Los blogs y su impacto en la carrera laboral

El pasado 2 de agosto se publicó en el suplemento económico de La Vanguardia un pequeño artículo llamado «Los blogs amplían horizontes» (descargar en pdf), referido al impacto potencial que mantener un blog puede tener sobre la carrera profesional. Nuria Peláez, la autora del artículo, se había puesto en contacto conmigo para hacerme algunas preguntas (al parecer, había llegado a mí a través de algo que escribí hace ya un tiempo, y también relacionado con cuando lancé mi página «profesional») y ahí aparece un pequeño extracto de lo que comentamos.
En todo caso, como lo que aparece en el artículo se queda un poco lacónico, reproduzco aquí las preguntas y respuestas originales, para matizar mejor mi opinión que creo que se queda un poco difuminada. Y es que, para mí, lo importante es lo que contesto en la última pregunta y que podríamos resumir en este párrafo: «Pero, para ser más exactos, no es «el blog» quien te permite hacer esto, sino la red de contactos que se va tejiendo entorno a él: gente que lee tu blog, gente a la que lees, gente con la que interactúas… al final vas encontrándote a mucha gente, con la que tienes afinidad e intereses comunes, te acabas conociendo bastante bien… y es entonces cuando surgen las oportunidades».
O sea, que son las relaciones, no las herramientas (en este caso, el blog). A continuación, las preguntas y respuestas originales:
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Por qué decidiste escribir un blog
Siempre he sido aficionado a internet. En 2004 empecé a leer unas cosas llamadas «blogs», unas webs un poco distintas a los habituales «portales» porque tenían un formato mucho más personal, parecido a un diario, donde el autor contaba sus cosas y además interactuaba con sus lectores a través de los comentarios. Investigando un poco, vi que era muy sencillo crear y mantener tu propio blog, así que decidí probar y hacer uno que dediqué a contar, sobre todo, mis pensamientos y experiencias en el día a día de mi trabajo como consultor.
Por qué decidiste colgar tu CV en tu blog
Al principio no lo hice. Escribía de forma anónima, con un seudónimo («Consultor Anónimo»). Por un lado, me daba cierto respeto pensar que alguien de mi entorno «real» (especialmente en el trabajo) pudiese vincularme con el blog y lo que se contaba en él. Y por otro, tampoco veía ninguna ventaja en poner mi nombre; escribir de esta forma «despersonalizada» me permitía extraer conclusiones generales a partir de mis experiencias concretas, que quedaban difuminadas.
Sin embargo, poco a poco empecé a establecer contactos a través del blog: con otros colegas, con otros bloggers… y cada vez se fue haciendo más evidente que algún día tendría que «salir del armario» y dar la cara con nombre y apellidos. Una vez tomada esa decisión, la idea de hacerlo con todas las consecuencias (poniendo no sólo el nombre, si no un perfil personal y profesional, datos de contacto, etc.) me pareció incuestionable: por un lado permitía a mis interlocutores conocerme mejor, y por otro lado podía servirme de escaparate para abrir nuevas oportunidades.
Cuántas visitas ha recibido tu blog en este tiempo, y tu CV
Mi blog blog.raulhernandezgonzalez.com ha recibido, a lo largo de los años, más de 600.000 visitas (más de 900.000 páginas vistas). Mi web personal www.raulhernandezgonzalez.com (en la que se incluye el CV), unas 14.000 visitas (unas 22.000 páginas vistas).
¿Qué crees que ha aportado a tu carrera profesional tu blog?¿Te han surgido oportunidades concretas a través del blog?
Mi blog me permitió hacer un importante cambio de carrera, dejando la consultoría más tradicional para dedicarme más al mundo de internet. También me permitió establecerme como consultor individual, y me ha proporcionado unos cuantos clientes. Pero, para ser más exactos, no es «el blog» quien te permite hacer esto, sino la red de contactos que se va tejiendo entorno a él: gente que lee tu blog, gente a la que lees, gente con la que interactúas (primero en comentarios cruzados, referencias… y luego más tarde conociéndoles en la vida real)… al final vas encontrándote a mucha gente, con la que tienes afinidad e intereses comunes (si no, no les leerías, ni ellos a ti), te acabas conociendo bastante bien (leer las opiniones de alguien a lo largo de varios meses te permite hacerte una idea muy clara de cuáles son sus valores, sus posicionamientos, sus conocimientos sobre un sector, etc.)… y es entonces cuando surgen las oportunidades. Por lo tanto, no creo que sea automático («pongo un blog = surgen oportunidades») sino que el blog es un medio, una excusa, para establecer relaciones valiosas… que son las que generan (como siempre lo han hecho) las oportunidades.

¿Debo seguir en mi trabajo?

Algoritmo laboral

El otro día, charlando con unos antiguos compañeros que ahora trabajan en B+I Strategy, me contaban que en una charla alguien les había explicado cómo hacer una evaluación periódica de su vida laboral. Es decir, cómo valorar si uno debía seguir adelante con su trabajo o buscar aires nuevos.
Se trataba, simplemente, de contestar a tres sencillas preguntas. En el último año… ¿he aprendido cosas nuevas? ¿me he divertido con mi trabajo? ¿he recibido una compensación satisfactoria? En caso de que la respuesta a cualquiera de esas preguntas sea negativa… es el momento de cambiar.
Ya, ahora me diréis que es una simplificación, que hay muchos matices, que si tal, que si cual… vale, sí, lo que queráis. Pero si lo pensamos bien, muchas veces la esencia de los problemas es en realidad de lo más simple, y enredándonos en los matices lo único que hacemos es perder perspectiva. Y a mí me parece que aprendizaje, diversión y retorno económico son tres factores esenciales para que un trabajo merezca la pena. Si falta alguno de ellos, por mucho matiz que queramos introducir, hay algo que falla.

¿Sectores enfermos, o expectativas equivocadas?

Hoy publican en El País el artículo «Ingenieros arrepentidos«. Se trata del artículo del que os hablaba hace unos días para el que buscaban «casos reales».
Al leerlo, seguro que muchos reconocéis el escenario. Son testimonios de personas desilusionadas por una carrera profesional decepcionante, sin grandes sueldos, sin desarrollo, sin muchas perspectivas de futuro… nada nuevo bajo el sol.
La cuestión es que podría interpretarse, leyendo este artículo, que es un problema del sector. Y ahí es donde a mí me entran las dudas. ¿Acaso no son estos problemas existentes en cualquier profesión? ¿Es que los abogados, los arquitectos, los médicos, los periodistas… viven de forma generalizada carreras profesionales llenas de satisfacciones? Seguro que no. Imagino que cualquier estudiante de arquitectura quiere ser Foster, pero el 99% acabará trabajando en una promotora visando proyectos de edificios residenciales clónicos. Cualquier estudiante de medicina quiere ser un médico de prestigio, pero el 99% acaba de médico de empresa haciendo reconocimientos rutinarios día sí y día también, o atendiendo pacientes en el ambulatorio a razón de 6 por hora. Cualquier aspirante a periodista quiere destapar el Watergate, pero la mayoría pasará su vida profesional en redacciones de medio pelo cubriendo noticias intrascendentes. Etc.
A lo que voy es que quizás deberíamos asumir que, por defecto, el mundo del trabajo nos ofrece carreras profesionales planas y llenas de miserias en entornos laborales poco estimulantes. A los ingenieros, a los economistas y a todo hijo de vecino. Que eso no es la excepción, si no la regla. Que las carreras profesionales brillantes, en contínua progresión, llenas de estímulos… son un privilegio de unos pocos, y que además no surgen de la nada, sino que exigen poner bastante de nuestra parte, asumir riesgos y sacrificios.
Quizás, teniendo unas expectativas más ajustadas a la realidad, existirían menos decepciones.

La realidad del paro en España

Me parece que este comentario, que leo en Joldi’s web (no hay permalink, pero es una anotación del 15 de abril de 2009) lo clava:
«Hay quién siguen sin enterarse que España nunca volverá a ser en lo económico la de hace tan sólo un par o tres de años. Que jamás el sector de la construcción y afines volverán a absorber tanto factor trabajo como años atrás, y que lamentablemente, se quiera o no reconocer, poca de esta mano de obra podrá ser recolocada en otros sectores productivos. No hay, ni habrá sector que coja el tan ansiado relevo a la construcción. Y olvídense de papanatas de crear de la nada sectores de valor añadido de I+D. Eso requiere, tiempo (que ya no hay) y dinero (que ya no tenemos). El desajuste entre oferta y demanda de mano obra, es, y seguirá siendo brutal. Sobra mucha mano de obra, con independencia que se precarice todo lo que se quiera el mercado de trabajo español. Aún y con estas, seguirá sobrando muchísima mano de obra. Y para mayor abundamiento necesitamos mejorar la productividad, eficiencia, de nuestro mercado de trabajo, lo que aún requerirá desprendernos aún de más mano de obra».

Trabajo en movilidad: entrevista en Moviéndonos

Los chicos de Moviéndonos (blog que WSL hace para Vodafone, y que de hecho yo comencé a poner en marcha en mi última época en la empresa) han tenido a bien hacerme una pequeña entrevista en la que hablamos, principalmente, de temas relacionados con cómo afronto yo el trabajo en movilidad. La verdad es que aparte de ser una entrevista muy personalizada (con bastantes referencias a circunstancias y reflexiones que yo he ido haciendo en el blog a lo largo del tiempo; algo que me sorprendió muy gratamente), me ha encantado la presentación que han hecho de mi blog:

Su blog ha mezclado siempre una aguda capacidad para observar la vida (laboral o no), humor sano, textos contagiosos y gran capacidad para transmitir sus propias ideas sin necesidad de hacer de gurú.

Me gusta que me vean así 🙂

El grial del contrato fijo

Va de economía y empleo. Me temo que con este post reforzaré las ideas de quienes perciben en mí un «sutil tufillo a posicionamientos conservadores-neoliberales«. Pero es que hay cosas que no llego a entender (si alguien me quiere dar opiniones en contrario las leeré gustoso y como siempre, si me hacen cambiar de opinión, me la envainaré sin problemas).
Dicen los empresarios que el despido debería abaratarse. Dice el ministro que ni de coña, que el problema es que ya hay demasiada flexibilidad (y, ésa es otra, que la crisis es financiera y que es lo único que hay que mirar; lo que yo digo, de preocuparse de los problemas subyacentes del país nada, como para ser optimista).
El argumento del ministro Corbacho me parece de coña: hay demasiado empleo temporal, por eso se ha destruido empleo con tanta rapidez… ergo el problema es que el empleo es demasiado flexible. Lo que viene a insinuar es que si todo fueran contratos fijos, y si las indemnizaciones por despido fuesen más cuantiosas, el paro no crecería tanto. No, por supuesto que no: simplemente habría empresas incapaces de ajustar sus costes a la reducción de la demanda, empresas que obligadas a «o te quedas con todos los trabajadores, o cierras» tendrían que cerrar, y todos a la calle. Eso sí que es una solución productiva…
Señor Corbacho, si hay tanto contrato temporal, y tan poco contrato fijo… es porque el contrato fijo no tiene ningún sentido en la economía de hoy, y ningún empresario en su sano juicio puede querer meterse en semejante embolado.
La obsesión con los «contratos fijos» es algo que siempre me ha sorprendido. Tengo amigos que, tras pasarse 2 años con contratos temporales, celebraban que «les habían hecho fijos». Yo les miraba y pensaba «pues no es para tanto, simplemente les va a costar dos duros más echarte». Sin embargo, para mucha gente (y por lo que parece también al ministro), «contrato fijo» equivale poco menos que a «contrato blindado».
Y algo de «blindaje» tiene. Porque el contrato fijo significa, en esencia, crear una barrera a la ruptura del contrato. Barrera que solo aplica, por cierto, en favor del trabajador: si el empresario quiere poner fin a la relación laboral (casi por cualquier motivo: lograr la calificación de despido procedente es una utopía incluso con motivos de peso) tiene que pagar una indemnización. Si el trabajador quiere poner fin a la relación laboral… simplemente se va. Es decir, para el empresario no hay ningún incentivo intrínseco para hacer contratos fijos (aparte de que coyunturalmente se establezcan artificialmente vía deducciones en cuotas de la seguridad social, etc.); es más, hay un incentivo negativo porque hacer contratos fijos significa atarse de pies y manos si en el futuro, por cualquier razón, decide dejar de contar con ese trabajador.
Para mí el contrato fijo es una figura obsoleta. Creo que responde a dos concepciones del mundo laboral ya superadas:
a) El empresario explotador (el del monóculo y el sombrero de copa que fuma en puros sentado sobre montones de bolsas de dinero) frente a las masas proletarias subyugadas, que hacen necesaria una legislación garantista con los derechos del trabajador. Pero pese a que a algunos les siga gustando usar el recurso demagógico y sacar cada dos por tres a paseo la lucha de clases, lo cierto es que las relaciones laborales en España distan mucho de ese esquema. Según datos oficiales (pdf), el 94,1% de las empresas se encuadran en la categoría de microempresas, que cuentan entre 0 y 9 asalariados. En esas empresas, la realidad es que empresario y trabajadores no responden a esa imagen de «lucha de clases», sino que más bien son todos compañeros, en las que el empresario es un trabajador más (probablemente el que más pringue de todos). Para esa realidad laboral, la imposición de un contrato tan profundamente desequilibrado en derechos y obligaciones entre las partes como es el contrato fijo es un despropósito.
b) La concepción del puesto de trabajo como algo estable a lo largo de la vida laboral. En el siglo XX, la evolución de las empresas se producía a un ritmo tan lento que era factible aquello del «empleo para toda la vida». Una persona podía entrar de aprendiz en una empresa y jubilarse en ella sin que en ese lapso de tiempo cambiaran mucho las exigencias de su puesto. En un entorno económico estático, las fluctuaciones que afectaban a las empresas (nuevos mercados, nuevos competidores, nuevos productos) se sucedían de forma tan pausada que se podían asumir estructuras fijas sin implicar apenas riesgos. En ese escenario era factible apostar por establecer una relación a largo plazo con un trabajador: mal que bien podía cumplir su función a lo largo de los años. Pero ya no vivimos en ese entorno. Todo es infinitamente más dinámico, las cosas cambian de un mes para el otro, la globalización ha incrementado dramáticamente las urgencias competitivas, las empresas nacen, crecen y desaparecen a un ritmo infernal, el ciclo de vida de los productos es un suspiro, las habilidades requeridas en las personas cambian a la misma velocidad. En este contexto, sé que te necesito hoy pero no sé si te necesitaré dentro de tres meses. ¿Qué sentido tiene que te haga un contrato fijo? Es tirar piedras contra mi propio tejado.
El futuro del empleo pasa por la flexibilidad, cuanta más mejor. Me parece que es impepinable, es lo que exige la realidad de la economía. No es una opción, ni un deseo. Es un hecho. Dicen los de la «lucha de clases» que cómo van a retroceder en la conquista de derechos sociales y blah, blah, blah… pero seguir haciendo del «contrato fijo» una bandera es vivir en los Mundos de Yupi. Nadie en su sano juicio va a querer hacer contratos fijos, porque son un lastre. Entiendo que molaría que fuese de otra manera, pero es lo que hay.
Nunca he sido empresario. Pero si lo fuera, tengo claro que tengo que poder decidir en cada momento con qué personas quiero contar, tanto en número como en perfiles. Cuando las necesite, las contrato. Cuando no las necesite, lo siento mucho pero no soy una ONG, no quiero mantener un puesto de trabajo que no necesito, ni verme obligado a trabajar con alguien que no quiero. Y si se me ponen barreras a eso (que me parece un mínimo imprescindible) tengo dos opciones: o me voy a otro sitio donde no me las pongan, o directamente paso de crear empresa ni de dar trabajo a nadie, y me quedo esperando a ver si alguien me soluciona la papeleta. Obviamente, cualquiera de las dos opciones es mala para el empleo: sin empleadores, no hay empleo.
De hecho, para mí el modelo de relaciones laborales que tiene más sentido es más bien un modelo de relaciones profesionales: todos autónomos que prestan servicios a otros autónomos, nos contratamos cuando nos necesitemos, trabajamos juntos mientras nos vaya bien a los dos, y en el momento en el que a alguno no le satisface la relación se le pone fin sin fricción ni coste ninguno y a otra cosa.
Hale, se abre la discusión. Asumo el «tufillo neoliberal», pero no es un posicionamiento ideológico sino (para mí) la deducción lógica derivada del análisis de la realidad. Agradeceré que quien no esté de acuerdo con lo que digo me dé argumentos, y me explique cómo considera que encaja su alternativa en el escenario real de la economía del siglo XXI.

Urgencias en festivos

El día de Navidad tuvimos que ir a urgencias. Nada grave, pero mi mujer llevaba ya dos días con dolores fuertes en la garganta y toses. Y basta que esté embarazada para que cualquier precaución sea poca, a ver si por un quítame allá una infección va a tener más problemas. Así que allí nos fuimos, a las urgencias del centro de salud de Aranda de Duero.
Evidentemente, no éramos los únicos (aunque tampoco era un desmadre de gente). Varios niños pequeños con toses de esas que parece que se les salen los pulmones y con carita de fiebre, algún adulto con pinta de cólico… pero lo cierto es que allí estaban: las enfermeras atendiendo las admisiones, los médicos atendiendo pacientes… Día de Navidad, y mientras otros disfrutamos de las celebraciones con familia y amigos, otros se ponen al pié del cañón para darnos servicio si lo necesitamos.
Y si te paras a pensar, hay muchos como ellos a los que les toca sacrificar la fiesta: policías, servicios de transporte, retenes de quitanieves, bomberos… E igual que a veces usamos los blogs para protestar cuando algo no nos parece bien, esta vez he creído que merecía la pena usarlo para reconocerles y agradecerles el sobresfuerzo que supone trabajar cuando los demás no lo hacen.

Un consejo para los jóvenes

Siempre viene bien escuchar a los que están de vuelta. Como Chisco Olascoaga, un hombre de 67 años que fundó Entel (por cierto, tienen blog corporativo) cuando tenía 62, tras casi cuarenta años de carrera profesional. La pregunta, en esta entrevista en El País, era «¿Qué les aconseja a los jóvenes que se abren camino?»

Lo principal es que se conozcan a sí mismos para saber qué estilo de vida quieren llevar. A partir de ahí, les animaría a que investigaran, experimentaran y reflexionaran con el fin de encontrar una pasión personal y profesional compatible con el estilo de vida elegido. Porque una cosa es lo que nos han dicho que tenemos que hacer y conseguir, y otra muy distinta lo que nos conviene y nos gusta de verdad.