Dónde tienes la cabeza

El otro día, en la conferencia que referenciaba, aparecía esta imagen que he conseguido encontrar por otro sitio. Me gustó mucho, porque refleja una tendencia malsana que en mayor o menor medida todos tenemos: a tener la cabeza alejada del momento que vivimos. Y eso tiene poco o nada de positivo. Simplemente nos impide concentrarnos y disfrutar de lo que hacemos. Así que creo que un buen hábito a desarrollar es que, cuando estemos haciendo algo y notemos que nuestros pensamientos se van a otro sitio, nos forcemos a devolverlos a su cauce. No es ya una cuestión de productividad (que también) sino de higiene mental. Como dice el chiste, si estamos a perretxikos estamos a perretxikos.

Smartphones + notificaciones = la máquina del estrés

Una semana ya de uso de mi nuevo teléfono. Y primeras lecciones aprendidas. Que en realidad aprendí en los primeros cinco minutos de tenerlo activo: desactivar todas la notificaciones.
Nunca había tenido un «smartphone». Mi anterior teléfono podía conectarse a internet, me permitía una navegación «ortopédica», consultar el mail, o el twitter, o el facebook… pero todo de uno en uno y, sobre todo, cuando yo quería. Nada más encender el teléfono nuevo, empezaron a aparecer simbolitos en su parte superior: «tiene un nuevo mensaje en Gmail» «tiene dos nuevos mensajes en Yahoo» «tiene un mensaje directo en twitter», «fulanito ha dicho no se qué en Facebook»… y cada vez que había algún evento nuevo, nueva notificación. Con sonido, con vibración, y con lucecita insistente avisándome de que «eh, te estoy diciendo que tienes cosas, y no las has mirado». Debe ser eso que llaman las «notificaciones push» (o sea, que te las «empujan» a tu teléfono sin que tengas que ir tú a revisarlas).
No sé. Igual hay gente que de verdad necesita saber, al minuto, si tiene un correo nuevo (aunque me parece raro). Ya se me hace más raro pensar quién necesita saber, al minuto, si tiene un mensajito en twitter o en facebook. En todo caso, tengo claro que yo no soy uno de ellos. Ya reviso, sin que nadie me dé la brasa, todos mis «canales de entrada» dos-tres veces al día. Tiempo suficiente, creo yo, como para estar al loro. En todo caso, soy yo el que decide. No quiero que una luz, un icono, un zumbido me distraiga cada rato y el de enmedio, y me «obligue» (porque ¿quién es el listo que, viendo la lucecita, se resiste «a ver qué es»?) a despistarme de lo que estoy haciendo.
Así que, definitivamente, notificaciones fuera. Smartphone, tú serás muy listo, pero en mi atención mando yo.
Foto: zebble

Acortando plazos de decisión

Este año los Reyes (se ve que he sido bueno) me han regalado un móvil nuevo. Bueno, para ser más exactos (y como los Reyes me conocen bien y saben que estas cosas me gusta escogerlas a mí) me han regalado un «cómprate el móvil que quieras y nos pasas la factura». ¡Yupi!. Teniendo en cuenta que mi último móvil ya se acercaba al 4º aniversario (que ha venido siendo la duración habitual de mis dispositivos), y lo chulos que son los smartphones de un tiempo a esta parte, yo ya venía teniendo el «run-run» de cambio…
Pero, aun siendo algo que ya tenía en mente, todavía no tenía ni medio decidido un modelo. ¿iPhone o Android? Y dentro de los Android… ¿cuál de entre las docenas que hay? Precio, características, opiniones de usuarios… y todo dentro de un entorno que se renueva cada x meses, donde lo que ayer era «lo más de lo más» hoy se ve superado por un nuevo «lo más de lo más». Si te pones a darle vueltas, puedes acabar tarumba. Hay opiniones para todos los gustos, ¿de cuál te fías? Y como tardes un poco, enseguida aparecen nuevos modelos que te obligan a replanteártelo todo una vez más…
Así que, enfrentado al panorama de pasarme varios días/semanas dándole vueltas al asunto, tratando de encontrar una solución definitiva, tomé una decisión «radical». De entre los modelos que estaba considerando, elegí uno (HTC Desire), hice el pedido, y santaspascuas. En hora y poco había decidido y ejecutado. Muerto el perro, se acabó la rabia. Ya no tiene sentido elucubrar más. ¿Habré escogido «la mejor» opción? Francamente, no lo sé. Ni siquiera sé si hay una «mejor opción».
Lo que sé es que la decisión adoptada va a ser «suficientemente buena». Y que la inversión necesaria de tiempo, esfuerzo y elucubraciones para afinar la decisión iba a ser mucho más que proporcional para el resultado adicional que podría conseguir, y que por lo tanto no tenía mucho sentido realizarla. Tomas la decisión, y te olvidas del asunto.
Creo que, en muchos aspectos de la vida (tanto personal como profesional) nos enfrentamos a decisiones difíciles, ambiguas, en las que es difícil escoger una solución. Intentamos tener todos los datos en nuestra mano, para así asegurarnos que estamos llegando a la decisión óptima. Pero nos olvidamos de dos cosas: por un lado, la vida no es un problema matemático con una «solución correcta», sino que es más bien un sistema complejo en la que todo tiene sus pros y sus contras (subjetivos, además) donde es difícil que haya un «óptimo» objetivo. Y por otro lado, en muchas ocasiones conseguir toda la información, todos los datos, supondría invertir una considerable cantidad de tiempo y esfuerzo; ¿merece la pena dilatar los procesos de decisión, y que éstos consuman nuestra atención y nuestros recursos (la famosa «parálisis por el análisis»), sólo para conseguir una solución «ligeramente mejor» que la que escogeríamos en una decisión rápida?
Yo creo que no. Así que, en la medida de lo posible, enfrentado a una decisión procuro darle algunas vueltas rápidas que me permitan acotar un rango de decisiones «suficientemente buenas», escoger una de ellas y pasar a otra cosa. Quizás no escoja siempre «lo mejor», pero escojo, actúo, me muevo.
Foto: viZZZual.com

Productividad de cortas miras

De un tiempo a esta parte vengo interesándome por eso que llaman la «productividad«; cómo ser más eficiente en tu gestión de «cosas que hacer» tanto en el ámbito profesional como el personal. Tengo cierta tendencia a la dispersión, y encontrar herramientas que me ayuden a contrarrestarla me viene indudablemente bien.
Sin embargo, hay una «corriente dogmática» entre los «gurús» de la productividad que no acabo de compartir. Me refiero a lo que tiene que ver con «no prestar atención ni dedicar tiempo a lo que no es importante». Se supone que tú tienes unos objetivos, y unas «tareas más importantes» que realizar para completar tus objetivos. Lo que viene a decir esta corriente es que todo lo que no contribuya a eso, es una pérdida de tiempo. ¿Te entra una llamada? Salvo que sea de algo que estés esperando, no contestes. ¿Alguien ha dejado un mensaje en el contestador? Si no es para algo que necesitas, no devuelvas la llamada. ¿Tienes un email que te pide algo que no encaja con tus tareas importantes? Ignóralo. Si necesitas hablar o interactuar con alguien, ve al grano y no parlotees de temas insustanciales. No preguntes qué tal estás, ni te intereses por la familia, ni qué tal las vacaciones. Nada de trivialidades y banalidades. Y desde luego, no pierdas el tiempo en redes sociales en internet; facebook o twitter son herramientas diseñadas para hacerte perder el tiempo.
Me parece una visión egoista, miope y cortoplacista. Es verdad, si cortas todas esas «distracciones» es muy posible que seas capaz de abordar tus tareas de forma más «eficiente». Me pongo mis orejeras, yo a lo mío, y lo demás como si no existiera. ¿Pero cuál es el resultado a medio plazo de esa estrategia? Para mí, hay dos efectos negativos bastante relevantes.
Por un lado, las relaciones personales. Creo que las «amistades», o las relaciones de confianza, se construyen poco a poco a lo largo del tiempo. Muchas veces a base de comentar trivialidades, de escuchar desinteresadamente al otro, de conocer detalles intrascendentes de su vida, o de hacerse favores. Si simplemente nos dedicamos a ir «a lo nuestro», sólo recurrimos a los demás cuando queremos que sirvan a nuestros intereses y tendemos a ignorarles el resto del tiempo… ¿qué imagen proyectamos a los demás? ¿qué relación de confianza puede surgir de ahí? Y ya no es una cuestión de pensar que cuando cuentas con una red sólida de relaciones personales tu vida es más rica… es que incluso visto de forma egoista, parece una buena estrategia. ¿Quién va a tener más ganas de ayudarte en el futuro? ¿Quién se va a tomar más molestias en hacer algo por ti cuando lo necesites?
Por otro lado, la permeabilidad al mundo exterior. Si nuestro mundo es nuestra «lista de tareas», si nos cerramos a toda influencia exterior que no aporte de forma inmediata a las mismas… estaremos perdiendo un input relevante sobre cómo es el mundo que nos rodea, la gente que vive en él, tendencias… que puede que no sirvan para nada a corto plazo, pero no sabemos qué impacto puede tener a medio plazo, qué nuevos horizontes nos pueden descubrir, cómo pueden enriquecer nuestra propia visión del mundo o qué enfoques nuevos y creativos puede aportar a nuestros objetivos y tareas.
En definitiva, creo que es importante definir objetivos. Y trabajar en las tareas que nos permitan alcanzarlos. Y hacerlo de forma eficiente. Pero todo dentro de un orden. Porque si nos convertimos en unos obsesos de la productividad a corto plazo, estaremos poniéndonos zancadillas a nosotros mismos.
Foto: Paul Stevenson

Eliminando envíos inútiles

Soy socio de varias organizaciones (ONG’s, Antiguos Alumnos…) que, con determinada periodicidad, acostumbran a enviar algún tipo de documento en papel (revista, boletines, etc.). No hablo de publicidad indeseada, sino de contenidos que alguien se ha tomado el tiempo y el interés en elaborar, maquetar… pensando que pueden llegar a ser interesantes para mí, y que entra dentro de la contraprestación natural de la relación.
Pero lo cierto es que, en la mayoría de las ocasiones… esos contenidos no me interesan. Y no lo digo como una afirmación a priori, ni tampoco entro a cuestionar si está bien o mal que no me interese, sino como resultado de la experiencia de años. El proceso es el siguiente: llega la revista en cuestión, la pongo en el montón de «cosas para leer algún día». Cuando se han acumulado varias, digo «venga, va, voy a leer alguna». Leo alguna un poco por encima, como por obligación. Y la mando a la bolsa de reciclaje. El resto se sigue acumulando.
De hecho, en los últimos tiempos y ante la constancia de lo anterior, he cambiado el proceso. Llega la revista en cuestión, quito el plástico con el que vienen protegidas, mando el plástico al reciclaje de plásticos, y mando la revista (sin ojearla siquiera) al reciclaje de papel.
Obviamente este proceso es ridículamente ineficaz. Un rodeo increíble (producir la revista, distribuirla a mi buzón, gestión por mi parte, reciclaje) sin que entre medias haya aportado ningún valor a nadie. Así que estoy contactando con todas estas organizaciones para pedirles que dejen de enviarme sus publicaciones. Que sí, que se lo agradezco, pero que mejor nos ahorramos todos esos pasos y ese desperdicio inútil de tiempo y recursos.
Lo único que lamento es no haberlo hecho antes.

¿Qué has hecho hoy?

Me ha gustado este post que he rescatado del lector de feeds. Tres preguntas sencillas:

  • ¿Qué has hecho hoy para divertirte?
  • ¿Qué has hecho hoy para aprender algo?
  • ¿Qué has hecho hoy para que otros estén contentos?

Una buena forma de, cuando llegue la noche, poder hacer una valoración de cómo nos ha ido el día y si le hemos dado algún sentido a todo lo que hemos hecho.

Entrevista en Hábitos Vitales

Eric, autor del blog Hábitos Vitales (un blog sobre productividad personal) ha tenido a bien invitarme a contestar unas preguntas sobre el tema. Os dejo el enlace a la entrevista.
Curiosamente, contestar a sus preguntas me ha ayudado a verbalizar algunas cosas que rondaban en mi cabeza… no creo ser un ejemplo en términos de «productividad», pero por lo menos es algo que me hace reflexionar de vez en cuando.