. Porque, como ya he dicho, me resulta difícil adscribirme al 100% con ningún colectivo. Y por lo tanto, las etiquetas no me representan. Habrá algunas que se acerquen más, otras que ni de coña… pero ninguna al 100%. Por eso me frustra cuando la gente me trata de acuerdo a una etiqueta. Porque no tienen en cuenta únicamente lo que yo digo, lo que yo pienso, lo que yo hago, lo que yo creo… sino que además le añaden «lo que se supone» que digo, pienso, hago y creo de acuerdo a dicha etiqueta. Aunque tú nunca lo hayas dicho, pensado, hecho o creído.
Si al menos te dan la oportunidad, puedes llegar a romper esa etiqueta a base de mucho esfuerzo y mucha conversación. Y entonces llega el «ah, no eres como pensaba». Pero en muchas ocasiones, directamente no te dan la oportunidad y no atienden a lo que dices o haces. Simplemente, eres un tal o un cual, porque esa es tu etiqueta, y punto.

Jil van Eyle, el teaming y el mensaje profundo

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Muy interesante este video sobre Jil van Eyle elaborado por Joan Planas (¡qué envidia me da ver sus videos, pardiez!! Seguiré sus recomendaciones para alfabetizarme visualmente 🙂 ). Jil van Eyle tiene una experiencia personal que, a sus 39 años, le permite ver la vida con cierta perspectiva. Da que pensar, tiene pinta de ser un tipo interesante. Ahora su proyecto es Teaming, empresas, ¡tomen nota!
Y una frase que destaco de todo el video:

Yo creo que sobre todo es muy importante quitar los miedos; no tener miedo a pelear cosas, a perder dinero, no tener miedo a que te echen, no tener miedo a no tener estabilidad… yo creo que esto es muy básico. Y realmente hacer un trabajo y buscar una cosa que tú sabes que estás 100% feliz, aunque te da un sueldo mínimo o aunque incluso en principio no te da nada, pero yo estoy convencido de que esta felicidad te da una energía que también transmites a otra gente que al final te da más cosas positivas.

Sí a las novatadas

Como si fuera ayer…

¡Crunch! Se presenta el puto, repelente, escupiscible y fácilmente duchable novato Raúl, que malvive en la cueva 401 Central, que fracasará en sus estudios de la Comercial y que el próximo año se dedicará a la cría intensiva del champiñón hermafrodita

La de veces que no tendría que repetir esta letanía, con las piernas flexionadas, los pies formando un ángulo de noventa grados y las manos entrecruzadas (una por delante, otra por detrás) en la entrepierna. «Â¡Preséntese, novato!». Tantas, como para que se grabase en mi memoria…
El otro día oía hablar (no sé dónde) de las novatadas… e inmediatamente me fuí atrás en el tiempo (13 años ya), a aquéllos días de septiembre del 94 cuando llegaba al Colegio Mayor para emprender la vida universitaria… y a los de los años siguientes, cuando eran otros los que llegaban y yo el que ya estaba. Y tanto unas como otras las recuerdo como algo entrañable.
Las novatadas molan, son divertidas, y son útiles. Siempre, claro está, que no nos refiramos a barbaridades. Pero cuando se hacen con gracia (una catedral, un bombero, un vacío cósmico, un «me baje a copiar los horarios», un telesat, un presentarse encima de las mesas del bar, unos disfraces ridículos, natación en el césped…) , están muy bien. Por supuesto, el «novato» le ve la gracia en el culo: no deja de ser un chaval, normalmente más joven que todos los que le rodean, normalmente fuera de su entorno (por eso va a una residencia o Colegio Mayor) y enfrentándose a cambios no experimentados antes. Y se encuentra con grupos hechos, de gente mayor que domina el entorno y que, encima, le putea.
Pero sigo diciendo que son positivas. Sin novatadas, los «mayores» tendrían poco incentivo para interactuar con los nuevos: ellos ya se conocen entre sí, ya tienen «su vida hecha»… dependería de la voluntad individual de cada uno el querer acercarse a los nuevos para integrarlos. Sin embargo, novatadas mediante, se produce un periodo de interacción que permite a unos conocer a los otros y viceversa. Desde una relación dominador-dominado, sí, pero relación al fin y al cabo que además tiene fecha de caducidad (excepto para el «novato del año», MUAHAHAHA!!), tras la cual habrá una relación normal. Gracias a las novatadas, los novatos se dan a conocer no sólo en su entorno más cercano, sino a los diferentes grupos. También son positivas de cara a fortalecer la relación entre novatos. Todos enfrentados a las mismas adversidades y unidos contra el «veterano opresor».
Así que si alguien me pregunta le diré «barbaridades nunca, pero unas simpáticas novatadas… siempre».

Cagarla en público

Decepción pública
Son las imágenes de la decepción. España perdió por un punto, en los últimos segundos, la final del Eurobasket ante Rusia. Una lástima, sobre todo por las expectativas que todos teníamos, pero «el fútbol es así» y en el deporte se gana y se pierde.
Todo se ha dicho ya sobre este partido, sobre la selección… pero a mí hay un apunte que me gustaría rescatar. Y son las imágenes de tremenda decepción entre los jugadores españoles al terminar el partido. La habían cagado, y lo sabían. Tan cerca que pudieron tocarlo con los dedos, y se lo dejaron escapar. Por errores propios, además. En esos momentos imagino que sólo tenían ganas de meterse en el vestuario a rumiar la derrota. Y sin embargo… ahí se quedaron. En la pista. Rodeados de gente. Rodeados de cámaras. Rodeados de micrófonos. Sabiendo que sus imágenes daban la vuelta al mundo. Y me dieron mucha pena…
Todos la cagamos a diario. En nuestro trabajo, en nuestra vida personal… hay días, momentos, en los que las cosas no salen como queremos. Y en esos momentos, lo que queremos es que nos trague la tierra, retirarnos apesadumbrados a un rincón, no hablar con nadie y que nadie nos hable. Lamernos las heridas, que es uno de los actos más íntimos y para los que más necesaria es la privacidad.
¿Os imagináis si, cuando tenemos uno de esos momentos, nos viniesen a enfocar con cámaras, a meternos la alcachofa en el morro, tuviésemos que atender a la prensa? ¿Os imagináis que al día siguiente nuestra cara de decepción y de amargura saliese en portada de todos los medios?
Si, ya sé, son profesionales, ganan mucha pasta, se benefician del cariño del público en las maduras y tienen que poner la cara en las duras. Pero no dejan de ser personas… y pasar un mal trago en la plaza pública, a la vista de todos, debe ser bastante difícil.

Aprender a equivocarse

Da que pensar…

En la escuela te enseñan a no cometer errores… ¿cómo vas a aprender algo sin cometer errores?

Robert Kiyosaki

¿No estará fallando algo en la base de nuestro sistema de aprendizaje? ¿A qué nos enseñan cuando somos niños? A veces creo que la escuela mata la curiosidad, la creatividad, las ganas de experimentar… y ahora, tantos años después, toca volver a aprenderlo todo.

Confesión

Lo dice uno que tiene más pecados acumulados que ni sé…

Are you Catholic? Not much good on it. Lot of guilt. But the one good thing is confession. Whatever you got eat in on you, you just give it up. Feels good I have to say, guess is letting it out, letting another human being hear.

Alex Mahone, en Prison Break

(Traducción libre: ¿Eres católico? No tiene demasiado de bueno. Mucha culpabilidad. Pero lo bueno es la confesión. Cualquier cosa que te reconcoma, simplemente cuéntalo. Sienta bien, debo decir; supongo que es el hecho de soltarlo, de que otro humano lo escuche)

Perfil comunicador

Hace unos días comentaba Javier: «A mi me encantaría poder completar los contenidos de Loogic con podcast y videos pero por un lado no voy muy bien de tiempo como para preparar ese tipo de contenidos y por otro aún no me siento cómodo delante de una cámara, las veces que me han grabado ultimamente me veo realmente mal«.
Lo cuál me llevó a dejar un comentario: «lamentablemente, cada uno tenemos nuestro perfil de comunicador (que además varía en función del medio), que no siempre está alineado con el interés de lo que uno tiene que decir. Hay supercracks que tienen cosas interesantes que decir y las dicen bien por escrito, en persona, en cámara… el resto tenemos que conformarnos (en el mejor de los casos) con una combinación reducida de eso
Y es que creo, sinceramente, que eso es una realidad. Son cosas distintas, y no necesariamente concurrentes, el tener una cosa que decir y el saberla decir correctamente. Y ese «saberla decir» no es lo mismo por escrito, que hablando, que en imágenes. Ni tampoco es igual dirigirse al colectivo de académicos que al colectivo de jóvenes. Cada medio y cada público requiere un perfil de comunicador distinto.
Cada uno tenemos unos talentos determinados. Que sí, se pueden trabajar. Pero esto me recuerda un poco al (mítico) PCFútbol donde los jugadores tenían unas característica indicadas con un número. Y sí, podían crecer con el tiempo. Pero las condiciones innatas eran las que marcaban el punto de inicio de ese trabajo y el potencial que se podía alcanzar con él.
Al final, más que aspirar a dominar todos los perfiles comunicadores, creo que es importante encontrar cuál es el nuestro y explotarlo. Y, a partir de ahí, si se quiere, ir fortaleciendo otros. Pero asumiendo que «comunicadores totales» hay muy pocos, son muy difíciles de encontrar y además, en mi opinión, tienen esas habilidades innatas por lo que tampoco merece la pena porfiar por pretender llegar hasta donde ellos porque, al final y por mucho que lo intentemos, ellos van a ganarnos siempre por varios cuerpos de ventaja.
Y ya decían los FunkyBusiness que en este mundo globalizado «the winner takes it all». O el segundo es el primero de los perdedores.

No tienes por qué hacerlo

Leo en el blog de Andrés un interesante post sobre las necesidades que tenemos (o que nos creamos) y cómo al mundo de la empresa le cuesta cada día más satisfacerlas. Al final, después de todo el rollo, Andrés acaba con 10 preguntas que voy a trasladar aquí y a responder… la verdad es que leyéndolas y contestándolas, algo dentro de mí se remueve diciéndome que estoy en el buen camino.

  • ¿De verdad necesitas meterte en una hipoteca a los 25? En mi caso no fueron 25, sino 26. La hipoteca, una carga para 30 años, una barrera para moverte, para tomar decisiones, un factor que favorece quedarse donde uno está. Afortunadamente, cuatro años y pico después, estoy a punto de liberarme de la hipoteca.
  • ¿De verdad necesitas vivir en Madrid, Barcelona, Caracas o Buenos Aires? Noooooo!!! Desde hace un par de meses vivo en Aranda de Duero, pueblo de unos 40.000 habitantes a unos 160 kilómetros de Madrid. Y se vive muy bien.
  • ¿De verdad crees que no puedes hacer algo más valioso en tu vida que aguantar a un imbecil maleducado que te pone a parir por teléfono porque el auténtico responsable de la cagada está cinco plantas por encima en un despacho con moqueta? Odio dar la cara por los demás y cargar con responsabilidades que no son las mías… mi situación actual no es perfecta, pero he mejorado bastante.
  • ¿De verdad necesitas comprar un iPod a un hijo al que apenas ves? ¿No preferiría un iPapá? Tengo la absoluta confianza de que es así. Espero que dentro de muchos años mi hijo (y los que vengan) me recuerden por el tiempo que pasamos juntos (ahora le veo levantarse, desayunar, comer, paseamos todas las tardes, le baño todos los días…) y no por la cantidad de chismes que tienen en el trastero
  • ¿Necesitas esas vacaciones en las Maldivas o lo que te realmente te gustaría es irte al pueblo con una pila de libros y DVDs? Llevamos «gorroneando» vacaciones a los padres años. Yo no necesito más que un techo, mi mujer y mi hijo. A quien le guste viajar bien, pero para disfrutar del tiempo libre no hace falta gastar miles de euros.
  • ¿Tienes que salir todas las santas noches desde el jueves al domingo para presumir de «pibita» y de SEAT León tuneado? Si lo que de verdad importa está en casa… ¿dónde vas a estar mejor que allí?
  • ¿De verdad quieres un puesto de más responsabilidad? No. No quería ser gerente de consultoría. No creo que me hubiese compensado ni la dedicación ni los malos ratos. Quien lo quiera, para él. A mí me tocaba por inercia, y quise cambiar el rumbo
  • ¿Cuanto crees que falta para que te sustituyan por una máquina, un sistema experto o una subcontrata en Varsovia, Nueva Delhi o Medellín? ¿Crees que se acordarán de esos «esfuerzos adicionales» que te pedían con cara compungida? Cuestión de tiempo… la única solución es tomar uno las riendas y provocar el cambio antes de que éste te sobrevenga
  • ¿Para quién trabajas? ¿Para tí? ¿Para mantener una imagen? ¿Para que tus padres/suegros crean que por ir con corbata a ese gran edificio de cristal fantaseén pensando que eres el puto CEO? Cada día un poquito más para mí. La imagen nunca me importó, y aun así fui uno de esos de corbata que entraban al Windsor o a Torre Picasso, que iban en avión con un portátil… Muchos símbolos externos que no significaron nada, al final eres un «pringao» con cierta apariencia, pero «pringao» al fin y al cabo
  • Anexo. Podrá parecerte una tontería, a mi desde luego no, ¿Harías tu algo como lo de Rodrigo Gaudenzi? Este chico si que sabe… A dios rogando y con el mazo dando…

Fortalezas

Siguiendo la ruta del autodescubrimiento personal, y teniendo en cuenta lo que decía Drucker de que «cuesta bastante más energía pasar de la incompetencia a la mediocridad que de la primera categoría a la excelencia», hoy me gustaría reflexionar sobre mis fortalezas, esas que se supone deben constituir la base sobre las que construir mi futuro profesional.
Antes de que mis críticos se lancen, quede claro que también hablaré otro día de mis debilidades (o, dicho más soft como suele gustar, «áreas de mejora»).
Todo esto surge de la reflexión personal, de ver a lo largo del tiempo qué hago bien y qué no, de compararme con otras personas de alrededor. Pero no dejan de ser mis visiones sobre mí mismo, seguro que los que me conocen pueden matizar más cosas (e incluso contradecirme) .
Vamos a ello (sin orden demasiado específico):
Me relaciono bien con la tecnología: sin ser un técnico, me siento cómodo con la tecnología a nivel de usuario y también a nivel conceptual. Integro, por lo tanto, dos visiones que creo importantes ahora mismo; la tecnología y el negocio. Habrá quien no lo considere muy especial, pero si miro alrededor creo que sí es un valor diferencial.
Conciencia de que la empleabilidad prima sobre un empleo fijo: conozco mucha gente que sigue anclada al modelo de «empleado para toda la vida». Creo que, en los tiempos que corren, es una ventaja al menos saber que eso ya no existe.
Inteligencia: quizás suene poco modesto, pero qué le vamos a hacer. Académicamente siempre fui bueno, y no he perdido esas habilidades en el mundo laboral. Tengo una buena capacidad de análisis y sobre todo de síntesis; consigo extractar «lo importante» de un tema, «visualizar soluciones» o estructurar un argumento de una forma que me resulta natural, sin esfuerzo. Simplemente, «lo veo».
Curriculum: tengo un curriculum bastante aparente; buena universidad, buenos resultados académicos, buenas empresas, continuidad en los empleos… un CV solvente.
Conciencia de la importancia del networking: hay gente (no hay más que ver el poco éxito que tienen algunas invitaciones genéricas a sistemas de redes sociales) que no cree que esas cosas sirvan para nada. A mí me parece que tener, cuidar y desarrollar tu red de contactos es la mejor garantía de que «pasen cosas».
Generalista: tengo múltiples intereses, no me considero en absoluto un especialista. Eso me permite relacionar mundos distintos, tener una visión amplia de las cosas y defenderme más que bien en distintos entornos.
Autoconfianza: confío mucho en mí mismo, sobre todo a nivel de ideas. Si yo estoy convencido de algo, defiendo mi postura pese a quien pese y, además, suelo tener razón (¿no he dicho ya lo de la autoconfianza?).
Estabilidad: no me suelo mover en los extremos en ningún ámbito de la vida. Si todo el mundo está eufórico, yo seré el contrapunto de tranquilidad. Si todo el mundo está pesimista, yo seré el contrapunto de optimismo. Siempre haciendo contrapeso para que las cosas se mantengan centradas. No es esperable de mí arranques de furia, o de histeria, o de euforia, ni bandazos de ningún tipo. Siempre centrado.
Eficiencia: creo que en mí se cumple la norma de Pareto; con el 20% del esfuerzo consigo el 80% del resultado, lo cual me hace bastante eficiente para conseguir resultados más que aceptables.
Coherencia: vinculado a la autoconfianza y a la estabilidad; suelo tener mis criterios y actuar según los mismos, y además tiendo a mantenerlos a lo largo del tiempo (o, en su caso, a que evolucionen poco a poco o de forma justificada). No soy de «hoy A, mañana B», y es difícil (que no imposible) pillarme en un renuncio.
Solvencia: o fiabilidad. Si alguien confía en mí para algo, (y yo le digo que sí) sabe con el 99% de seguridad que no le dejaré en mal lugar.
Compromiso: si me comprometo con algo, estoy al 100%. Nunca he sido de mirar el reloj «que ya me tengo que ir» cuando hay cosas por hacer.
Versatilidad: me muevo con comodidad en distintos ambientes, a distintos niveles, con distintos roles. Valgo, en muchos terrenos, «lo mismo para un roto que para un descosido».
Aprendizaje rápido: ante situaciones y planteamientos novedosos, mi curva de aprendizaje es corta, al menos para llegar al punto en el que soy capaz de dar unos resultados aceptables (otra vez Pareto).
Comunicación: creo que utilizo bien el lenguaje, tanto escrito como hablado. No tengo un estilo de escritor, ni mucho menos, pero sí tengo un lenguaje funcional que me permite transmitir lo que quiero decir, además de que mi capacidad sintética me permite estructurar bien los mensajes.
Empatía conceptual: sé ponerme en el lugar del otro. Quizás no tanto a nivel sentimientos, pero sí a nivel de argumentos; entiendo lo que otros quieren decir, y además puedo entender los motivos por los que lo dicen.
Trato fácil: creo que tengo un trato fácil, me gusta la conversación… creo que soy alguien con quien es cómodo relacionarse, y con quien es difícil «llevarse mal» (lo cual no quiere decir que no le pueda caer mal a la gente, claro).
Bueno, la modestia no la he puesto, ¿no? 😉 Insisto, otro post para las debilidades.