El efecto Medici

Florencia

El otro día estuve en el «Workshop sobre Innovación y Emprendizaje» organizado por el Instituto de Empresa (un evento de captación para la venta de uno de sus masters), en el que me gustó especialmente la charla que dio Salvador Aragón (al que no conocía previamente) sobre innovación. Una intervención muy dinámica y participativa.
Uno de los conceptos que manejó fue el de Efecto Medici. Algo de lo que ya viene hablando hace tiempo a raiz de la publicación del libro homónimo de Frans Johansson. Viene a contar cómo en la Florencia del Renacimiento, bajo los auspicios de los Medici, se produjo una de las mayores explosiones conocidas del conocimiento y la creatividad, y que uno de los factores determinantes de este hecho fue la convergencia e interacción, en un mismo espacio y tiempo, de perfiles diversos tanto del mundo del arte, la ciencia, la economía, la política…
Y yo me creo, basándome en mis sensaciones, que es muy cierto. Cuando abro los ojos a realidades distintas (escucho una charla sobre un tema que desconozco de un ámbito radicalmente distinto al mío, o charlo con una persona de perfil muy diferente, etc.) siento como si se abriesen las ventanas y entrase aire fresco en mi mente. Se me ocurren otras ideas, se ensancha mi mundo, adquiero nuevas perspectivas.
Me pasó cuando descubrí esto de la blogosfera. Viniendo de un entorno muy corporativo (rascacielos, traje y corbata, etc.) me entusiasmó ver la enorme diversidad de gente que contaba sus cosas en internet. No sólo podía leerles, sino también interactuar con ellos. ¡Era fantástico! Lamentablemente, con el paso del tiempo empiezas a centrarte en los mismos temas, a rodearte de la misma gente… supongo que es una inercia que hay que romper a base de voluntad; al final es difícil no dejarse guiar por «lo útil» y «lo inmediato», y dedicarle tiempo a, simplemente, explorar otras formas de ver el mundo sin un objetivo predeterminado es algo que va quedando en segundo plano.
Mmmm… esto suena a propósito de año nuevo…
Foto | untipografico

¿Qué quieres hacer?

Es un pensamiento que me incomoda bastante de un tiempo a esta parte:

A pesar de echar infinitas pestes sobre los obstáculos que no les dejan avanzar, a la mayoría le resulta muy difícil saber cuáles son los sueños concretos que se les está impidiendo realizar. Hazte estas preguntas: ¿Qué harías, en tu día a día, si tuvieras 100 millones en el banco? ¿Con qué te levantarías ilusionado cada mañana para vivir un nuevo día?

Tim Ferriss en La semana laboral de 4 horas

Pensaba que eras más serio

«Pensaba que eras más serio». Esto me lo dijo una persona durante el fin de semana en Sevilla, y lo dijo (o al menos yo lo entendí) como un cumplido. Es decir, que al conocerme personalmente descubrió a alguien más cordial, cercano y campechano (como el Rey :P) que la idea que se había construido de mí.
Me dejó pensativo. Por un lado me alegra que en persona sea capaz de transmitir esa imagen, que es la que yo tengo de mí mismo: creo que ser un buen profesional (o intentarlo) no está reñido con ser «buena gente» ni te lleva obligatoriamente a tener que ser sombrío y cirunspecto. Pero por otro lado, me «preocupa» (hasta cierto punto) que alguien pudiese tener esa idea sobre mí. ¿Será que la foto que uso habitualmente para identificarme (algo que se mencionó expresamente) resulta un tanto «agresiva»? ¿Igual es que mi forma de escribir es poco «cálida»?
No sé. Siempre he pensado que la forma en que yo abordo mi presencia en internet reflejaba de una forma bastante transparente mi forma de ser. Pero al encontrarme con esta situación, tengo que pensar: ¿no es así? ¿o igual es que no soy como creo ser?
Ya, ya, menuda paja mental 🙂 . Pero es que este EBE, a parte de tener un buen puñado de pura «socialización», me ha devuelto a casa con algunas cuestiones «profundas»…

Recomendación básica de vida

Lo ponía hace un rato en twitter, pero lo voy a elevar a categoría de post:

Norma básica para la vida: aléjate de la gente que te chirría, acércate a la gente que te dé buen rollo

A lo largo de la vida interactuamos con mucha gente: familia, colegio, trabajo, en la calle, en los medios de comunicación, en la red… y es evidente que hay algunos con los que tenemos «buen feeling» y otros con los que no. No pasa nada, es una cuestión de química.
El instinto lógico es, claro, pasar el mayor tiempo posible con los primeros y alejarnos de los segundos. Sin embargo, en demasiadas ocasiones nuestra cabeza se interpone en ese instinto y, por los motivos que sean (intereses, inercia, convenciones sociales, miedo al enfrentamiento, obligación) subvertimos ese orden y pasamos más tiempo del deseable (¡incluso hacemos esfuerzos por que así sea!) con gente poco deseable.
Pues bien, creo que es una pérdida de tiempo, de energía… de vida, en definitiva, permanecer cerca (y no digamos encima acercarnos voluntariamente) de gente que nos «chirría», que nos da mal rollo, que tiene ramalazos que no nos gustan. Ni aunque sea verdad que a cambio vamos a obtener algún beneficio, merece la pena. No les dediques ni un minuto, simplemente aléjate todo lo que puedas. No les sigas el rollo, aunque parezca un «sacrificio asumible» para llegar a algún sitio. Tampoco hace falta enfrascarse en enfrentamientos, o en pregonar al resto del mundo vuestra incompatibilidad. Simplemente… reduce su presencia a la mínima expresión: haz, si puedes, como si no existieran. Y si por desgracia tienes que compartir un determinado espacio, marca las distancias tanto como sea posible.
A cambio, invierte tu tiempo en buscar y arrimarte a los otros, a la gente que te da buen rollo, a la gente a la que respetes y valores, con la que compartas unos mínimos irrenunciables. Es verdad, igual pierdes alguna «oportunidad», pero el camino será muchísimo más agradable.

El camino alternativo

No es mala guía para un camino alternativo:

Es complicado que te dejen hacer las cosas como tú quieres y con quien tú quieres. Además, el tema económico no compensa por todas las cosas que tenía que hacer sin querer hacerlas. La gente me para por la calle y me pregunta si se me ha ido la olla, pero cuando les explico que estoy más cómoda y no me obligan a hacer cosas que no quiero hacer sí me entienden.

Ainhoa, ex-triunfita, en el Correo

Encaja con mi «no tienes por qué hacerlo» de hace unos meses. Supongo que por eso me ha llamado la atención. Por cierto, me gustaba Ainhora aquel año, aunque yo era más de Miguel Nández…

Tirarse a la piscina

Piscina

En la vida, a veces, es necesario tirarse a la piscina. Es algo que siempre entraña un cierto riesgo. Por supuesto, nunca es recomendable tirarse a lo loco, sin preocuparse de si hay agua o no. Pero tampoco es una buena idea obsesionarse con la aversión al riesgo y buscar la seguridad absoluta antes de hacerlo, porque llegaríamos al fenómeno conocido como «la parálisis por el análisis». Y es que la certidumbre total nunca existe, por lo que siempre tendremos que tomar decisiones asumiendo un cierto nivel de riesgo.
Y en estas circunstancias, a veces las cosas salen bien, y a veces salen mal. Uno mira, considera que hay agua suficiente en la piscina como para tirarse… pero a veces se equivoca. No pasa nada, así es la vida. Lo que no debemos hacer en estas circunstancias es incrementar nuestra aversión al riesgo e inmovilizarnos en decisiones futuras. Hay que seguir tirándose a la piscina.