Luchando contra el olvido
Cuando terminé de leer el libro, pensé “sí, señor, ¡qué interesante!”. Tenía sentido, encajaba con lo que ya sabía, aportaba varias ideas adicionales. En resumen, una buena lectura, ¡qué bien que lo leí!
Pasados unas semanas, quise hablarle del libro a un compañero. Me sonaba que había algo en él que merecía la pena rescatar. ¿Cuál era esa idea tan interesante que contenía? Sí, hombre, si venía que ni pintada en esta conversación. Pero… no fui capaz de recordarlo, más allá de una cierta sensación nebulosa de que “me había gustado”.
Si ahora me preguntas qué libros leí el año pasado, y qué aprendí de ellos… a lo mejor te sorprende mi cara de haba, pero es posible que no recuerde la mayoría de las cosas que leí. Conclusión: las horas dedicadas a su lectura han sido un desperdicio.
Uno de los errores que cometemos cuando nos sumergimos en un proceso de aprendizaje es que consumimos muchos contenidos, pero consolidamos poco. En el momento en el que estamos leyendo, o viendo un vídeo, o asistiendo a una charla… es fácil tener la sensación de que “es interesante”. Podemos encontrar relaciones con otras cosas que ya sabemos. Y estamos seguros (cómo no estarlo… ¡ni que fuéramos tontos!) de que lo recordaremos.
Pero la realidad es que las ideas se diluyen con gran velocidad. Si no hacemos un trabajo de condensarlas, se nos escapan, erosionando gravemente la eficiencia del aprendizaje. ¿Dónde quedan las decenas y decenas de horas dedicadas a leer, escuchar… ideas que luego no somos capaces de recuperar?
No se trata de volverse locos y convertirse en “máquinas archivadoras”, pero sí de poner en marcha algunos hábitos que nos permitan sacar un mayor rendimiento al tiempo y esfuerzo dedicados al aprendizaje.
Empecemos por tomar notas
Tomar notas es el primer paso. Mientras leemos un libro, o vemos una charla, conviene tener a mano un papel y un bolígrafo para ir anotando ideas (habrá quien prefiera medios digitales, pero yo sigo considerando que la flexibilidad que te da un papel en blanco para organizar la información todavía no está equiparada por la tecnología… y además parece que ayuda a que nuestro cerebro lo procese mejor). No se trata de recopilar palabra por palabra lo que estamos escuchando, sino de hacer un ejercicio paralelo de extracción de las ideas que nos parezcan más importantes/llamativas, de darles orden y jerarquía, de añadir las ideas adicionales que nos surjan mientras escuchamos, de anotar relaciones que nos sugieran… en definitiva, de poner negro sobre blanco (en la medida de lo posible) todos los procesos mentales que se vean estimulados por el contenido que estamos consumiendo.
Hay decenas de “métodos” para tomar notas, y cada uno puede explorar hasta encontrar la combinación que le resulte más cómoda. Al final, por encima de los detalles que pueda aportar un método u otro, lo importante es tener una “versión física” del contenido que hemos procesado y de las ideas que nos ha sugerido.
Es importante, también, dedicar un par de minutos al terminar para sacar las conclusiones principales, las tres o cuatro ideas que nos parecen más relevantes y que hacen que ese contenido merezca la pena. Nos ayudará más adelante, a la hora de recordar de un vistazo.
Archivar las notas es el siguiente paso lógico: ya que hemos hecho el esfuerzo de construir nuestras notas, procuremos archivarlas de algún modo para futura referencia. Podemos optar por un archivo físico o por uno digital, el objetivo es el mismo: poder recuperar las ideas cuando sea necesario. Para eso conviene acudir a algún sistema, aunque sea básico, de clasificación y etiquetado; pocas cosas hay más frustrantes hay que buscar algo que sabes que tienes pero que no sabes dónde está.
(Hace un tiempo escribí sobre los ocho errores que cometemos al tomar notas…)
Consolidando el conocimiento
En todo caso, no deberíamos demorar mucho el momento de procesar nuestras notas. Porque las notas por sí mismas tampoco tienen mucho valor, son píldoras de conocimiento disperso. El valor aflora sobre todo cuando ponemos en relación ese nuevo conocimiento con el que ya tenemos. Nuestro cerebro funciona así, asociando ideas, anclando lo nuevo a lo que ya sabemos. Y lo hace de una forma bastante física, a través de la creación y fortalecimiento de sinapsis neuronales. De esta forma se consolida el aprendizaje, se recuperan los recuerdos, y surge la creatividad.
Nuestro objetivo, en este punto, es realizar un ejercicio de consolidación consciente, reforzando así los procesos automáticos. Queremos tener un “resumen actualizado de todo lo que sabemos de la materia”: una especie de árbol del que van surgiendo nuevas ramas a medida que añadimos conocimiento, a medida que profundizamos por una línea de razonamiento.
Cuando procesamos las notas procedentes de un nuevo contenido, lo que hacemos es ver cómo encajan esas nuevas ideas en el árbol que ya venimos construyendo. Quizás suponga crear una nueva rama, o quizás una pequeña rama secundaria. A lo mejor sirve para reforzar unas ideas que ya teníamos, pero dándoles mayor grosor. Quizás sean ejemplos que nos permitan visualizar mejor unas ideas que teníamos difusas. O una relación entre ramas que hasta ahora no habíamos visto. A veces lo que queremos añadir supone que tenemos que darle la vuelta y reorganizar todo lo que ya sabíamos, porque hay un nuevo enfoque que hace que todo encaje mejor. No importa. Es un trabajo en permanente construcción; pero, en cualquier momento, refleja nuestro mejor entendimiento de la materia, e integra todo lo que hemos ido aprendiendo, de distintas fuentes, a lo largo del tiempo.
¿No tienes tiempo para eso?
Podemos pensar que hacer todo esto supone demasiado tiempo, un tiempo que no tenemos. Ante esto, quizás haya que plantearse dos cosas. La primera es que sí, es una dedicación adicional de tiempo; pero sobre todo es una cuestión de hábito, de automatizar. Lo que al principio nos puede parecer una tarea engorrosa, se convierte por la fuerza del hábito en una extensión natural del consumo de contenidos.
Porque, y ahí viene la segunda reflexión, si no lo hacemos… ¿estamos realmente aprendiendo? ¿estamos aprovechando el tiempo que estamos dedicando a consumir contenidos? Si lo que nos preocupa es el tiempo, más nos vale hacer un esfuerzo consciente en sacarle rendimiento. Es mejor consumir menos contenidos (pero procesarlos mejor) que consumir mucho sin consolidar. Porque eso sí es perder el tiempo.
PD.- Una versión inicial de este artículo se incluyó en mi ebook «Skillopment: aprende a desarrollar cualquier habilidad de forma eficaz». Puedes descargar el ebook aquí.
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